Por Germán Ayala Osorio
Desde el 7 de agosto de 2022 se viene hablando de la
posibilidad o la intención de un sector del viejo régimen, de tumbar al
presidente Gustavo Petro. Motivos hay suficientes: sectores de la derecha y la
ultraderecha están incómodos con las decisiones tomadas por el actual gobierno,
en particular la de golpear las finanzas de los narco paramilitares, a través
de la incautación de cientos de miles de toneladas de droga y la quema de
dragas con las que extraen oro de ríos en zonas selváticas. A lo anterior se
suma la ruptura de las ya naturalizadas relaciones de la clase política con los
narcos, de las que fue posible en el pasado la financiación de campañas
presidenciales por parte de los carteles de la droga, de estructuras
narco-paramilitares o de figuras nominales como la el Ñeñe Hernández, quien
financió la campaña de Iván Duque Márquez.
Para darle algo de veracidad al rumor de un posible golpe de
Estado los medios de comunicación hablaron de ruidos de sables, de la desmoralización
de la tropa y de la salida masiva de oficiales que irían a engrosar las filas
de los posibles golpistas. Lo cierto es que son los medios masivos
tradicionales los que vienen actuando en función de generar, por lo menos por
ahora, lo que se conoce como un <<Golpe de Estado Blando>>.
También se le conoce como “golpe en cubierto o suave”. En el Golpe de Estado
Blando confluyen estrategias y acciones de propaganda negra y gris, así como la
generación de incertidumbres y miedo en la población civil, a partir de
titulares malintencionados, como el más reciente de la revista Semana, Colombia
va mal. A la malévola portada se suman campañas de desprestigio de
la que hacen parte tuiteros e influenciadores, empeñados en afectar la imagen
del presidente de la República, de sus ministros y de la Vicepresidenta. Se
atreven a calificar al presidente de “dictador” y “tirano”. También sirven a
ese propósito acciones legales conducentes a torpedear la reforma laboral, en
salud y pensional que tocan intereses políticos y económicos de sectores societales
que de tiempo atrás lograron hacerse con el Estado.
Después de la portada de Semana vino la campaña Libertad y
Orden, acompañada del escudo de Colombia, de la que se sirvió la Oposición para
insistir en que el país está descuadernado y que va sin rumbo. Nuevamente el
responsable es uno solo: Gustavo Petro. Insisten los opositores a Petro en el
regreso de la política de seguridad democrática, lo que en términos de la lucha
contra las drogas y las estructuras narco paramilitares significa mantener en el
tiempo el maridaje que alias Otoniel reconoció que existía entre el Clan del
Golfo y sectores de la policía y el Ejército. Los enemigos del gobierno exigen
mano dura contra manifestantes y campesinos cocaleros, al tiempo que esperan
una condescendiente y amorosa contra grupos narco paramilitares cercanos a
miembros del establecimiento colombiano.
No se puede desconocer que existe una cruzada mediática liderada por EL TIEMPO y SEMANA con la que sus propietarios están empeñados en generar un mal ambiente social y político y por esa vía, generar miedo en la población. A lo anterior se suma la postura política de franca confrontación con el Ejecutivo, que asumió el fiscal Francisco Barbosa, a propósito de varias de las iniciativas legislativas presentadas al Congreso, relacionadas con la Paz Total y la ley de sometimiento a la justicia, con las que el gobierno quiere desmontar estructuras armadas sin estatus políticos (narco paramilitares). Barbosa funge desde ya como el candidato presidencial con el que la derecha buscará recuperar la Casa de Nariño en el 2026.
Es posible que el Golpe de Estado Blando no escale a un Golpe
de Estado que implique la salida de Petro y consecuentemente se produzca una
ruptura institucional y constitucional. No creo que Washington esté dispuesto a
apoyar un escenario golpista en Colombia, a pesar de las diferencias con el
presidente Petro en el cómo luchar contra el flagelo del narcotráfico. Lo que
no se puede negar es que hay periodistas y empresas mediáticas que están
jugando con candela y no precisamente para defender la democracia. Por el
contrario, le están apostando a que el viejo régimen sobreviva a los cuatro
años de Petro.
Imagen tomada de la Revista Raya
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