domingo, 6 de agosto de 2023

La “Bancarización” de la democracia

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Parece haber consenso social y político alrededor de la idea de que la democracia colombiana deviene no solo formal y procedimental, sino anclada a la debilidad del Estado y a la operación de las instituciones públicas bajo los criterios y las lógicas de agentes económicos que insisten en privatizarlo y por esa vía extender en el tiempo los intereses de clase de la élite económica, al tiempo que erosionan el sentido colectivo que acompaña al Estado.  

A lo anterior se suma la “bancarización”. Que una democracia devenga “bancarizada” es el resultado de la intervención política y económica de los banqueros en los comicios, a partir del momento en el que sus propietarios patrocinan campañas a la Presidencia y al Congreso, con el propósito de que sus patrocinados, al resultar electos, estarán obligados a trabajar en función de los intereses del sistema financiero. Es decir gobernar y legislar para que el sistema financiero y los bancos operen bajo las mayores ventajas institucionales, en particular, para que se mantengan los privilegios en materia de pago de impuestos al fisco nacional. 

Esta expresión clara de la bancarización de la democracia tiene otro ingrediente que incide, negativamente, al momento de hacer efectivo el derecho a ser elegido: la apertura de cuentas bancarias y la entrega de las pólizas como garantía de seriedad de los movimientos por firmas o la de los aspirantes que de manera individual aspiren a llegar a un cargo de elección popular. La intervención de los bancos y las aseguradoras limitan las aspiraciones de los ciudadanos que buscan ser elegidos, lo que abre las puertas para que en el mercado electoral entren a participar narcotraficantes y lavadores de dinero de disímiles mafias.

En el diario El Colombiano, se lee lo siguiente: “Los precandidatos por movimientos significativos de ciudadanos se encuentran en la encrucijada entre decidir si se retiran de la contienda, buscan un aval o se presentan y respaldan la candidatura con elevadas sumas de dinero llamadas pólizas de seriedad. Lo que en principio resultaba una ventaja, que les permitió incluso realizar campaña anticipada, tuvo un efecto de boomerang, pues al no estar respaldados por un partido, el nivel de éxito es relativo y los bancos no prestan el dinero”.

Así las cosas, el derecho a ser elegido queda reducido a la conveniencia y a la red de relaciones (contactos) que los aspirantes tengan para poder acceder a pólizas de “seriedad” en bancos y aseguradoras.

Los aspirantes a representar a las víctimas de los actores armados a través de las 16 curules transitorias de paz se enfrentan hoy a las barreras que expone lo que aquí llamo la “bancarización” de la democracia. Esta nueva característica de la democracia colombiana se explica en buena medida porque, al decir de Pepe Mujica, la política quedó engrillada a la economía. En sus palabras: “la eterna madre del acontecer humano, quedó engrillada a la economía y el mercado", delegando el poder "y se entretiene aturdida luchando por el gobierno".

Bajo esas circunstancias actúa el banquero colombiano, Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien, de tiempo atrás no solo funge como el gran mecenas de los candidatos a la presidencia y al Congreso, sino que  hoy es uno de los grandes latifundistas que de manera irregular acaparó cientos de miles de hectáreas de baldíos en la Orinoquia. Una vez sus patrocinados resultan electos, pasan a ser sus empleados.



Imagen tomada de la Silla Vacía. 

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