Por Germán Ayala Osorio
Murió Jorge Mario Bergoglio, el
primer Papa latinoamericano. El Pontífice argentino amante del fútbol e hincha de
San Lorenzo de Almagro que dejó para el mundo su Encíclica Laudato sí, maravilloso
texto que debería ser acogido por los estudiosos del cambio climático y de las
complejas relaciones Hombre-Naturaleza. Los economistas neoliberales también deberían
de leerlo y asumirlo como texto de reconversión ideológica.
El Papa Francisco nos hizo
olvidar al poco carismático y godo Joseph Aloisius Ratzinger, referente de la
línea más conservadora de la Iglesia Católica, multinacional de la fe que arrastra
una oscura historia, llena de crímenes y conductas muy propias de la aviesa
condición humana que se valida y reproduce en conventos, seminarios y en la
propia sede del Vaticano. El escritor colombiano, Fernando Vallejo desnudó sus
crueles andanzas en su libro La puta de Babilona. Basta con leer la
introducción para sentir el desprecio del autor y sospechar del poder del
Estado Vaticano, de sus anteriores encíclicas, pero sobre todo de la maldad que saben mimetizar muy bien los curas, cardenales y obispos en sus pulcras sotanas.
En la introducción, Vallejo la describe
como “la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la
torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del
Santo Oficio y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de
San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la
que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que
arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en
Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la
ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la
perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y
brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de
indulgencias; la que inventó a Cristo loco el rabioso y a Pedro-piedra…”
Con todo y lo dicho por la historia y el propio Vallejo, Francisco fue un Papa diferente. Liberal, afectuoso, carismático, cercano y revolucionario en muchos aspectos. Cuestionó la “guerra en Gaza”, pero se cuidó de calificar lo hecho por Israel como un genocidio contra el pueblo palestino. Quizás, en vida, Bergoglio entendió que debía guardar prudencia frente a esas correlaciones de fuerza que operan al interior de la iglesia católica y que devienen atadas a las prácticas fascistas de hombres creyentes y multimillonarios, que desde ya estarán presionando y rezando para que el sucesor de Bergoglio sea conservador, enemigo de la población LGTBI+, negacionista del cambio climático y sobre todo, complaciente con el genocidio en Gaza, el racismo y la "cruzada" contra los migrantes que desató recién el cucho de la Casa de Blanca.
Paz en la tumba de Jorge Mario
Bergoglio. Una curiosidad futbolera: el arquero argentino Hugo Orlando Gatti, conocido
como el “loco”, murió horas antes. Tapó en Boca y River. Gatti se le adelantó
al hincha de San Lorenzo de Almagro, seguramente para llegar a tiempo cuidar el
arco al que el Papa Francisco le hará tiros con su pierna izquierda. Como dicen
los creyentes, los “tiempos de Dios son perfectos”: se llevó a dos argentinos. Un
arquero “loco” y un Papa “revolucionario” rodeado de cientos de “Ratzingers” dentro y fuera de la perenne multinacional de la Fe.
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