Por Germán Ayala Osorio
Al presidente Gustavo Petro, por ser
de izquierda, la prensa y el establecimiento le exigen, como jamás lo hicieron
con anteriores mandatarios, que debe “unir a los colombianos” dando cumplimiento
al artículo 188 de la Constitución que señala que el “presidente de la
República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución
y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los
colombianos”.
Esos sectores de poder
tradicional solo aluden a la primera parte del señalado artículo, pero no
examinan que, justamente, en la segunda parte, la más importante quizás, está
la apuesta del actual gobernante: garantizar los derechos y libertades a todos
los colombianos, de ahí que las reformas a los sistemas de aseguramiento en
salud y pensión van en esa dirección, al igual que la reforma laboral. Y en lo
que respecta al asunto de garantizar libertades, la derecha ha podido salir a protestar
sin que el Esmad les haya atropellado y mucho menos, disparado a los ojos a los
cientos de miles de manifestantes, como sí ocurrió en el gobierno del
presidente-títere, Iván Duque Márquez, a quien jamás le exigieron que cumpliera con el 188.
Después de escuchar al presidente
durante la conmemoración del Día del Trabajo, nuevamente la derecha y sus
medios masivos volvieron a recordarle a Petro el artículo 188, pero solo en su
primera parte. Y lo hicieron porque siguen pegados a las formas y no al fondo. Y
es normal que así les parezca porque jamás tuvieron que lidiar con un outsider,
con un congresista crítico y con un presidente impulsivo, y de repeso, exguerrillero,
que sigue fiel a su ideario político y revolucionario. Hubieran preferido que
hubiese llegado a la Casa de Nariño un ser obediente e incapaz de pensar por sí
mismo, como el pelele y homúnculo del Iván Duque.
Pensarán que Duque si cumplió con
el artículo 188, a pesar del manejo desastroso y criminal que le dio a la economía
y al estallido social. Los más de 60 jóvenes afectados en sus ojos por el Esmad
durante la administración del títere de Uribe Vélez debe ser una buena forma de
unir a los colombianos. Y la reforma tributaria de Carrasquilla, la misma que generó
las violentas protestas ciudadanas, también apuntaba, según la derecha, a dar cumplimiento
a lo prescrito en el 188 de la carta política, en su segunda parte. Por favor, señores, bájenle un tantico al cinismo.
Y si nos vamos un poco más atrás,
entonces los 6402 jóvenes asesinados por el Estado durante el gobierno de Álvaro
Uribe Vélez también fueron un bello gesto de unión; al igual que el discurso vulgar
y violento del caballista con el que intimidó a todo aquel que criticara sus
políticas neoliberales que acabaron con la agricultura, el campesinado, y
desmejoraron las condiciones laborales de millones de trabajadores. Si algo hicieron
Duque y Uribe durante 12 años fue desconocer la segunda parte del 188, porque nadie
jamás se atrevió a exigirles que unieran a los colombianos porque los medios
masivos y los líderes de opinión que hoy le exigen a Petro que lo haga,
estuvieron alineados y cooptados por esa seudo doctrina que se llama uribismo. Convendría,
para una sana discusión, que, al citar un artículo de la Constitución, se
hiciera de manera completa para no hacer caer a la gente en engaños.
Claro que el país está dividido.
Las marchas así lo constatan. El clasismo, el arribismo y el racismo alimentan
el evidente enfrentamiento entre dos maneras disímiles de entender lo que el
país realmente necesita. Petro cree que es posible vivir bajo condiciones de un
Estado de Bienestar al mejor estilo europeo de los años 80; mientras que la
derecha uribizada, considera que Colombia entre 2002 y 2010, garantizó la “confianza
inversionista y la cohesión social”, en el marco de un artificioso Estado
comunitario y un peligroso Estado de opinión.
Para la derecha uribizada, antes
de la llegada de Petro al Solio de Bolívar, Colombia era una especie de Suiza,
un paraíso con un único lunar: la presencia otoñal de una guerrilla tan infame
y violenta, como las medidas neoliberales aplicadas a rajatabla desde César Gaviria,
pasando por Pastrana, Uribe, Santos y Duque. Eso sí, mientras señalaban a ese gran lunar, con visos de malignidad, se dedicaron a ocultar el gran problema del país: la corrupción público-privada. Y para la izquierda y el
progresismo, Colombia viene operando como un Estado corporativo, privatizado y
criminal, al servicio de una oligarquía "anacrónica, vetusta y premoderna".
Si logramos superar el clasismo, el
arribismo y el racismo (nos odiamos entre nosotros), quizás sea más fácil
encontrar los puntos comunes que nos unan para que a un presidente le quede más
fácil cumplir con el 188. Eso sí, también se va a necesitar que esos cientos de
miles que salieron a marchar “emberracados” dejen de pensar y decir que, antes
de la llegada de Petro, éramos la Suiza de América, cuando llevamos 200 años siendo un platanal con bandera.
Estamos viendo la síntesis de los 2 marchas, en el medio el PUEBLO que salió ni participo pero va decidir el rumbo de los próximos años y los de Petro dieron una lección vigorosa de Democracia Real!!
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