Por Germán
Ayala Osorio
El conflicto entre
Palestina e Israel tiene visos étnicos, religiosos y territoriales y compromete
los tiempos tempranos de creación de la ONU y la operación temeraria y amañada
de las potencias que hacen parte del Consejo de Seguridad. No me referiré al
origen de las hostilidades y a la ubicación contextual en la convulsionada
región. Pondré el foco en la defensa que, a manera de justificaciones, aparecen
en quienes optan por apoyar a uno de los bandos, olvidándose de las víctimas
que cada bando produce.
Los medios
masivos occidentales y numerosos tuiteros y “expertos”, califican la acción
bélica del grupo Hamas, como un ataque despiadado contra civiles. Y
efectivamente, así fue, de acuerdo con las imágenes que circulan en la red. Olvidan quienes así leen los hechos, que el
Estado de Israel ocupa de tiempo atrás territorio palestino y construyó un
enorme muro que dividió a familias palestinas. Además, la enorme muralla viene
acompañada de torniquetes para el control de quienes a diario deben pasar por
la estructura. Es una forma clara de apartheid, lo que confirma la naturaleza
étnica del sempiterno conflicto. Hay allí ejercicios consistentes de violencia
simbólica, étnico-cultural y territorial que deben de ponerse de presente para ir
más allá de las valoraciones sesgadas que hacen pensar en que hay ataques militares
“buenos” y “malos”.
Esos elementos
le sirven a Hamas para justificar el feroz ataque, que no es otra cosa que una
retaliación a la histórica ocupación territorial, con las circunstancias ya
descritas líneas atrás. Se suma a lo anterior, la sistemática violación de los
derechos por parte de miembros del ejército israelí a niños y mujeres. Es
decir, los mayores riesgos y las consecuencias de la ocupación y de las
respuestas de Hámas a la misma, las padecen civiles. Y en mi condición de civil,
no puedo apoyar a ningún bando armado, por obvias razones. Pero mi negativa
también se da porque al apoyar al ejército israelí o a las milicias de Hámas,
estaría legitimando a los Señores de la Guerra (fabricantes y comerciantes de
armas), que se benefician de este y de otros conflictos bélicos. El conflicto
armado entre Hamas y el ejército israelí es, como el conflicto armado interno
de Colombia, un valioso mercado para fabricantes de armas y pertrechos. Lo
demás, son justificaciones que solo sirven para confirmar que somos una especie
aviesa de la que se puede esperar, siempre, lo peor.
Entonces, viene
la feroz respuesta del gobierno de Israel: declara el estado de guerra contra
el grupo “terrorista” Hamas, anuncio que pone de presente la vieja relación
asimétrica entre un Ejército poderoso como el israelí, apoyado por Estados Unidos
y varios países de Europa, contra un grupo armado que no opera como lo hacen
las fuerzas militares de Israel. En su acto de retaliación, Israel también
asesina civiles (palestinos) y muy seguramente, al igual que Hámas, captura miembros
de la población civil, para usarlos como botín en caso de un cese al fuego, con
miras a un intercambio humanitario.
Así entonces,
antes de defender a uno de los bandos enfrentados, piense en quiénes se
benefician económicamente de las hostilidades y a renglón seguido, si Usted es
un civil como yo, entonces preocúpese por las víctimas civiles que cada bando
está interesado en producir, porque, unos y otros, piensan como guerreros, a
los que la vida del otro, poco les importa porque, justamente, siguen órdenes (quizás
divinas, del comandante o del líder).
Adenda: Hamas
y el Estado de Israel practican el terrorismo, en el entendido en que ambos atacan
blancos civiles y generan miedo, dolor y terror en la población civil.
Adenda 2: En medio de las guerras y después de los armisticios, muy pocos piden el cierre de las fábricas de armas y la revisión de las creencias religiosas, cuando Iglesias y religiones, de la mano de tanques y fusiles, justifican los conflictos armados y el asesinato de civiles.
Adenda 3: Habrá paz en el mundo cuando se proscriban las religiones, con todos y sus dioses, y se cierren las fábricas de armas.
Imagen tomada de EL ESPECTADOR.
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