sábado, 31 de mayo de 2025

MAURICIO LIZCANO SE LANZA POR LA PRESIDENCIA

Por Germán Ayala Osorio

 

Óscar Mauricio Lizcano Arango, exministro de las Tics del gobierno Petro hizo pública su aspiración presidencial con dos promesas de campaña, sujetas a una trillada aspiración nacional: el primer ofrecimiento va en dirección a formar un equipo de rivales integrado por gente de izquierda y derecha; y la segunda, acabar con la Paz Total a la que considera fracasada.

Ese anhelo nacional se expresa en la ya desgastada idea de “unir a los colombianos”. Al parecer, Lizcano Arango le estaría apostando a fungir como el “presidente bisagra” capaz de unir a los expresidentes y a los sectores de poder que cada uno representó cuando estuvieron en la Casa de Nariño. Quizás tenga en mente dar cumplimiento a lo prescrito en el artículo 188 de la Constitución Política que señala “que el presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”.

Resulta loable que Lizcano recoja esa aspiración porque nadie niega los altos niveles de polarización política y crispación ideológica por los que atraviesa el país debido a la incapacidad compartida entre el presidente Petro, los líderes de los partidos tradicionales y los políticos de la derecha  a los que invitó a trabajar para generar consensos. Eso sí, Lizcano miente al presentarse como un candidato independiente, que no tiene jefes y alejado de la política tradicional. Cae en el mismo error en el que incurren candidatos como David Luna y Vicky Dávila. Detrás del exministro de Petro está Uribe, con quien está emparentado: el expresidente antioqueño y expresidiario es su padrino de matrimonio.

Así se define Lizcano: “Yo no soy de ningún ‘ismo’. Mi mayor fortaleza es haber conocido a todos: al presidente Uribe, al presidente Santos, al presidente Petro, a Germán Vargas. No hay otro candidato que los pueda unir a todos”. Quizás lo que el país necesite no es unirlos a todos, sino proscribir las ideas y las prácticas de aquellos que desde la Casa de Nariño le hicieron daño a la política y al país. Y hay consenso alrededor de la idea de que de los nombrados el más maléfico y perjudicial fue Álvaro Uribe Vélez, su padrino de matrimonio. Así las cosas, Lizcano, al igual que David Luna, saben que sus candidaturas no tienen mayor futuro, pero les alcanzará para negociar los votos que puedan arañar, si es que antes de no deciden adherir al candidato de la derecha que mejor le esté yendo en las encuestas.

En lo que toca a sus dos promesas Lizcano dice que “vamos a llamar a los mejores hombres y mujeres de la izquierda y la derecha para que sean parte de su gobierno. Formaremos un equipo de rivales. Vamos a trabajar alrededor de construir puentes y no de construir muros como están haciendo todos los demás candidatos”. Si su manera de “unir” a los expresidentes y a los sectores de poder que representan está sujeta a la repartición de burocracia, entonces Lizcano, como “presidente bisagra”, está pensando tan solo en la primera parte del artículo 188 y no en la segunda, eternamente incumplida por todos los jefes del Estado. Quien le apostó a darle cumplimiento fue Petro y la derecha uribizada se le opuso. Esa es la fuente y la génesis de la polarización política y la crispación ideológica que Lizcano cree que puede superar entregando puestos a unos y otros.

Como Óscar Mauricio Lizcano sabe que los partidos políticos arrastran una mala imagen por haberse convertido en estructuras clientelistas con las que el ethos mafioso se naturalizó en Colombia, opta por lanzarse por firmas y dar vida a un movimiento político pasajero llamado “Firmes con Lizcano, Colombiamismo”.  Los movimientos ciudadanos por firmas no son otra cosa que una fachada y la estratagema política-electoral de quienes creen posible engañar a los votantes, presentándose como independientes, cuando los acompañan los vicios y las prácticas politiqueras que convirtieron la democracia colombiana en una formalidad.

En lo que toca a la Paz Total, este nuevo aspirante presidencial se propone “acabar con la Paz Total porque ha sido un total fracaso porque ha aumentado el secuestro, la extorsión, ha aumentado la inseguridad en las regiones; eso no significa que no vayamos a buscar la paz, pero la buscaremos desde la seguridad y con una estrategia clara y definida para recuperar la tranquilidad de todos los colombianos”. Lo que debería de hacer Lizcano es comprender que a pesar del fracaso de la Paz Total, el presidente Petro deja en construcción un nuevo escenario político- o quizás prepolítico- cuando en su eventual presidencia decida buscar la paz negociada o pacificar el país a las malas retomando los principios de la política de seguridad democrática que supo ejecutar su padrino de matrimonio.

Lizcano exhibe un discurso básico y desgastado. Se nota que su experiencia burocrática en varios gobiernos no logró atarla a una sólida formación conceptual y política que les permita a las audiencias pensar en que “le cabe el país en la cabeza”. Estimado Óscar Mauricio Lizcano Arango, pensar en “ganar en gobernabilidad y lograr consensos” sobre la base de entregar cuotas burocráticas es un total reduccionismo. Este país necesita de un cambio cultural del que por lo visto Usted aún no se percata. Usted, al igual que David Luna, es un manzanillo



Imagen tomada de La Silla Vacía. 

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