Por Germán Ayala Osorio
Óscar Mauricio Lizcano Arango,
exministro de las Tics del gobierno Petro hizo pública su aspiración
presidencial con dos promesas de campaña, sujetas a una trillada aspiración
nacional: el primer ofrecimiento va en dirección a formar un equipo de rivales
integrado por gente de izquierda y derecha; y la segunda, acabar con la Paz Total
a la que considera fracasada.
Ese anhelo nacional se expresa en
la ya desgastada idea de “unir a los colombianos”. Al parecer, Lizcano Arango
le estaría apostando a fungir como el “presidente bisagra” capaz de unir a los
expresidentes y a los sectores de poder que cada uno representó cuando
estuvieron en la Casa de Nariño. Quizás tenga en mente dar cumplimiento a lo prescrito
en el artículo
188 de la Constitución Política que señala “que el presidente de la
República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la
Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades
de todos los colombianos”.
Resulta loable que Lizcano recoja
esa aspiración porque nadie niega los altos niveles de polarización política y
crispación ideológica por los que atraviesa el país debido a la incapacidad compartida
entre el presidente Petro, los líderes de los partidos tradicionales y los
políticos de la derecha a los que invitó
a trabajar para generar consensos. Eso sí, Lizcano miente al presentarse como un
candidato independiente, que no tiene jefes y alejado de la política
tradicional. Cae en el mismo error en el que incurren candidatos como David Luna
y Vicky
Dávila. Detrás del exministro de Petro está Uribe, con quien está
emparentado: el expresidente antioqueño y expresidiario es su padrino de
matrimonio.
Así se define Lizcano: “Yo no
soy de ningún ‘ismo’. Mi mayor fortaleza es haber conocido a todos: al
presidente Uribe, al presidente Santos, al presidente Petro, a Germán Vargas. No
hay otro candidato que los pueda unir a todos”. Quizás lo que el
país necesite no es unirlos a todos, sino proscribir las ideas y las prácticas
de aquellos que desde la Casa de Nariño le hicieron daño a la política y al
país. Y hay consenso alrededor de la idea de que de los nombrados el más maléfico
y perjudicial fue Álvaro Uribe Vélez, su padrino de matrimonio. Así las cosas,
Lizcano, al igual que David Luna, saben que sus candidaturas no tienen mayor
futuro, pero les alcanzará para negociar los votos que puedan arañar, si es que
antes de no deciden adherir al candidato de la derecha que mejor le esté yendo
en las encuestas.
En lo que toca a sus dos promesas
Lizcano dice que “vamos a llamar a los mejores hombres y mujeres de la
izquierda y la derecha para que sean parte de su gobierno. Formaremos
un equipo de rivales. Vamos a trabajar alrededor de
construir puentes y no de construir muros como están haciendo todos los
demás candidatos”. Si su manera de “unir” a los expresidentes y a los
sectores de poder que representan está sujeta a la repartición de burocracia,
entonces Lizcano, como “presidente bisagra”, está pensando tan solo en la primera
parte del artículo 188 y no en la segunda, eternamente incumplida por todos los
jefes del Estado. Quien le apostó a darle cumplimiento fue Petro y la derecha uribizada
se le opuso. Esa es la fuente y la génesis de la polarización política y la
crispación ideológica que Lizcano cree que puede superar entregando puestos a
unos y otros.
Como Óscar Mauricio Lizcano sabe que los
partidos políticos arrastran una mala imagen por haberse convertido en
estructuras clientelistas con las que el ethos mafioso se naturalizó en Colombia,
opta por lanzarse por firmas y dar vida a un movimiento político pasajero
llamado “Firmes con Lizcano, Colombiamismo”. Los movimientos
ciudadanos por firmas no son otra cosa que una fachada y la estratagema
política-electoral de quienes creen posible engañar a los votantes,
presentándose como independientes, cuando los acompañan los vicios y las
prácticas politiqueras que convirtieron la democracia colombiana en una
formalidad.
En lo que toca a la Paz
Total, este nuevo aspirante presidencial se propone “acabar con la
Paz Total porque ha sido un total fracaso porque ha aumentado el secuestro, la
extorsión, ha aumentado la inseguridad en las regiones; eso no
significa que no vayamos a buscar la paz, pero la buscaremos desde la seguridad
y con una estrategia clara y definida para recuperar la tranquilidad de todos
los colombianos”. Lo que debería de hacer Lizcano es comprender que a pesar
del fracaso de la Paz Total, el presidente Petro deja en construcción un nuevo
escenario político- o quizás prepolítico- cuando en su eventual presidencia
decida buscar la paz negociada o pacificar el país a las malas retomando los
principios de la política de seguridad democrática que supo ejecutar su padrino
de matrimonio.
Lizcano exhibe un discurso básico
y desgastado. Se nota que su experiencia burocrática en varios gobiernos no
logró atarla a una sólida formación conceptual y política que les permita a las
audiencias pensar en que “le cabe el país en la cabeza”. Estimado Óscar Mauricio
Lizcano Arango, pensar en “ganar en gobernabilidad y lograr consensos” sobre
la base de entregar cuotas burocráticas es un total reduccionismo. Este país
necesita de un cambio
cultural del que por lo visto Usted aún no se percata.
Usted, al igual que David Luna, es un manzanillo.
Imagen tomada de La Silla Vacía.
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