Aunque se advierte un descenso considerable
en el consumo de los hechos noticiosos creados por los medios masivos, en
especial en la gente más joven, los efectos psico sociales de las empresas mediáticas
sigue siendo alto en quienes aún consumen la información sin mayor capacidad
crítica.
También es cierto que las redes
sociales le hacen un fuerte contrapeso a la información noticiosa, en
particular cuando esta deviene contaminada por los sempiternos intereses de los
propietarios de los medios, sus editores y los de los anunciantes que pautan a
diario.
Con la llegada del primer
presidente de izquierda, la gran prensa capitalina, de la mano de los medios
regionales, asumió la tarea de deslegitimar al gobierno de Gustavo Petro, como
nunca se intentó hacer con gobiernos anteriores. Reconocidas empresas
mediáticas como RCN, Caracol, Semana, El Colombiano, El País, Blu Radio, La W y
La FM asumieron dicha tarea creando una agenda política compartida que tiene
como objetivo debilitar al gobierno de Gustavo Petro e incluso, si posible, desestabilizarlo
a través de fake news y tratamientos periodísticos-noticiosos amañados
ideológicamente.
Los efectos psicosociales generados
por las intrigas, análisis sesgados y las maliciosas interpretaciones de hechos
y decisiones de gobierno, que a diario hacen los periodistas de esas casas periodísticas,
serían mayores de no contar con las respuestas que el presidente Petro a diario
hace de las notas que publican sobre sus actos de gobierno. De ahí la molestia
de los comunicadores, que nunca encontraron en un presidente de la República que
confrontara sus versiones e interpretaciones a través de la red X.
Lo cierto es que no hay día en el
que dichas empresas informativas ataquen al gobierno, con o sin razón. Confrontar
y molestar al poder es, sin duda alguna, una tarea clave e irrenunciable en el
ejercicio periodístico. El problema radica cuando en el cumplimiento de esa tarea,
se apela a la mentira y a sesgadas interpretaciones de los hechos que llaman la
atención de la prensa. Ese comportamiento confrontacional de la prensa bogotana
no se dio jamás con anteriores gobiernos, lo que permite concluir que
efectivamente esas empresas mediáticas comparten un mismo objetivo:
deslegitimar al gobierno de Petro y si es posible, desestabilizarlo.
Asistimos, entonces, a un ejercicio
periodístico violento. Generar una opinión pública negativa y adversa
constituye una forma de violencia discursiva que bien podría matizarse haciendo
un ejercicio periodístico equilibrado, sensato y evitando las fake news.
Esos medios y periodistas que hoy
hurgan en los gastos del gobierno en sus traslados y promociones de Colombia
como el “país de la belleza”, guardaron silencio y aún mantienen el mutismo
frente a casos de corrupción política en los que estuvieron comprometidos los
nombres de varios políticos y banqueros. Por ejemplo, el entonces presidente-títere Iván Duque y su
señora madre, conocida en algunos medios como “la madrina”, en referencia a un
caso de corrupción con los bienes de la SAE. Así mismo, con la escandalosa
fortuna alcanzada por los hijos de Uribe en tan poco tiempo y las propias
andanzas del expresidente y expresidiario antioqueño, con el que se cuidaron de
confrontarlo directamente por asuntos como los falsos positivos, la apropiación
irregular de un baldío, el mismo que devolvió no presiones de la prensa
bogotana, sino por las del senador Wilson Arias Castillo; también, por el recibo
de una millonaria suma de dinero de la política Agro Ingreso Seguro; de igual manera, esas empresas
mediáticas guardaron silencio frente a la corrupción del grupo AVAL, reconocida
ante las autoridades americanas. Fue evidente la intención de los periodistas
de esas empresas mediáticas de evitar el escándalo que supone debe darse ante
el pago de coimas en la construcción de la Ruta del Sol 2 que se pagaron con la
aprobación de directivos de ese grupo financiero y empresarial.
Por estos días, varios medios
radiales se dedicaron al tema de los costos del alquiler de la “casa Colombia”
en Davos, Suiza y a la conmemoración del robo de la espada de Bolívar por parte
del M-19. En los tratamientos
periodísticos de ambos casos, cayeron en exageraciones y lecturas amañadas.
Periodistas como Néstor Morales, de Blu radio, cuñado del expresidente Iván
Duque Márquez, todos los días deja ver su animadversión hacia todo lo que le
huele a izquierda y progresismo. En la mesa de trabajo de Blu radio varios de
sus compañeros hacen ingentes esfuerzos por generar un mal ambiente social y
político en sus oyentes. Es decir, generar una opinión pública no solo adversa
al gobierno de Petro, sino una que provoque desazón, rabia e incertidumbre en
las audiencias.
No es posible que logremos en
Colombia la reconciliación que se exige desde los micrófonos de Blu radio. En
este punto, en la mesa de trabajo de Blu radio plantearon la necesidad de que
el presidente Petro pidiera perdón por haberse levantado en armas en los años
70, en el marco del conflicto armado interno. De igual manera, por los hechos
del Palacio de Justicia, toma de la que no participó el actual mandatario y el
robo de la espada de Bolívar. Morales,
por ejemplo, solo ve los problemas en la izquierda. De manera maliciosa oculta
la operación de la derecha como orilla ideológica y los daños culturales que
dejaron en el país quienes militan en ese espectro ideológico: neoliberales
como César Gaviria, Santos, Duque y Uribe Vélez. En particular, sobre la
incontrastable corrupción política en los gobiernos de Uribe y Duque, la gran prensa
bogotana y periodistas como Morales fueron cautelosos y nada incisivos.
La violencia discursiva en la que
incurren a diario los señalados medios y periodistas es el mayor obstáculo para
construir un mejor país y la anhelada reconciliación. La prensa afecta a los
intereses del “viejo” régimen de poder en Colombia en buena medida es
responsable de los niveles de violencia discursiva que se registran a diario en
el país.
No se trata de que oculten lo que
este gobierno viene haciendo mal y mucho menos, evitar exponer los casos de corrupción
de los funcionarios. Lo que se les pide es rigor y sobre todo que la acción de
confrontar a los poderosos se haga con todos, incluyendo a los Cacaos y propietarios
de las empresas mediáticas. Comprar empresas mediáticas para poner a sus
periodistas a taparles la corrupción y los pérfidos intereses de sus
propietarios recrea el escenario propicio para que en Colombia opere la auto
censura mediática y se logre así el empobrecimiento de la opinión pública y el
ejercicio amañado- corporativo- del periodismo.
Imagen tomada de Semana.com
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