domingo, 10 de noviembre de 2024

LA “MALA HORA” DE LOS URIBE VÉLEZ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Para el miércoles 13 de noviembre está programada la lectura de la sentencia del juez que llevó el caso en contra del ganadero Santiago Uribe Vélez. En las huestes de la Colombia no uribizada se espera que el sentido del fallo sea condenatorio contra quien pesan los graves señalamientos de haber creado y apoyado la operación criminal del grupo paramilitar Los 12 apóstoles en Yarumal, Antioquia. Entre tanto, en las mesnadas del uribismo se espera lo contrario, por todo lo que representa el clan Uribe Vélez para esa parte de la sociedad que deviene sumida en una profunda confusión moral. Habrá, eso sí, un grupo importante de colombianos a los que la suerte del procesado poco o nada les importe.

En cualquier caso, el largo proceso judicial que enfrenta el hermano del expresidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, da cuenta a la perfección de los problemas que arrastra la justicia colombiana, generados en buena parte por las presiones que suelen recaer sobre los jueces a la hora de emitir sentencias contra personajes asociados al poder político y económico.

El fin del dilatado proceso (más de tres años se tomó el juez) llega en el momento en el que Álvaro Uribe enfrenta las audiencias preparatorias del juicio en su contra por delitos de manipulación de testigos y fraude procesal. Sin duda alguna, los dos procesos penales sirven de termómetro para medir la estatura moral y ética de todos los agentes procesales involucrados y la talla del resto de la sociedad en esos mismos valores.

 Los líos judiciales de los Uribe hacen recordar los sucesos de la novela La Mala Hora de Gabo, en particular aquellos elementos que, asociados al ejercicio del poder político, la opresión, la aparición de los pasquines y la ambientación de un pueblo como Macondo, parecen recrear apartes del devenir histórico de la tambaleante República de Colombia.

Aunque los hechos narrados en la novela garciamarquiana se dan un momento histórico distinto al que hoy rodean las vidas de los Uribe Vélez, comparten elementos culturales que deberían de servir para empezar a revisar asuntos problemáticos de nuestra sociedad. Esos elementos son: 1. La prevalencia de valores premodernos que nos llevan a considerar  que estamos ante procesos civilizatorios fallidos que hacen que los sucesos expuestos en La Mala Hora se tornen perennes. 2. El ejercicio de la política que en función de garantizar privilegios y derechos, incluido el de determinar quién debe vivir o morir por mandato divino y de la mano de un cura, o por orden directa de un capataz, terminó borrando los límites entre políticos y criminales. 3. La insensibilidad moral de la que hablan Bauman y Donskis en el libro Ceguera moral. Frente a la operación de los grupos paramilitares, por ejemplo, gran parte de la sociedad colombiana exhibió actitudes adiafóricas que daban cuenta de que jamás habría forma de que se conectaran moralmente con las víctimas de esos grupos de “limpieza social y política” que específicos grupos de poder político y económico validan aún a pesar de sentencias condenatorias en el marco de la parapolítica.

Culpables o no los hermanos Uribe Vélez, una parte de la sociedad ya los juzgó y condenó, mientras que la otra hace rato los declaró inocentes, no por estar convencidos de su probidad, sino por la imperiosa necesidad de extender en el tiempo la debilidad de la justicia, escenario en el que suelen moverse a gusto todos aquellos que ostentan poder económico, social y político. 



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