lunes, 2 de junio de 2025

CURAS PEDERASTAS, PERIODISMO Y ESPÍRITU DE CUERPO

Por Germán Ayala Osorio

 

El periodista Juan Pablo Barrientos tiene contra las cuerdas a los curas pederastas protegidos por la iglesia católica. Con sus investigaciones develó los casos de violaciones contra menores perpetradas por sacerdotes de las Arquidiócesis de Medellín y Villavicencio.

En entrevista dada a El Espectador, el aguerrido reportero dijo: “He publicado dos libros: Dejad que los niños vengan a mí (2019) y Este es el cordero de Dios (2021). Tras el primero, interpusieron contra mí tres tutelas y cuatro denuncias penales. Con el segundo, tuve que responder siete tutelas. He ganado todos los procesos en primera y segunda instancia, excepto tres denuncias penales que no han sido resueltas y fueron interpuestas por el sacerdote telepredicador Carlos Yepes, el cura más poderoso de Antioquia. Este fue denunciado por tres hombres que afirman que fueron abusados sexualmente por él cuando eran niños. Yepes fue suspendido del ejercicio sacerdotal directamente por el papa Francisco”.

Recientemente, la Corte Constitucional (CC) le dio la razón a Barrientos, quien había solicitado que se “desclasificara” la información interna que reposa en Arquidiócesis, y diócesis de los clérigos sobre los cuales hay denuncias o procesos al interior de la curia por haber violado menores de edad. “Creo que hay sacerdotes buenos en todas las diócesis, arquidiócesis y comunidades religiosas del país. Pero sucede que los silencios, en casos de pederastia, son cómplices. Y algunos de esos buenos sacerdotes han guardado silencio frente a los delitos de sus colegas”.

Pocos días después del histórico fallo, en su cuenta de X, Barrientos hace referencia a la queja que expresó el arzobispo de Tunja, Gabriel Ángel Villa por el sentido de la sentencia del alto tribunal. El sacerdote dijo desde el púlpito que “no puedo ocultar mi tristeza, mi preocupación con lo que han decidido esta semana algunos miembros de la Corte Constitucional para satisfacer a dos periodistas y que afecta la vida de la iglesia y especialmente a los ministros ordenados en Colombia. Dice el comunicado que las jurisdicciones eclesiásticas debemos entregar a periodistas la información relativa a los sacerdotes o clérigos vivos y difuntos... para constatar si hemos cometido delitos referentes a abusos

Lo primero que debo decir es que el prelado evita hablar de abusos sexuales, apoyado en la generalidad que acompaña al término “abusos”. Ese silencio de Ángel Villa da cuenta de la incontrastable rabia que le produjo la decisión judicial y de su intención de minimizar las execrables prácticas de los curas pederastas. Y, en segundo lugar, su exposición pública permite comprender hasta dónde el espíritu de cuerpo les sirve a él y a otros clérigos para abstenerse de denunciar a sus compañeros violadores de menores, matizar esos “pecaminosos impulsos”, para terminar, reduciéndolos a “errores” por aquello de que la “carne es débil”.

En la molestia del arzobispo con la CC y los periodistas está de presente lo que se conoce como el espíritu de cuerpo o de grupo que da cuenta de la cohesión al interior de una organización, que favorece la imagen, los intereses institucionales y que sirven para naturalizar unas prácticas internas que dan vida a lo que se conoce como institucionalidad. Ese espíritu de cuerpo o moral institucional suele servir para ocultar delitos, defendidos por los agentes más visibles, devotos o cómplices de la organización, sea esta militar, eclesiástica o de cualquier otro carácter. De esa manera se cultiva una casta o cofradía mafiosa difícil de penetrar con los fines de denuncia que orientan el trabajo periodístico de Barrientos.

Ese mismo espíritu de cuerpo sirvió para que durante el gobierno de Álvaro Uribe y la aplicación de rajatabla de su política de defensa y seguridad democrática se validara, matizara y ocultara la abominable práctica de los “falsos positivos”. Por todo lo anterior, cuando se habla de defender la institucionalidad, en referencia a instituciones armadas como el Ejército y las comunidades religiosas, incluida la iglesia católica, lo mejor que se puede hacer es sospechar de sus agentes defensores, pues normalmente suelen cumplir el rol de encubridores de graves y repugnantes delitos. ¿A todas estas, qué pensará Dios de los crímenes de Estado y de sus representantes en la tierra convertidos en peligrosos pederastas?




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