Por Germán Ayala Osorio
Son seis las mujeres que aspiran
a gobernar a Colombia, un país tradicionalmente machista, clasista y misógino. He
aquí el perfil de cada una de las seis precandidatas presidenciales.
María Fernanda Cabal es una mujer
derechosa que aspira a ser presidenta de Colombia para reinstalar en el país
las ideas de su mentor Álvaro Uribe Vélez. Cabal tiene un carácter fuerte y no
oculta su clasismo y racismo: desprecia por igual a los pueblos indígenas y
afros. En términos económicos defiende el neoliberalismo y la privatización del
Estado. En asuntos ecológicos y ambientales es amiga del modelo de la gran
plantación y de los monocultivos de caña de azúcar y palma africana. Niega el
cambio climático y menosprecia el discurso ambiental.
Con ella en la presidencia la
causa feminista no saldría favorecida por cuanto considera que las feministas
son “locas, feas y horrorosas”. Cabal es una mujer “machista” que cree en la
preponderancia masculina, lo que anula cualquier asociación de su aspiración
presidencial con la conquista del poder por parte de las mujeres cercanas al
feminismo.
Paloma Valencia es, junto a
Cabal, otra de las féminas que aspira a ser presidenta de la República. Ambas
están pendientes del guiño del Gran Macho, el expresidente y expresidiario
Álvaro Uribe Vélez. Valencia es clasista y racista como Cabal. Valencia es
nieta del expresidente de Guillermo León Valencia (1962-1966). La historia lo
señala como responsable de la Operación Lasso, acción militar que justificaría
el nacimiento de las Farc. La Comisión de la Verdad dice que “el modelo de
pacificación del segundo presidente del Frente Nacional, el conservador
Guillermo León Valencia (1962-1966), se hizo con las armas. Las acciones
militares contra los asentamientos comunistas de Marquetalia, El Pato,
Guayabero y Riochiquito, con las que el Gobierno dio por terminadas las
repúblicas independientes, son muestra de ello”. Hay que recordar que eso
de los “asentamientos comunistas” fue una invención política.
Su abuelo también es recordado
porque “le daba pereza leer y escribir”. Algo de esa flojera parece que sacó
Paloma pues su paso por el Congreso deja ver a una mujer que solo sabe aprobar
o desaprobar proyectos de acuerdo con lo que le dicten en su partido. Eso sí,
gritar “viva el presidente Uribe” es su mayor logro político. El movimiento
feminista tampoco estaría representado en ella. Valencia es amiga de someter a
la Naturaleza, de allí que esté bastante alejada de la causa ambientalista.
Otra mujer uribista como Paloma
Valencia y María Fernanda Cabal es la periodista Vicky Dávila de Gnecco. La
exdirectora de Semana es arribista que durante años ejerció un periodismo
pro-establecimiento. Defiende a
dentelladas a Uribe Vélez, lo que la convierte en una uribista purasangre
defensora de la temida política de seguridad democrática. Dávila es derechosa y
por estos días se declara “libertaria” como el presidente de la Argentina,
Javier Milei. Es una mujer poco leída, arrogante y le seduce el poder político
y económico.
Otra de las féminas que aspira a
llegar a la Casa de Nariño es Claudia López Hernández. El ser lesbiana en un
país machista le da puntos importantes dentro de la comunidad LGTBQ+. Eso sí,
la defensa de esa causa en particular no es suficiente para instalar a López
como progresista o una mujer de izquierda. No. López Hernández es de derecha,
aunque se auto proclama de centroderecha. Otra cosa es que hábilmente se acercó
a la izquierda para sacar provecho político. Claudia López Hernández es una mujer
que actúa como una veleta ideológica. Su cercanía a Peñalosa, pero sobre todo
su visión de ciudad la convierte en una ficha de las constructoras,
responsables en gran medida del crecimiento desordenado de Bogotá y los
problemas de abastecimiento de agua que soportan los capitalinos. El desastroso
sistema Transmilenio es la mácula que acompaña a esta veleidosa mujer.
Recientemente el periodista pro-establecimiento
Julio Sánchez Cristo lanzó la candidatura presidencial de Elsa Noguera. Aunque
parece que ella negó tal aspiración, tampoco podría representar al movimiento
feminista. Esta mujer es ficha del clan Char, lo que la convierte en una
política de derecha, neoliberal y poco preocupada por las causas sociales y
ambientales. Todas las anteriores mujeres hacen parte de lo que se conoce como
el “uribismo”.
De parte del progresismo aparece
la exministra de salud, Carolina Corcho Mejía. Es médica psiquiatra, perfil que
hace que su aspiración presidencial resulte interesante y llamativa en los
momentos en los que el sistema de aseguramiento en salud está a punto de
colapsar por la corrupción al interior de las EPS y a la captura mafiosa de billonarios
recursos públicos. Conoce muy bien el sistema de salud. Aunque nació en
Medellín, no militó jamás en el uribismo. Corcho Mejía es defensora de lo
público, aspecto que la diferencia de todas las anteriores candidatas
presidenciales. De todas, es la más joven. María Fernanda Cabal tiene 60.
Claudia López Hernández, 54; Elsa Noguera y Vicky Dávila, 51 y Paloma Valencia,
47.
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