Por Germán Ayala Osorio
Con el regreso de Donald Trump, su
decadente masculinidad representada en su condición de putero y criminal se
vuelve ejemplo a seguir para un mundo que transita sin límites y controles
visibles hacia una crisis civilizatoria atada a la ética, la política, la moral
y a la responsabilidad ecológica y ambiental que nos cabe como especie
dominante.
El octogenario republicano rescata
el ideario fascista asociado al homo sacer que indica que hay vidas que merecen
y se pueden matar sin contemplaciones. Sin exagerar, en ese grupo de “desechables”
incluyó a los inmigrantes, criminales o no, en particular a los latinos y a los
miembros de la comunidad LGTBIQ+ cuyo lugar en el mundo acaba de ser sepultado
bajo la binaria lápida de Hombre y Mujer como los únicos géneros reconocidos
bajo territorio americano.
En Colombia la derecha aplaude a
rabiar el regreso de este troglodita premoderno a pesar de que muchos de ellos,
periodistas y políticos son declarados homosexuales o tienen hijos que también
salieron del oscuro closet al que nuevamente los mandó a encerrar el protervo político
republicano.
La diputada española Irene Montero, espetó que “hay un peligroso delincuente que es ya el primer
presidente de Estados Unidos… y es la mayor amenaza para la democracia y
los derechos humanos y la cuestión es que Trump y esa banda de superricos que
lideran la ofensiva reaccionaria internacional no son locos, son hijos
sanos de un sistema neoliberal que está destruyendo la vida y el planeta…”.
Asombra el nivel de obsecuencia
de varios políticos de la ultraderecha colombiana en relación con la figura masculinizante
de Trump. Lo aceptan como patrón político y deidad moral a pesar del público
desprecio que siente por los latinos el presidente número 47 de los Estados
Unidos. Entre esos políticos están los congresistas María Fernanda Cabal y
Miguel Uribe Turbay, del Centro Democrático. Para estas figuras de la
ultraderecha local adorar a Trump no representa ningún esfuerzo pues llevan años
hincados ante la figura patriarcal, violenta y premoderna de Álvaro Uribe Vélez,
expresidente y expresidiario.
La complacencia y el amor
desbordado expresado por estos dos congresistas me hizo recordar el libro de
Virginia Vallejo, Amando a Pablo, odiando a Escobar. Eso sí, con una evidente
diferencia: los posibles autores no odian a Uribe y mucho menos a Trump. Amando
a Uribe, hincados a Trump podría ser el título más preciso de esa novela
que Cabal y Miguel Uribe podrían sentarse a escribir y publicar para las próximas
elecciones en Colombia. De ganar en el 2026, bastaría una directiva presidencial
para declarar como de obligatoria lectura lo que sería una magnifica obra
literaria.
No creo que Cabal y el nieto de
Turbay Ayala tengan la capacidad para sentarse a escribir un ensayo y mucho menos
una novela. De lo que sí estoy seguro es que ese título de Amando a Uribe,
hincados a Trump sería el abc de las relaciones bilaterales y el fundamento
para su plan de gobierno.
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