domingo, 26 de mayo de 2024

JUICIO CONTRA URIBE: CUIDADO CON CONSTRUIR UN MÁRTIR

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En el ocaso de su azarosa vida pública y privada, Álvaro Uribe Vélez enfrenta un juicio por graves delitos penales. Ese vergonzoso escenario debería de servir para que sus áulicos y seguidores entiendan que nadie puede estar por encima de la ley. Aunque se sabe que, si algo guía a los uribistas es la intransigencia, una lealtad amañada a intereses económicos y políticos cercana a la que se produce y reproduce en clanes y mafias y la ceguera que brota de la confusión moral y ética en la que deambulan. Al final, esas circunstancias terminan por afectarles la razón, hasta llevarlos a actuar bajo principios propios de la irracionalidad.

Aunque la prensa corporativa que lo protege de tiempo atrás hace ingentes esfuerzos por minimizar lo escandaloso que suena ser el primer expresidente de la República acusado y llevado a juicio, la solidez del material probatorio les hace casi imposible construir un mártir sobre el supuesto de que es un perseguido político y víctima de sus detractores, todos estos amigos del “terrorismo, apátridas, castrochavistas y comunistas consumados”.

Aunque el propio imputado lo ha intentado presentándose en universidades privadas, la verdad es que parece casi imposible que de ese juicio brote un mártir. Hay que recordar que desde el preciso momento en el que la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) lo vinculó a la comisión de los delitos y ordenó su detención domiciliaria, varias empresas mediáticas afectas a la causa uribista le abrieron los micrófonos para que Uribe pudiera despotricar de la justicia, burlarse de su majestad, así como poner en duda la idoneidad de las juezas que negaron las impúdicas solicitudes de preclusión emanadas desde la Fiscalía de Francisco Barbosa.

Aunque lo sigan intentando, la vejez del hoy acusado y el creciente rechazo social, cultural y político que genera su pasado y decadente presente se erigen como reales obstáculos al temerario objetivo de convertirlo en una víctima del aparato de justicia.  Eso sí, el juicio, sí o sí, debe terminar en una declaratoria de culpabilidad. De suceder lo contrario, y a pesar de su evidente decrepitud, el golpeado uribismo se reencaucharía de tal manera que terminaría por legitimar candidaturas presidenciales de sus gregarios o fichas políticas que hoy se ven lejanas de alcanzar la presidencia en el 2026, justamente por estar atadas a la controvertida figura del expresidente y expresidiario, identificado por el Inpec con el número 1087985.

La posibilidad de que los delitos por los cuales hoy está en condición de acusado prescriban en el 2025 debe ser anulada por la propia jueza 44 o por otra instancia judicial, en la medida en que la prescripción de los delitos se tomaría como un triunfo político, lo que serviría a la construcción de ese controvertido mártir. En ese escenario, para las elecciones de 2026 Uribe recuperaría su papel de gran elector y ayudaría al envalentonamiento de sus seguidores y de quienes resulten favorecidos de sus guiños.

Una virtual condena por los delitos de fraude procesal y manipulación de testigos sería un gran golpe político a esa seudo doctrina llamada uribismo y para quienes insisten en la narrativa de que Uribe ha servido como “muro de contención contra el comunismo”, y que, si se ha equivocado, es por “su inmenso amor de patria”.

El Establecimiento que creó a Uribe y que lo usó para ver hasta dónde podría estirar su línea ética debe también entrar en razón y tomar la decisión de abandonarlo políticamente. Ya una parte de este lo hizo, pero aún hay agentes con poder político y económico que lo respaldan; eso sí, ese respaldo está fundado en un profundo agradecimiento por los beneficios económicos recibidos entre 2002 y 2010 y entre el 2018 y el 2022.

Los señores del Establecimiento colombiano deben reconocer que el triunfo de la izquierda y el progresismo en buena parte se produjo por los daños institucionales que dejó la hegemonía uribista en los dos periodos señalados. Los líos judiciales de Uribe aportaron al desprestigio del proyecto político de la derecha. Dejarlo solo es la alternativa que les queda, aunque desearían verlo como un mártir para dar continuidad al proceso de privatización del Estado, objetivo número 1 de Uribe Vélez, la más efectiva ficha que en los últimos años el Establecimiento ha logrado poner en la Casa de Nari.



Imagen tomada de YouTube.com



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