Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo
Con la más reciente portada de la “revista” Semana, el grupo
Gilinski y la señora Victoria Eugenia Dávila, acaban de darle un entierro de
quinta a la publicación que en décadas anteriores fuese un referente de
periodismo.
En la tapa del folleto se lee: “Gustavo Petro se convirtió en
un títere de Rusia e Irán y no condenó el sangriento ataque terrorista de Hamás
contra Israel. El presidente mostró su faceta antisemita”. Sin duda alguna, una
exageración, una mirada irresponsable e irreal, así como una lectura maliciosa de su directora, quien funge más como
activista y estafeta de los intereses de sus patrones, que como periodista.
En una democracia, los medios de comunicación juegan un papel
fundamental, bien para consolidarla como una forma de gobierno, o para apuntalarla
como una lejana aspiración civilizatoria. Para el caso colombiano, vivir en
democracia sigue siendo un sueño lejano, en virtud de sus restricciones,
problemas y de su devenir formal, atado por supuesto, a las históricas
condiciones corporativas en las que viene operando el Estado y la atomización
de sectores de la sociedad civil, obligados a defenderla y a exigir su
consolidación.
Así entonces, el periodismo y los periodistas deberían, en
condiciones normales, operar como defensores de la democracia o mejor, ser sus
<<perros guardianes>>. Cuando no se logra que los periodistas
defiendan la democracia, en su sentido más liberal, entonces, periodistas y
empresas mediáticas se convierten en agentes serviles y en amanuenses de los
responsables de que esa democracia sea apenas un remedo, y que esté más cercana
a un régimen de mano dura.
Para el caso de Colombia, infortunadamente sus periodistas y
las empresas mediáticas en un alto porcentaje, poco han fungido como
<<perros guardianes>> de la democracia. Por el contrario, vienen
cumpliendo la ingrata e innoble tarea de defender a dentelladas los intereses
de una élite empresarial y política dedicada a impedir su profundización, en el
sentido propuesto por Chantal Mouffe.
Medios escritos como EL TIEMPO y de un tiempo para acá la
“revista” Semana, fungen como defensores rabiosos y estafetas del oprobioso
régimen de poder que orientaron Uribe-Duque, siguiendo las instrucciones del
inefable banquero, Sarmiento Angulo. A esta innoble función se unen medios radiales
como la W y la FM; y medios televisivos, como los noticieros privados RCN,
Caracol y CM&. Todas estas empresas están haciendo oposición política,
porque actúan más como actores políticos, que como medios de información. Para
estas, el ejercicio del periodismo pasó a un segundo plano, pues lo que les
importa es deslegitimar al gobierno de Gustavo Petro y si es posible, generar
las condiciones políticas que lleven a un golpe blando y luego, tratar de
tumbarlo a través de un soñado golpe militar.
Al revisar las circunstancias en las que operan la democracia y el periodismo en Colombia, se puede colegir que atraviesan por una profunda crisis de credibilidad y legitimidad. Lo que viene sucediendo con la revista Semana, cuyo manejo editorial y económico está en manos del empresario Gabriel Gilinski, es una muestra innegable de la simbiosis entre empresarios y periodismo, asociación que expone públicamente la crisis de la democracia y del oficio más bello del mundo, según García Márquez.
Los recientes cambios en la dirección de la revista Semana
están dirigidos y se explican por la decisión política y editorial del señor
Gilinski, de convertir a la hasta ayer prestigiosa publicación hebdomadaria, en
un órgano defensor de lo que se conoce como el “uribismo” y todo lo que este
representa en materia de un desarrollo económico a todas luces insostenible
desde las perspectivas cultural, social, ecológica y ambiental. Y ahora, la
tenebrosa publicación entró en la dinámica de defender al criminal Estado de
Israel y al sionismo.
Hay que recordar que las renuncias en desbandada de grandes
periodistas como Ricardo Calderón, María Jimena Duzán, Alejandro Santos,
Vladdo, Federico Gómez, Johanna Álvarez y José Monsalve le permitieron a la
señora Dávila convertir a Semana en una asqueante trinchera ideológica y
política.
La llegada de Dávila y de Salud Hernández como columnistas
fue la continuación del giro a la (ultra)derecha de la “revista”, y por esa
vía, la construcción de un ambiente laboral y periodístico hostil para aquellos
periodistas acostumbrados en Semana a pulsar y a molestar a los poderosos con
rigor y ética periodística. La accidentada salida del columnista Daniel
Coronell fue el primer aviso del giro ideológico y político que sufriría Semana
después.
Bajo la dirección editorial de la señora Dávila, Semana deja
de ser un medio periodístico para convertirse en una oficina de divulgación de
los intereses políticos y empresariales del mecenas que la sostiene. El mismo
Gabriel Gilinski le recordaba a Daniel Coronell, que era “uribista y
trumpista”.
Así entonces, el 10 de noviembre de 2020, el país
periodístico asistió a la muerte de la revista Semana y al nacimiento de una
empresa de mensajería política. Con la portada de hoy 14 de octubre de 2023, el
mismo país asiste al entierro de quinta categoría de una gloriosa publicación.
En su tumba reposan las denuncias hechas por periodistas y columnistas que,
como <<perros guardianes>> de la democracia, jamás cohonestaron con
la corrupción en instituciones estatales. Al morir Semana, la democracia
colombiana sufre un golpe importante. En el sepulcro, ondean las banderas de
Israel y del Centro Democrático.
Y es claro que, de cara a las elecciones de 2026, esta nueva empresa de mensajería será el bastión (des) informativo que apoyará el proyecto político del sub judice ciudadano, Álvaro Uribe Vélez y de toda la ultraderecha colombiana. Se trata del mismo proyecto que busca debilitar aún más la ya disminuida democracia colombiana y atravesarse para que el progresismo se consolide. Y para ello, no se necesitan periodistas y columnistas críticos. La Semana de Dávila es, desde ya, el apéndice del proyecto político del más grande iliberal de Colombia: el expresidiario 1087985.
Imagen tomada del portal Semana.com
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