Por Germán Ayala Osorio
Por ser la democracia el régimen de poder considerado la antítesis de la dictadura, se da por sentado que su funcionamiento siempre será legítimo y, por tanto, cualquier crítica por los problemas sobrevinientes siempre serán responsabilidad de los gobiernos, la clase dirigente y los pueblos que la validan, cada cierto tiempo, institucional, electoral y políticamente.
Este 29 de octubre, los
colombianos irán a las urnas para escoger gobernadores, alcaldes, diputados,
concejales y ediles. La coyuntura electoral en Colombia se mueve entre dos
polos: extender a las regiones el proyecto político progresista que orienta el
presidente de la República, Gustavo Petro o frenar su consolidación, tarea esta
que asumió tempranamente y con decisión sectores de la derecha económica y política
a los que no les interesa para nada cambiar las condiciones que el
viejo Establecimiento colombiano logró imponer durante más de 50 años: pobreza extrema, desigualdad, informalidad y el sempiterno clientelismo.
Entre tanto, venezolanos y
argentinos hicieron lo propio ayer 22 de octubre pero en circunstancias diferentes. En Venezuela,
sus habitantes votaron en las primarias de la Oposición en Venezuela. De acuerdo con fuentes periodísticas, el triunfo lo obtuvo María Corina Machado, quien está inhabilitada por decisión de la Contraloría, por presiones del régimen de Nicolás Maduro Moros. De confirmarse el triunfo de Machado, en las elecciones de 2024 se enfrentará a las maquinarias de Maduro. Del régimen venezolano hay que decir que se mueve entre ser una dictadura de corte socialista
(del viejo socialismo soviético) o una, fruto de la eliminación de la división
de poderes, esencia de la democracia. Podríamos hablar de una democracia restringida dado el enorme poder político y administrativo que concentra el actual presidente de la República. Por el lado de Argentina, los gauchos salieron hoy a sufragar para elegir a
quienes, en segunda vuelta, se disputarán el derecho a gobernar por 4 años: Sergio Massa y Javier
Milei.
En los tres países noto un agotamiento del sistema democrático. Para el caso colombiano, y de acuerdo con las denuncias de instituciones oficiales y de medios alternativos, cientos de candidatos cuestionados por corrupción llegarán a gobernaciones y alcaldías, con el firme propósito de evitar, justamente, la profundización de la democracia en los términos planteados por Chantal Mouffe. Se espera que varios clanes mafiosos continúen al frente de gobernaciones y alcaldías importantes por el nivel de desarrollo económico.
El porcentaje de abstención y el voto
blanco dan cuenta de tiempo atrás del agotamiento y de la pérdida de credibilidad de un sistema
que parece inmejorable, pero que arrastra sempiternos problemas asociados a la
también eterna corrupción público y privada en los tres países señalados,
gracias a la captura del Estado y su posterior privatización.
Hay momentos en los que la
democracia se agota o termina agotando a los pueblos y a los ciudadanos que hacen
visibles las prácticas y los valores democráticos. Por ejemplo, las votaciones
y las movilizaciones que convocan los gobiernos y los sectores de la oposición
hacen posible hablar del agotamiento de la democracia; a la extenuación de la
democracia se suman la pobreza, el hambre, la corrupción y la operación de
Estados cada vez más capturados por mafias corporativas asociadas a ideas propias
del neoliberalismo. Venezuela y Colombia, recientemente, vienen experimentando
en las calles enfrentamientos ideológicos, políticos, racismo y clasismo, que
le restan valor a la democracia.
Las promesas de cambio también aportan
a la consunción de los regímenes democráticos, en particular cuando lo
propuesto se asume con un carácter maximalista y las masas populares lo
entienden como un “borrón y cuenta nueva” de todo lo negativo que las grandes
mayorías han soportado. Y eso es un imposible. Colombia lo está viviendo con
la llegada de Petro al poder y su idea del cambio; y lo puede vivir Argentina si Milei se convierte en presidente de la República y llega a la Casa Rosada. Aunque podría llamarse la Casa Tostada, por
las locuras que ya el pueblo argentino le conoce a Milei. El excéntrico candidato presidencial usa como símbolo para erradicar la corrupción y a los corruptos, una motosierra; a lo que se suma su intención de reducir el Estado y acabar con el Banco central.
Las guerras también aportan su
grano de arena a la lasitud de las democracias en tanto que Estados
democráticos le apuestan a la guerra o se comportan como Estados terroristas,
para saciar la sed de venganza que guía la vida de primeros ministros o
presidentes. Es el caso de Israel que se auto proclama como un Estado
democrático, pero se comporta como un Estado terrorista y genocida.
En particulares coyunturas
sociales, económicas y políticas, y debido al agotamiento de la democracia como
referente de civilidad y construcción de humanidad, emergen líderes carismáticos que ofrecen invisibles
cerramientos a la democracia, entendidos por los ciudadanos como única salida y
solución a los graves problemas que aquejan a las democracias más desarrolladas
y otras que sobreviven en medio de afugias, problemas y conflictos que comprometen la vida de cientos
de millones de ciudadanos que validan todo el tiempo vivir en democracia, solo
por ser lo contrario a la dictadura.
Imagen de France 24
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