Por Germán Ayala Osorio
El proyecto de ley con el que se
validaría el transfuguismo al interior del Congreso confirma la crisis
programática, estatutaria e ideológica de los partidos políticos, convertidos
en vulgares cazadores de puestos en la burocracia oficial y de curules, que
terminan sirviendo exclusivamente a los mezquinos intereses de quienes las poseen;
de igual manera, ratifica que la irrupción de figuras jóvenes como Jota P Hernández
y Miguel Abraham Polo Polo, entre otros, le hace un enorme daño a la política,
al Congreso y a la democracia misma, en tanto la presencia en el Legislativo de
estos dos homúnculos obedece a que engañaron a sus votantes y a los sectores sociales
que dicen representar. Ya en el pasado hubo figuras parecidas como el senador alias
“Manguito” y el recordado Anatolio (Anatolio, vota sí).
Jota P Hernández se hizo elegir con
las banderas de la Alianza Verde. Este vulgar influencer se dio a conocer en
las complejas circunstancias del estallido social. Vendió humo y logró una curul.
Hoy en día defiende las ideas del uribismo y las de la extrema derecha, lo que
confirma su nula formación política, su doble militancia y una actuación propia
de timadores, porque terminó engañando a los electores que confiaron que él iba
a defender en el Congreso ideas progresistas en beneficio de sectores populares
históricamente vulnerables y excluidos.
El caso de Polo Polo es similar.
Se hizo elegir como defensor de los pueblos afrocolombianos, pero sus actuaciones
y discursos lo acercan más a los intereses de los viejos esclavistas. El
inefable Miguel Polo Polo actúa como estafeta del uribismo. Algunos lo descalifican
diciendo que es la “mascota” preferida de María Fernanda Cabal.
Lo curioso es que sea la bancada
del Pacto Histórico la que impulse la iniciativa que, así sea por una única
vez, valida y naturaliza el transfuguismo, lo que termina premiando la
incoherencia, la nula seriedad, la escasa formación política y académica y la
traición a sus electorales de congresistas como Polo Polo y Jota P Hernández, entre
otros, a los que solo les interesa enriquecerse y hacer oposición sin discutir
los proyectos del gobierno.
El transfuguismo es una práctica política
que está ancorada en las crisis internas de los partidos políticos, en
particular aquellos liderados por directores mañosos que manejan esas
colectividades como si se tratara de un granero o en el mejor de los casos,
como casas de apuestas o de lenocinio. El partido Liberal, por ejemplo, acosa
una evidente crisis programática, estatutaria e ideológica provocadas en buena
medida por César Gaviria Trujillo, su jefe único, quien alejó la colectividad
de las ideas liberales, para acercar sus bases y propósitos electorales a la
doctrina neoliberal que niega derechos, para asegurar o extender en el tiempo
los privilegios de una clase históricamente privilegiada por la operación privada
del Estado. Gaviria logró desaparecer el ala izquierda del partido Liberal.
Es cierto que hay congresistas
que por sus discursos parecen no sentirse cómodos en sus colectividades. Si se
mira la situación con detenimiento, ese sentimiento tiene una responsabilidad
compartida entre los senadores o representantes que solicitaron el aval de los
partidos en los que, una vez elegidos, dejaron de encajar y la dirigencia que
los avaló.
Imagen tomada de EL ESPECTADOR
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