Por Germán Ayala Osorio
El robo de la espada de Bolívar,
hoy hace 50 años, fue un hecho político-mediático muy propio del M-19, grupo
guerrillero que acostumbró al país y a la opinión pública a mirar con asombro,
rabia y admiración golpes de opinión como la extracción del sable (no se trata
propiamente una espada) de la Quinta de Bolívar en donde reposaba, así como hurtar carros de leche para regalarla a los más pobres en barrios
populares de Cali y claro, la inolvidable sustracción de 5000 armas del Cantón norte
de Bogotá.
La conmemoración de ese evento fue
asumida por los periodistas de Mañanas Blu como un hecho repudiable, por tratarse
de un delito. Nuevamente los colegas se quedan en las maneras, para evitar
asumir críticamente el fondo, o mejor, el trasfondo sociopolítico en el que hay
que ubicar y comprender el levantamiento armado de los años 60 y en particular
el robo de la espada del Libertador.
Como animales simbólicos que somos,
recordar ese tipo de hechos políticos no tiene la pretensión malévola que la
prensa derechizada ve en la celebración. Por el contrario, el actual gobierno entiende
la devolución al Estado del sable y su presencia durante la posesión
presidencial como un gesto de paz y reconciliación.
En lugar de hacer pedagogía para
la paz con el señalado símbolo, gran parte de la prensa bogotana fustiga las
actividades de recordación del robo de la espada de Bolívar, insistiendo en la
narrativa con la que se descalifica moralmente al presidente de la República por
haber militado en el M-19. Olvidan los reporteros que la violencia guerrillera
se dio en respuesta al terror y a las acciones criminales cometidas por el establecimiento
colombiano desde la constitución de la República.
En su perversa lectura,
conectaron la evocación de la histórica fecha, con una idea que la prensa
afecta al “viejo” régimen insiste en posicionar: en el gobierno de Petro se
prioriza la defensa de los victimarios y se niegan los derechos de las
víctimas. Así entonces, recordaron el cobarde atentado dinamitero que el ELN
perpetró contra la Escuela de oficiales de la Policía, General Santander, el 17
de enero de 2019. Y lo hicieron para decir que la actual administración prefiere honrar el robo de la espada, que la memoria de los jóvenes cadetes que cayeron por
la explosión del carro bomba que el ELN ingresó sin mayor problema a las instalaciones
policiales.
Eso sí, la conexión establecida
obliga al gobierno y a los ministerios comprometidos en la conmemoración de los
dos hechos a realizar las actividades correspondientes: de un lado, recordar el
robo de la espada de Bolívar y su posterior devolución como parte de nuestra memoria
política y el valor de la paz, en particular para el grupo guerrillero que
firmó un armisticio con el Estado, palabra que hasta el momento sus principales
figuras vienen cumpliendo; y del otro, el asesinato colectivo de los oficiales
en formación caídos en el atentado del ELN, como parte también de la violencia
política, pero también como parte de los sacrificios que como sociedad y Estado
se deben hacer para alcanzar el anhelo de la paz, en un país que soporta un ominoso
conflicto armado interno.
Imagen tomada de Publimetro.
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