Por Germán Ayala Osorio
El crudo racionamiento de agua que
padecen los capitalinos es la oportunidad inmejorable para que desde el viejo ambientalismo,
el ecofeminismo y las otras maneras de asumir los crecientes conflictos socioambientales
del país, nazca un movimiento social y un partido político Verde capaces de poner
en cuestión el paradigma del desarrollo sostenible y las ideas urbanísticas que
lograron sembrar en la opinión y plasmar en el suelo bogotano los inefables e
irresponsables alcaldes distritales, Enrique Peñalosa y Claudia López.
El único partido que parece
llevar la bandera del ambientalismo es la Alianza Verde, pero la verdad es que esa colectividad de la centroderecha
está alejada de cualquier posibilidad de articular un discurso ambientalista capaz
de cuestionar, por ejemplo, el
crecimiento urbanístico de Bogotá, caracterizado por haberle declarado “la guerra”
a los humedales, y a otros cuerpos de agua sometidos a procesos de transformación
y sometimiento vinculados a intereses urbanísticos privados y alejados de cualquier
intención de aceptar que las pluricrisis que confluyen en el cambio climático
son reales.
Las ciudades colombianas en
general fueron pensadas de espaldas o en contra del recurso agua. Cali, la
ciudad de los siete ríos, es otro ejemplo de una urbe diseñada desde una lógica
desarrollista insostenible para los nuevos tiempos y realidades que nos plantea
el cambio climático. Y ni hablar de Medellín.
Los daños ecológicos y socio
ambientales que vienen sufriendo y acumulando el Amazonas, el Chocó
Biogeográfico y la Orinoquia constituyen un llamado de alerta para que los
defensores de la Naturaleza, ecólogos, botánicos, ingenieros forestales, sociólogos,
politólogos y políticos profesionales, entre otros más, se junten para consolidar un movimiento ambientalista
y un partido político Verde capaz de ofrecerle al país nuevas maneras de relacionarnos
con los ecosistemas naturales-históricos y por esa vía modificar sustancialmente
los principios paradigmáticos de una visión de desarrollo capitalista que viene
usando y reduciendo lo sostenible y la sostenibilidad a unas simples etiquetas
al servicio del greenwashing.
Es urgente dejar de pensar en una sostenibilidad funcional al desarrollo agro extractivo (minería, monocultivos y ganadería extensiva), para darle paso a una Sostenibilidad Sistémica que recoja factores étnico-culturales-identitarios diversos que se opongan de raíz a la racionalidad “blanca” con la que por ejemplo unas cuantas familias sometieron, violentaron y transformaron valiosos ecosistemas a lo largo y ancho del valle geográfico del río Cauca, para instalar el monocultivo de la caña de azúcar.
Es tiempo, entonces, de que las
ecofeministas y los defensores de los derechos de la Naturaleza lideren la
creación de un partido político que en clave biocentrista compita con los vetustos
partidos tradicionales del país, que vienen operando desde la arena pública
para dar continuidad al dañino modelo de desarrollo que hoy tiene en racionamiento
de agua a los capitalinos.
Finalizada la agridulce COP16, es
tiempo de confiarle a los ambientalistas la tarea de repensar la política y por
esa vía insistirle a los colombianos que de continuar aplicando a raja tabla el
actual modelo de desarrollo agro extractivo, como sociedad estaremos inmersos
en graves conflictos socioambientales a los que muy seguramente les
intentaremos dar solución a través de formas de violencia (física y simbólica) para
defender en últimas la violencia estructural (Galtung) que deviene atada a ese
capitalismo salvaje en el que seguimos instalados.
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