sábado, 31 de mayo de 2025

ASESINAR A PETRO: ¿POSIBILIDAD O PARANOIA?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El caso de las carcasas de lanzagranadas (basucas) encontradas por la Policía al sur de Bogotá y no asociadas institucional y protocolariamente a un posible atentado contra el presidente Petro activa nuevamente la narrativa presidencial que indica que de tiempo atrás hay un plan para asesinarlo. La orden está dada, aseguró el propio jefe del Estado.

Si la información recogida por la inteligencia policial y militar confirma la existencia de un plan criminal en contra del presidente Petro, el asunto a considerar no estaría tanto en la posibilidad de que la orden se cumpla estando en la Casa de Nariño, sino más bien una vez abandone el poder.  Asesinar a Petro en su calidad de presidente es un momento político o escenario que no convendría a quienes desde varios sectores societales desean ese fatal desenlace por todo lo que significaría para ellos que Francia Márquez Mina asumiera el poder en su calidad de vicepresidenta. Provocar una crisis política e institucional y un eventual levantamiento popular no le conviene al país y mucho menos a quienes harían parte del macabro plan e incluso, para quienes desde sectores privilegiados están deseando que eso ocurra sin hacer parte de ese concierto para delinquir.

La orden de la que habla el presidente Petro podría estar pensada para ser cumplida en su calidad de expresidente de la República, hecho político que no tendría los efectos políticos, sociales e institucionales si la muerte se produjera estando aún como inquilino de la casa de Gobierno. Si el plan es real y la orden de verdad ya fue dada como lo indicó Petro, los autores intelectuales y materiales, en asocio o no con los sectores políticos, sociales y económicos que vienen expresando su animadversión hacia el jefe del Estado, podrían estar considerando aplazar la acción criminal, para “bajarse a Petro” una vez abandone la Casa de Nariño, lo que significa que sus enemigos estarían pensando desde ya en el escenario electoral de 2026; es decir, le estarían apostando a evitar a que se consolide el petrismo como doctrina política, escenario que le preocupa a la derecha por la condición de caudillo popular y gran elector de la izquierda y el progresismo que ostenta ya Gustavo Petro.

Si Petro es asesinado en su calidad de expresidente, los efectos sociales y políticos serían diferentes si su crimen se produce fungiendo como jefe del Estado. Convertido en símbolo y mártir, su legado político se reforzaría siempre y cuando así lo decidan quienes estén dispuestos a recoger su proyecto político emancipador y subversivo (contrario al orden establecido). Y realmente no veo a nadie capaz dentro del progresismo cumplir esa función no solo por el miedo que generaría semejante “acción ejemplarizante” de la ultraderecha, sino por la inigualable capacidad discursiva, inteligencia y el carisma del hijo de Ciénaga de Oro.

La atención internacional sería igualmente diferente en la medida en que la gobernabilidad no se pondría en riesgo si la orden se ejecuta siendo expresidente de la República.

Cierto o no lo del plan para asesinarlo, el solo hecho de que se esté hablando del espinoso asunto en las redes sociales y en otros espacios da cuenta de la vigencia de una de las taras civilizatorias que caracteriza a la sociedad colombiana: la facilidad con la que se desprecia la vida de aquel que piensa diferente y se atrevió a desafiar a los amigos del régimen criminal que lleva años operando el Estado colombiano.

Huelga recordar que durante una de las movilizaciones ocurrida en abril de 2024 en contra de Petro y de su gobierno apareció un féretro con el que se simulaba la muerte del presidente. En su momento el jefe del Estado dijo que “Matar al presidente gritan estas personas ricas. Allí va un hombre negro y de bajos recursos ayudando a cargar el féretro. ¿Sabrá esta persona lo que le pasaría a Colombia y a su gente si el deseo de estas personas se cumpliera?

 

 


Imagen tomada de Infobae.

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