Por Germán Ayala Osorio
El lenguaje es la casa del ser, dijo Heidegger. Luego, Habermas,
Austin y Searle dijeron que los actos de habla constituyen acciones. Al habitar
en el lenguaje, cada que emitimos un juicio de valor, consignamos una
explicación o una duda argumentada, no solo estamos orientando acciones, sino que
invitamos a otros a que nos acompañen en la ejecución de estas, lo que supone
una legitimidad, sin importar si dichas acciones buscan eliminar físicamente a
alguien.
También hay que decir que, en los usos particulares de la
lengua nos desnudamos y dejamos ver nuestras partes pudendas. Bueno, creo que
el congresista Polo Polo, sin advertirlo, se desnudó ante el país con su discurso
violento y la intención de defenestrar al presidente.
La arremetida lingüística de Polo Polo se dio en el marco de las
marchas que organizaron los opositores a las reformas del gobierno de Petro y
los enemigos del presidente. Esta vez el congresista Miguel Abraham Polo Polo
dejó salir su animadversión hacia Gustavo Petro, a quien le recordó su pasado
guerrillero y lo exhortó a que respondiera si tenía algo que ver con la muerte
violenta del coronel Dávila.
El congresista que dice representar los intereses de los pueblos
afros lanzó una amenaza que nos hace recordar otras frases “célebres” muy
propias del uribismo: “bala es lo que viene”, o la que en su momento emitió Álvaro
Uribe Vélez: “o se callan, o los callamos”; Polo Polo dijo: “señor Petro, o se
aquieta, o lo aquietamos”.
Con su discurso, el cuestionado congresista empezó a caminar
por las finas cuerdas del Código Penal. Al amenazar al presidente de la República,
el político traspasó una frontera ética, política y moral que ameritaría una intervención
urgente del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia, así como de la
Procuraduría General de la Nación. Polo Polo arengó e incitó a quienes lo oían
y aplaudían, a cumplir a cabalidad la acción, temeraria por demás, de “aquietar”
al presidente de la República.
En un ejercicio de interpretación del acto de habla del
congresista, aquietar supone “detener, impedir o amarrar a alguien”. En la
jerga propia de matones, aquietar supondría asesinarlo o acallarlo violentamente.
Sería bueno que este homúnculo que representa la ira les explicara a las altas Cortes
y al país, a qué exactamente está invitando con su acto de habla: ¿a matar al
presidente, a sacarlo de la Casa de Nariño o a ponerle un bozal? Cualquiera de
las tres acciones niega la posibilidad de dialogar para que, en un intercambio
de argumentos, triunfe el más sólido.
Claro que no se le puede pedir mucho a este vociferante
político, poco leído y con un capital social y cultural empobrecido. Su cuestionada
curul solo le ha servido para exponerse como un ser básico, que le facilita ser
instrumentalizado por quienes creen, erróneamente, que él puede liderar una Oposición
seria, respetada y legítima.
Le recomiendo leer a Zuleta (no confundirlo con Poncho Zuleta). En
particular, El Elogio de la Dificultad. Ojalá lea ese texto antes de que le quiten
la curul por una posible usurpación, de acuerdo con las razones que expusieron
quienes demandaron su elección como congresista, a nombre de los pueblos afros.
Imagen tomada de Canal 1
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