Por Germán Ayala
Osorio
Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez pasará a la historia como
el más grande payaso de la derecha venezolana. Ese reconocimiento se lo ganó
por haberse auto proclamado “presidente interino de Venezuela”. Guaidó Márquez
“gobernó” sin ministros, sin fuerzas armadas y sin territorio. Es decir, en su
propio mundo imaginario, su Narnia.
Ese mismo relato histórico deberá dar cuenta de que su imaginario
ejercicio del poder fue convalidado por un arlequín colombiano que, contrario
al bufón venezolano, sí llegó a tener ministros a su cargo, a pesar de que sus
decisiones y actos de gobierno siempre dependieron de las orientaciones dadas
por su dueño, conocido como el Gran Titiritero.
El fantasioso mandato de este
gracioso mamarracho lo llevó a viajar en aeronaves oficiales que su amigo,
el Títere, Iván Duque Márquez, le prestaba para que su fantasía se acercara en
algo a la realidad. Además de viajar como si verdad fuera presidente de alguna
República, era recibido con honores militares. Debido a la obediencia debida,
jamás sabremos qué pensaron los generales o coroneles que ofrecieron su saludo
castrense a un mandatario sin territorio, sin pueblo, sin autoridad…
Para comprender la amistad entrañable entre estos dos
polichinelas latinoamericanos se sugiere mirar el significado de la palabra que
les sirve de apellido: Márquez. “Persona
con el título nobiliario inferior al de duque y superior al de conde”.
Guaidó Márquez fue un presidente que apenas si se gobernó así
mismo y Duque Márquez un presidente sin imaginación, autonomía y criterio. Creo
que en la historia política de Venezuela y Colombia se deberá reconocer que en
un corto periodo ambos países vivieron un proceso de “infantilización” por
cuenta de esas dos figuritas que le quitaron seriedad a la política, hasta
convertirla en una ronda infantil, en un juego de infantes que se acostumbraron
a jugar a ser presidentes, de la misma manera como otros menores jugaban al
papá y a la mamá.
Guaidó dejó el poder imaginado y viajó a la tierra del Tío
Sam, esta vez en un avión comercial, a cumplir el sueño americano; mientras
tanto, Duque sigue en la búsqueda de convertirse en una estrella de rock o un
DJ. Lo curioso de estos muñecos es que se ganaron un lugar especial en los
niños que algún día leerán sus biografías y el fantasioso mundo en el que
vivieron por unos cuantos años. ¡Payasos!
Imagen tomada de Pulzo.
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