Por Germán Ayala Osorio
En el uso cotidiano del lenguaje aparecen expresiones que
suelen “ensuciar” la comunicación. “Literal”, en lugar de literalmente, es uno
de esos vocablos que se escuchan en la calle e incluso en oficinas. También la expresión “por dos”, para indicar
que se está de acuerdo es el de mayor acogida entre los jóvenes dentro de sus
conversaciones en las redes sociales. Pero hay una tercera que viene haciendo carrera:
“ese tema o hay un tema”; “es que ahí hay un tema”.
Con este último la gente evita decir que hay un asunto por
resolver, o quizás una decisión por tomar; o una circunstancia apremiante que se
debe enfrentar con diligencia. En ese afán por “ahorrar” tiempo y la
explicación clara de lo que sucede, el uso de la palabra “tema” es ya un
problema pandémico y el “tema” de esta columna.
Esos tres términos hacen parte de un problema social y cultural:
la falta de lectura en los colombianos y la necesidad de abreviar en medio de una
cotidianidad azarosa. Se suma al uso natural y cotidiano de esos tres vocablos
el que nadie se atreve a corregir por miedo a ser rechazado o sentir que no
hace parte del círculo social en el que dichas expresiones constituyen una
marca de pertenencia al grupo.
Creo que con el uso exagerado de esas expresiones las funciones
que propuso Jacobson terminan seriamente afectadas. Si es así, ese debería de
ser un tema de discusión académica. Recordemos las funciones: función emotiva o
expresiva, función apelativa o conativa, función poética o estética, función
referencial o informativa, función metalingüística, función fática.
Por ahora dejemos ahí el
asunto de los términos que vienen ensuciando la comunicación en espacios
públicos y privados. Aunque digan que esos vocablos dan cuenta de que la lengua
está viva, también se puede señalar que vive en medio de una grave pobreza
lexical de sus hablantes.
los usos de la lengua y lenguaje - Búsqueda Imágenes
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