Por Germán Ayala Osorio
Cualquier análisis que se pretenda hacer de la coyuntura electoral en los Estados Unidos debe pasar, inexorablemente, por reconocer a ese país como una potencia militar, económica y política y por lo tanto, como actor responsable de guerras, invasiones y genocidios como el que actualmente adelanta su aliado Israel en la franja de Gaza contra el pueblo palestino. Esa condición de potencia militar y el jugar a ser el Gran Sheriff del mundo resulta determinante ideológicamente al interior de la nación.
Los Estados Unidos hacen parte importante de lo que Negri y Hardt llamaron imperio en aquel famoso libro que lleva ese mismo nombre. Sobre el papel de USA en este siglo XXI, los autores consideran que "los Estados Unidos ocupan un lugar privilegiado en el imperio, pero este privilegio no procede de sus similitudes con las antiguas potencias imperialistas europeas, sino de sus diferencias".
Aunque Negri y Hardt consideran que el imperialismo ya es cosa del pasado, y que esos controles y acciones de dominación propias del imperio están descentradas y por fuera de los alcances de los Estados-nación, políticos como Trump y Kamala siguen moviéndose pendularmente entre actuar como potencia imperialista y hacer parte activa de las nuevas condiciones de control y dominación de las variables económicas y políticas, así como de las formas de vida en el planeta, es decir, bajo las consideraciones del imperio. Las guerras y los conflictos armados les permiten Harris y a Trump moverse de esa manera oscilante.
Así las cosas, el virtual enfrentamiento electoral entre Kamala Harris y Donald Trump por la presidencia no puede reducirse a las ideas que cada uno de defiende, ubicando a la primera en la "izquierda" y al segundo en la "derecha", pues aquellas orillas ideológicas siempre quedarán sujetas a los hechos políticos, económicos y militares que requieran o supongan la intervención de los Estados Unidos. La lucha ideológica opera de manera distinta en naciones poderosas como los Estados Unidos. En países como Colombia, eternamente dependientes de lo que hace y diga el coloso del norte, el enfrentamiento entre la izquierda y la derecha son la expresión máxima del atraso político de su sociedad y en particular de los miembros de sus élites, que en lugar de jugársela por industrializar el país, lo que realmente les interesa es mantener sus privilegios de clase a través del sometimiento del Estado a sus caprichos y a lo único que los mueve: el carácter y el sentido rentista de sus actividades económicas.
Ante la renuncia del presidente Joe Biden a su aspiración reelectoral, Harris parece que será la candidata que enfrentará al troglodita y putero, Donald Trump, un empresario que se ha servido de la política para enriquecerse y para dar rienda suelta a su xenofobia, machismo y racismo. Entre tanto, Harris es una carismática mujer afro-asiática, hija de inmigrantes, y con un factor que puede jugar a su favor: es más joven que Trump.
El expresidente Trump es un machito cabrío que despierta un peligroso nacionalismo en una nación que le debe mucho a los millones de migrantes que llegaron a territorio americano detrás del sueño americano. La presencia de latinos en las fuerzas armadas, en particular en el Army, es un ejemplo de que los migrantes del sur empobrecido han asumido la cultura americana hasta el punto de que sus hijos están en disposición de ofrendar sus vidas por defender la bandera de las 50 estrellas y las 13 franjas horizontales, sin importarles si las guerras o los conflictos provocados son legítimos; y mucho menos, les importará si los aliados de USA perpetran genocidios o violan el DIH. En este último aspecto, por supuesto que separan totalmente de la idea de imperio planteada por Negri y Hardt. Eso sí, la fabricación y venta de armas es un factor motivacional muy grande para republicanos y demócratas, así estos últimos en lo interno quieran poner más controles a la venta de libre de armas para los ciudadanos.
Eso sí, no es correcto pensar que Harris, por ser mujer afro e hija de inmigrantes, tomará distancia de lo hecho hasta el momento por Biden. Ella está obligada por la historia misma de los Estados Unidos, por el sentimiento nacionalista y por las exigencias del pueblo americano, incluidos los migrantes latinos, a mantener y extender en el tiempo la supremacía de los Estados Unidos en América y en el resto del planeta. Y mantener su papel clave dentro de la idea de imperio. De llegar a la Casa Blanca, Harris podrá hacer cambios en lo interno, como mejorar el sistema de salud, atacar la inflación y el desempleo y tratar de corregir los errores que cometió Biden en el manejo del grave problema migratorio que subsiste en la frontera con México.
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