viernes, 29 de marzo de 2024

LA ERA DE LA NUEVA FISCAL, YA EMPEZÓ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Desde su creación en 1991, con la nueva constitución, la elección de un fiscal no había generado tanta expectativa en el país como la que se generó en relación con la terna de solo mujeres, de la que hizo parte Luz Adriana Camargo Garzón, la nueva fiscal general.

Son varias las circunstancias que contribuyen a la enorme expectación que millones de colombianos tienen sobre cuál será la agenda con la que llega la nueva fiscala, en particular, que no tenga una oculta que termine empeñando su desempeño a las intrigas y exigencias que muy seguramente le harán los sempiternos agentes del nefasto régimen de poder colombiano.

Una de esas circunstancias tiene que ver con la configuración de la terna de solo mujeres. Ello rompió con una larga tradición en la manera en la que los presidentes de la República proponían a la Corte Suprema de Justicia (CSJ) las ternas dominadas por hombres. Tanto fue así, que el magistrado de ese alto tribunal, Gerardo Botero, interpuso una acción de tutela ante el Consejo de Estado, aduciendo que violaba los derechos de los hombres a participar de la elección. Sin duda alguna, un ataque de misoginia y machismo que dice mucho del talante del togado y del impacto que generó en sectores conservadores de la sociedad, la terna compuesta por solo mujeres.

La segunda circunstancia tiene que ver con la no cercanía del actual presidente de la República con la nueva fiscala general de la Nación. Este factor es importante porque Francisco Barbosa, el fiscal saliente, era íntimo amigo del entonces jefe del Estado, Iván Duque Márquez, lo que convirtió a Barbosa en una ficha del presidente de la República. Realmente, Barbosa fue una ficha del régimen y del uribismo, sectores de poder interesados en salvarles los pellejos al expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez y a miembros de la familia Sarmiento Angulo, propietarios del Grupo Aval.

Si bien hay que reconocer un importante peso a esas dos circunstancias en la generación de las enormes expectativas de cientos de miles de colombianos en el desempeño de la nueva fiscala, existen otras que podrían pesar más sobre los hombros de Luz Adriana Camargo, si ella, claro está, lo permite. El enrevesado proceso de elección del que participó la nueva fiscal aporta a que las expectativas sociales aterricen en las profundidades de las dudas que siempre aparecen cuando emergen sospechas asociadas a maniobras clientelistas originadas en los togados que terminaron eligiendo a Camargo Garzón.

La periodista María Jimena Duzán expuso en su podcast situaciones que hacen pensar en que la nueva fiscala llega al cargo con dos agendas: una, en la que sobresale el genuino interés de recuperar el prestigio perdido del ente acusador y otra, la que le impusieron los magistrados que votaron por ella.

Si bien Luz Adriana Camargo defendió su independencia, no podemos llamarnos a engaños: la elección del fiscal general de la Nación deviene con un carácter político, lo que supone intrigas y presiones de poderosos agentes del establecimiento colombiano. La defensa de Camargo se hizo en referencia a las suspicacias que la prensa puso a circular en torno al nombramiento del vicefiscal, Gilberto Javier Guerrero, de quien las versiones periodísticas indican que es cercano a la cuestionada Martha Mancera, a quien la Corte Suprema de Justicia le permitió fungir como fiscal encargada por treinta días.

Si Luz Adriana Camargo logra recuperar la Fiscalía para la sociedad y el Estado de Derecho, habrá dejado un legado importante. Para poder lograrlo, deberá dejar que los fiscales actúen con criterios jurídicos en casos delicados como Odebrecht, en el que están involucrados Óscar Iván Zuluaga y su hijo; también, el caso del crimen de Jorge Enrique Pizano en el que estaría comprometido el exfiscal Néstor Humberto Martínez Neira, en lo que tiene que ver con la valoración y la custodia de las pruebas que desvirtuarían que se trató de un suicidio. De igual manera, los procesos que se llevan en contra del expresidente Uribe Vélez y Nicolás Petro, el hijo del presidente de la República. Y quizás el más delicado de todos los casos: las responsabilidades que debería de asumir en el país la familia Sarmiento Angulo en lo que tiene que ver con actos de corrupción en la Ruta del Sol II, reconocidos ante las autoridades norteamericanas.

Camargo Garzón lleva sobre sus hombros una enorme responsabilidad, en un país en el que el ethos mafioso y la corrupción público-privada se naturalizó de tal forma, que la institucionalidad de la Fiscalía hace rato que viene capturada por los agentes de poder político y judicial cuyas vidas privadas y públicas son guiadas de tiempo atrás por ese ese nefasto y criminal ethos mafioso. Eso sí, confío en que Camargo Garzón no se emulará la gestión del inefable, Francisco Barbosa. 



Imagen Óscar Pérez, de EL ESPECTADOR. COM

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