jueves, 28 de marzo de 2024

JAVIER MILEI Y OTROS MACHITOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Creo que nadie discute que el mundo deviene masculinizado de tiempo atrás. Y que, bajo esa circunstancia, el ejercicio del poder político contemporáneo ha estado asociado a la presencia de Hombres (Machos) a los que les correspondió ponerse al frente de Estados y corporaciones, así como ser responsables de tomar complejas decisiones como declarar las guerras, o asumir, desde lo más férreo de sus masculinidades, disputas ideológicas y políticas, casi siempre entre las dos orillas dominantes: la izquierda y la derecha.

La tensión diplomática que por estos días desató el presidente de Argentina, Javier Milei, constituye un buen ejemplo de esa condición masculinizada en la que deviene el ejercicio del poder político. Milei es el típico machito que todo lo quiere resolver a los golpes, a los trancazos y a los gritos. Hablar duro, golpear una mesa, señalar con el dedo índice y lanzar amenazas e improperios es propio de estos hombres a los que la templanza y la sindéresis les parece una cursilería, cosa de hombres débiles e incapaces de gobernar porque, justamente, gustan de las buenas maneras al hablar y de referirse a los demás.

América Latina está llena de ejemplos de políticos a los que les gusta comportarse como bravucones. En Colombia, tenemos al expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, un hombre ordinario, básico, violento y poco leído. Este hombrecillo fue admirado por millones de colombianos y colombianas a quienes les fascinó tener en la Casa de Nariño a un macho cabrío, capaz de “dar en la cara marica” y de irse a las manos con cualquier parroquiano, por defender unas ideas o su cuestionada honorabilidad o las de sus hijos. No en vano el presidente Juan Manuel Santos lo llamó “rufián de esquina”.

En Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros son buenos ejemplos de esas masculinidades fundadas en la idea de que ser hombre es sinónimo de hablar duro, de ser y comportarse como un semental, así como ser valiente, temerario y bravucón. El primero, un poco más leído que el segundo, emergió como un líder político valeroso por su condición de militar y por haber estado preso. El segundo, menos leído, es el típico machito de barriada acostumbrado a retarse a los golpes con quien fuera capaz de disputarle su territorio y posesiones. Eso incluye a mujeres, pues estos políticos machitos normalmente asumen a la mujer como un objeto de deseo al que hay que conquistar o someter.  Malhablado y con una inocultable pobreza lexical, Maduro es el hazmerreír de otros gobernantes del mundo que lo ven como el típico político y hombre latinoamericano.

Nicaragua cuenta con Daniel Ortega, exguerrillero revisionista que terminó convertido en un machito de derecha, también violento y malhablado. El Salvador tiene al joven Bukele, otro varón que exhibe un discurso violento. Ya veremos en qué queda la tensión diplomática entre Argentina y Colombia. No veo probable que Milei, calificado por el ministro colombiano, Luis Fernando Velasco, como un “matón de pueblo”, sea capaz de morigerar su discurso frente al presidente colombiano.  


Imagen tomada de Youtube.com

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