Por Germán Ayala Osorio
De confirmarse el nombramiento de
Armando Benedetti como ministro del Interior, el presidente Petro apela al pragmatismo
con el que históricamente la derecha ha actuado al momento de entregar cuotas
políticas y negociar acuerdos: sin consideraciones morales pues la política en
Colombia desde el nacimiento de la República deviene inmoral y cochina, fruto
de una dirigencia empresarial y política tan mezquina como turbia y de una sociedad
fragmentada por la lucha de clases y la supina ignorancia que ostentan millones
de colombianos en todos los estratos sociales. Más claro: Petro está aplicando una de las
tantas fórmulas que trae el Manual Clientelista Colombiano (MCC).
Si la jugada se confirma, los
partidos de la oposición deberán tomarse con calma la llegada de Benedetti pues
el polémico y cuestionado político es de las entrañas del Establecimiento
colombiano representado por los conservadores, liberales, los de Cambio Radical
y Centro Democrático, entre otros. Como hijo legítimo de esa realidad cultural,
Benedetti podría lograr a través de las sempiternas componendas políticas (entrega
de burocracia y contratos) que el Congreso le apruebe a Petro las reformas a la
salud y laboral que siguen empantanadas en el Legislativo.
Si Benedetti alcanza esos dos
objetivos estratégicos para el progresismo de cara a las elecciones de 2026, Petro
y el país ganarían, pero la noción de cambio quedaría ahora sí sepultada como
consigna y bandera electoral para próximas contiendas electorales. Con Benedetti
como enlace entre el Congreso y la Casa de Nariño, la política en Colombia
vuelve a ser lo que siempre fue: un instrumento usado por toda suerte de
politicastros y grupos de interés para naturalizar el clientelismo como una
institución social que de la mano del ethos mafioso aseguró la consolidación de
clanes y una élite que se viene sirviendo del Estado para enriquecer a unos
pocos. Y eso incluye a las altas cortes, la Procuraduría y la Contraloría.
El eterno candidato presidencial
del uribismo y del GEA, Sergio Fajardo ya salió a decir que “nombrar a
Benedetti en el ministerio del Interior es aplaudir la politiquería, insultar
la lucha de las mujeres por sus derechos y reivindicar el todo vale. El
cambio quedó en la basura”. La crítica de Fajardo justamente
le da la razón a Petro en la medida en que el exgobernador de Antioquia
reconoce en Benedetti a un politicastro que ha sido liberal, santista, uribista
y que en el 2026 podría caer en cualquier colectividad porque conoce muy bien
como se mueve el Todo vale del que de manera hipócrita y oportunista habla
Fajardo.
Aunque la jugada política de
Petro es arriesgada, darle a la derecha de su propia pócima confirma que las
dificultades o los impedimentos para lograr cambios en el país como los que propuso
superan la fuerza del constituyente primario, las movilizaciones sociales y por
supuesto las buenas intenciones de su proyecto político.
Si las reuniones previas que
sostuvo Benedetti con un número importante de congresistas de varios partidos
resultan fructíferas en lo que tiene que ver con cambiar pareceres e incluso ir
en contra de las directivas de sus colectividades, las jefaturas de los
partidos involucrados sufrirían un golpe en su legitimidad, lo que confirmaría
las evidentes crisis de los partidos tradicionales. En adelante, la bolsa de
empleos clientelares ya no estaría en manos de los viejos dirigentes de los
partidos sino en los mandos medios y bajos de esas estructuras de poder que
tanto daño le han hecho a la ampliación y profundización de la democracia
colombiana.
Benedetti como ministro de la política
o del Interior pone en pausa la perspectiva del cambio, pero podría darle un
empujón enorme si alguien del progresismo o del medroso centro empiezan a
hablar de lo que este país necesita: una revolución cultural a la que nadie se
atreve apostarle porque ello implicaría proscribir el ethos mafioso al que como
sociedad nos acostumbramos todos, incluidos por supuesto empresarios, banqueros,
la academia, las fuerzas armadas y periodistas. Esa revolución cultural implicaría
sacar del juego electoral a Benedetti, a Uribe, a los Pastrana, a Fajardo y a
todos los que de manera directa o indirecta hicieron posible la consolidación
de un Establecimiento mafioso y criminal.
benedetti se reunió con por lo menos 15 congresistas - Búsqueda Imágenes
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