Por
Germán Ayala Osorio
Las marchas programadas
para mañana 20 de junio están atadas al miedo, la nostalgia, el odio ideológico,
la ignorancia, la viveza y la firmeza. En cada uno de los 6 vocablos es posible
ubicar a quienes saldrán a exponer, en total libertad y sin miedo a que el ESMAD
les saque los ojos, o les lance gases lacrimógenos. En cada una de esas palabras
y conceptos podemos ubicar, como mínimo a 10 personas. Y de puñado en puñado,
vamos identificando a quienes protestarán pacíficamente.
Los que marchan
por miedo, lo hacen por el terror que les produce la palabra cambio, en un país
en el que por primera vez un presidente intenta modificar circunstancias
históricas que explican y reproducen la inequidad, la desigualdad, el racismo y la pobreza
existentes. Porque en estos largos años de República, Colombia siempre “cambió”
para que todo siguiera igual. El miedo es explicable porque la nomenclatura
cambio deviene con un sentido maximalista que se conecta con la tradición: acá
nada funciona, siguen la corrupción, las masacres, las guerrillas, los secuestros,
los homicidios, el robo callejero y el desempleo. Pretender cambiar esas complejas
realidades, en cuatro años, resulta arriesgado. Y si a lo anterior se suma el miedo
inoculado por medios y periodistas de la derecha tradicional, de que nos vamos
a convertir en Venezuela, entonces ese miedo los obliga a movilizarse y a expresarse.
Quienes se
preparan desde ya para salir a protestar de la mano de la nostalgia, son
aquellos viudos del poder, contratistas, clientelistas, amigos de políticos que
le apostaron a que Rodolfo Hernández sería el presidente de la República, lo
que les garantizaría contratos, prebendas y vaya uno a saber qué más. Quienes
perdieron la oportunidad de seguir succionando del erario, por supuesto que
tienen todo el derecho a salir a protestar desde la nostalgia.
De igual manera
es posible encontrar a quienes caminarán sobre el quebradizo pavimento, de
gancho del odio ideológico y político que profesan hacia el presidente, por su
pasado guerrillero. No aceptan que se haya levantado en armas en contra del Estado,
a pesar de la ilegitimidad de ese orden establecido y forma de dominación. Su cabeza
no les da para comprender lo que sucedía en este hemisferio en el marco de la Guerra Fría. Al odiar a Petro, a quien señalan, equivocadamente, de haber participado de la toma
del Palacio de Justicia, extienden sus resquemores hacia todos los que no
piensan como ellos, porque están parados, sin saberlo, en la doctrina del
enemigo interno. Y en lugar de provocar encuentros dialógicos en los que, al
exponerse argumentos, se espera que triunfe el más sólido, se promueven peleas e intercambio de improperios. Por el contrario, y
sin haber leído ellos a Estanislao Zuleta, insisten en lo planteado por el gran
pensador colombiano: “…En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a
un juicio de pertenencia al otro – y el otro es, en este sistema, sinónimo de
enemigo-, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla
peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición,
sino también toda diferencia: el que no está conmigo está contra mí, y el que no
está completamente conmigo, no está conmigo…”.
Por supuesto que
otro puñado de colombianos saldrá mañana poseídos o guiados por la ignorancia
inoculada por los medios masivos que llevan 10 meses generando pánico económico
y divulgando mentiras y medias verdades. También es bueno decir que esa
ignorancia supina en grado mayor es responsabilidad de todos aquellos que
prefieren seguir en ese estado, por pereza de leer, por miedo a revisar su
propia realidad o simplemente porque no quieren confrontar a quienes son los
responsables de todos los problemas que arrastra el país de tiempo atrás.
Los que saldrán
de la mano de la viveza, los llamaremos los “avispados”. Son aquellos que
marcharán a cambio de un dinero, un almuerzo o un kit de algo pasajero. Esos “avispados”
son víctimas de aquellos que, con poder económico, pueden darse el lujo de “contratar”
gente para hacer bulto y lograr fotografías impactantes que confirmen que la Oposición es mayoría en Colombia, lo que justificaría golpes de Estado blando o la defenestración del Presidente, tal y como lo han vociferado algunos reservistas que se dicen defensores de la democracia.
A pesar de todo
lo anterior, bienvenidas las marchas de los críticos y enemigos del actual
gobierno. Eso legitima la democracia y dice cosas positivas del actual
gobierno, porque las consignas que expresen en los recorridos no serán respondidas
por el ESMAD asesino que sacó a las calles el fatuo, infantil y mediocre
presidente Iván Duque Márquez.
Y en el último
puñado pueden confluir los que, con toda firmeza no aceptan que la izquierda y
el progresismo sean gobierno. Esa firmeza puede estar asociada a un análisis de
las variables macroeconómicas. Aunque en la discusión aceptan que Petro hasta
el momento cumple con la regla fiscal y sus medidas económicas son igual de ortodoxas
que las de sus antecesores, prefieren que quien gobierne sea un consumado
neoliberal.
El gobierno de
Petro tiene la obligación de escuchar a los marchantes para hacer ajustes y
para acelerar los cambios prometidos. Igual actitud deben asumir los petristas.
Marcar diferencias con los gobiernos anteriores es un imperativo moral. Y la
primera diferencia que hay que exponer es la de evitar caer en lo que planteó
Zuleta (no Poncho).
Imagen tomada de Semana.com
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