miércoles, 17 de abril de 2024

LAS MARCHAS DEL 21 DE ABRIL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La verdad es que ya perdí la cuenta de las marchas acaecidas en los últimos dos años en Colombia. Es en lo único que nos parecemos a la Venezuela del descriteriado del Nicolás Maduro Moros. En el hermano país, se han dado innumerables movilizaciones de la Oposición e iguales respuestas del oficialismo.

La derecha uribizada y hay que decir, un grupo de inconformes con la gestión del actual gobierno, anuncian, cuatro días antes, los motivos que los llevará a participar de la movilización. Y lo hacen en las redes sociales, en particular en la red X, la más grande caldera ideológica en la que con mayor frecuencia se sube la temperatura de las disputas y rencillas que terminan en bloqueos, perfilamientos y amenazas de muerte. Ya una tuitera le tocó salir del país porque sus datos personales fueron ventilados, después de que un tuitero famoso ofreciera recompensa económica a quien le entregara esa información privada. Así de grave está la cosa.  

Gritan, a voz en cuello, que saldrán a marchar para que “vuelva la democracia”, para “recuperar la felicidad”, para hacer “respetar la institucionalidad” y claro, para rechazar el “desmonte del mejor sistema de salud del mundo”, y la reforma pensional “que impide que los jóvenes algún día logren pensionarse”. Todas, lecturas amañadas y sesgadas de realidades que ameritan un juicioso análisis, en particular, los hechos históricos y las prácticas institucionales que llevaron a los insostenibles y graves problemas del sistema de aseguramiento en salud, sometido por congresistas, políticos profesionales, juntas directivas y presidentes de EPS al más evidente y burdo saqueo de las finanzas del Estado. Bueno, andan embolatados cerca de 13 billones de pesos.

La práctica social y política de hacer un uso parcializado y amañado de los conceptos, lleva a cientos de miles de marchantes a decir que “vivimos en una dictadura, que perdieron la libertad y que el comunismo está llevando al país al abismo”. Aunque no se conoce experiencia alguna de comunismo en el mundo, cientos de ciudadanos, orientados por reconocidas modelos uribistas, insisten en que ese sistema económico y político ya funciona en Colombia desde el 7 de agosto de 2022. Lo curioso de todo es que a nadie han expropiado y mucho menos, el Estado se ha desmontado como forma de dominación. Es más, el FMI respalda las medidas macroeconómicas tomadas por el actual gobierno.

Por supuesto que tienen todo el derecho a salir a protestar y a movilizarse. Lo único que mínimamente se les pide es que hagan un uso medianamente correcto de los conceptos, pues las exageraciones y su aplicación amañada a específicas realidades y hechos, para lo único que sirven es para que los defensores del gobierno los conviertan en memes que circulan sin control en la red X. No se presten para que se burlen de su ignorancia, pero, sobre todo, de la expresa manipulación o incomprensión real de los conceptos.

Lo curioso es que ni esta movilización del 21 de abril y mucho menos las anteriores, el gobierno del dictador que ven los uribistas en la Casa de Nariño ha sido declarada ilegal. Es más, los marchantes de las anteriores regresaron a sus casas sanos y salvos. No se reportaron jóvenes afectados en sus ojos con tiros de armas traumáticas disparadas por el Esmad y mucho menos se informó de desaparecidos o torturados. No. No estamos en los tiempos del Estatuto de Seguridad del mafioso gobierno de Julio César Turbay Ayala, cuyas relaciones con mafias desclasificó recientemente el departamento de Estado de los Estados Unidos; o en los de la Seguridad Democrática de Uribe Vélez y sus 6402 falsos positivos y las persecuciones a periodistas, magistrados y académicos; o en los de la “Paz con Legalidad” del único títere al que volvieron presidente de la República: Iván Duque Márquez, quien usó la fuerza letal de las fuerzas estatales para enfrentar el estallido social. Duque violó los derechos humanos, como lo hicieron Uribe y Turbay Ayala. Fueron regímenes violentos, pero no podemos hablar, en estricto sentido, de dictaduras como las que soportaron uruguayos, paraguayos, argentinos y chilenos, países del Cono Sur.

Como imagino que no serán capaces de mirar esos hechos del pasado reciente de su propio país porque los compromete en su (des) juicio electoral y político, entonces por lo menos acérquense a las realidades vividas en países del Cono Sur, con las dictaduras militares que se instauraron en Chile, con el criminal Pinochet Ugarte; o en Argentina, con los asesinos de Videla y Galtieri; o en Paraguay, con Stroessner… Quizás así aprendan qué es eso de vivir en dictadura.

Todas esas “serias motivaciones” se dan en medio de la auto defensa que el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez emprendió en la misma caldera y algunas universidades, con motivo del llamado a juicio por los graves delitos de manipulación de testigos y fraude procesal. Entonces, el político antioqueño habla de “persecución política en su contra” por haber defendido con “amor a la Patria y evitado la llegada del comunismo”.

Imagino que saldrán a marchar sus defensores de oficio, para quienes siempre será el “presidente eterno” y el Gran Colombiano”. Que los miembros del Centro Democrático defiendan al dueño de esa empresa electoral, vaya y venga. Pero que lo hagan ciudadanos asalariados, solo se puede explicar por lo que vengo señalando en esta columna: porque arrastran graves problemas en la comprensión de los conceptos, pero, sobre todo, porque ignoran la historia política del país. Les bastaría con revisar las actuaciones de Uribe cuando fungió como director de la Aerocivil, puesto allí por el entonces presidente, Julio César Turbay Ayala. Esa es quizás la génesis de los problemas judiciales que afronta hoy Uribe y los que como sociedad venimos afrontando con la naturalización del ethos mafioso. Ahora, si van a salir con la disculpa de hacer ejercicio, procuren no contestar preguntas o gritar arengas como “abajo la dictadura, queremos vivir en democracia; por la defensa las instituciones, fuera Petro”.

 Adenda: todas esas movilizaciones terminarán agotando el sentido social y político de la democracia, porque para lo único que sirven es para alimentar el clasismo y el racismo que en Colombia, devienen estructurales. 



Imagen tomada de EL PAÍS. 

 

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