Por Germán Ayala Osorio
En el ocaso de su azarosa vida
pública y privada, Álvaro Uribe Vélez enfrenta un juicio por graves delitos
penales. Ese vergonzoso escenario debería de servir para que sus áulicos y
seguidores entiendan que nadie puede estar por encima de la ley. Aunque se sabe
que, si algo guía a los uribistas es la intransigencia, una lealtad amañada a
intereses económicos y políticos cercana a la que se produce y reproduce en clanes
y mafias y la ceguera que brota de la confusión moral y ética en la que deambulan.
Al final, esas circunstancias terminan por afectarles la razón, hasta llevarlos
a actuar bajo principios propios de la irracionalidad.
Aunque la prensa corporativa que
lo protege de tiempo atrás hace ingentes esfuerzos por minimizar lo escandaloso
que suena ser el primer expresidente de la República acusado y llevado a juicio,
la solidez del material probatorio les hace casi imposible construir un mártir
sobre el supuesto de que es un perseguido político y víctima de sus
detractores, todos estos amigos del “terrorismo, apátridas, castrochavistas y
comunistas consumados”.
Aunque el propio imputado lo ha intentado
presentándose en universidades privadas, la verdad es que parece casi imposible
que de ese juicio brote un mártir. Hay que recordar que desde el preciso
momento en el que la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia (CSJ)
lo vinculó a la comisión de los delitos y ordenó su detención domiciliaria, varias
empresas mediáticas afectas a la causa uribista le abrieron los micrófonos para
que Uribe pudiera despotricar de la justicia, burlarse de su majestad, así como
poner en duda la idoneidad de las juezas que negaron las impúdicas solicitudes
de preclusión emanadas desde la Fiscalía de Francisco Barbosa.
Aunque lo sigan intentando, la
vejez del hoy acusado y el creciente rechazo social, cultural y político que
genera su pasado y decadente presente se erigen como reales obstáculos al temerario
objetivo de convertirlo en una víctima del aparato de justicia. Eso sí, el juicio, sí o sí, debe terminar en
una declaratoria de culpabilidad. De suceder lo contrario, y a pesar de su
evidente decrepitud, el golpeado uribismo se reencaucharía de tal manera que
terminaría por legitimar candidaturas presidenciales de sus gregarios o fichas
políticas que hoy se ven lejanas de alcanzar la presidencia en el 2026, justamente
por estar atadas a la controvertida figura del expresidente y expresidiario,
identificado por el Inpec con el número 1087985.
La posibilidad de que los delitos
por los cuales hoy está en condición de acusado prescriban en el 2025 debe ser
anulada por la propia jueza 44 o por otra instancia judicial, en la medida en
que la prescripción de los delitos se tomaría como un triunfo político, lo que
serviría a la construcción de ese controvertido mártir. En ese escenario, para
las elecciones de 2026 Uribe recuperaría su papel de gran elector y ayudaría al
envalentonamiento de sus seguidores y de quienes resulten favorecidos de sus
guiños.
Una virtual condena por los
delitos de fraude procesal y manipulación de testigos sería un gran golpe
político a esa seudo doctrina llamada uribismo y para quienes insisten en la narrativa
de que Uribe ha servido como “muro de contención contra el comunismo”, y que,
si se ha equivocado, es por “su inmenso amor de patria”.
El Establecimiento que creó a Uribe
y que lo usó para ver hasta dónde podría estirar su línea ética debe también
entrar en razón y tomar la decisión de abandonarlo políticamente. Ya una parte
de este lo hizo, pero aún hay agentes con poder político y económico que lo
respaldan; eso sí, ese respaldo está fundado en un profundo agradecimiento por
los beneficios económicos recibidos entre 2002 y 2010 y entre el 2018 y el 2022.
Los señores del Establecimiento
colombiano deben reconocer que el triunfo de la izquierda y el progresismo en
buena parte se produjo por los daños institucionales que dejó la hegemonía uribista
en los dos periodos señalados. Los líos judiciales de Uribe aportaron al
desprestigio del proyecto político de la derecha. Dejarlo solo es la
alternativa que les queda, aunque desearían verlo como un mártir para dar continuidad
al proceso de privatización del Estado, objetivo número 1 de Uribe Vélez, la
más efectiva ficha que en los últimos años el Establecimiento ha logrado poner
en la Casa de Nari.
Imagen tomada de YouTube.com
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