Por Germán
Ayala Osorio
A menos de dos meses de las elecciones regionales, la opinión pública gravita en torno a dos narrativas políticas que dan cuenta de dos bandos perfectamente diferenciados y enfrentados. De un lado aparece el gobierno de Gustavo Petro y del otro, el uribismo, sector de poder que intenta deslegitimar a la actual administración.
La narrativa
gubernamental apunta a consolidar el imaginario colectivo que asocia al
uribismo con actos de corrupción. Esa circunstancia tendría que hacer posible
que los votantes castiguen a ese sector de poder, y en particular a la
secta-partido, el Centro Democrático, microempresa electoral que arrastra la ya
desgastada imagen del expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez.
Con su lucha
contra la corrupción, el presidente Petro y su equipo apelan al espejo
retrovisor para exponer las prácticas corruptas que se naturalizaron durante el
nefasto gobierno de Iván Duque Márquez. Los recientes hechos de corrupción al
interior de Ecopetrol son apenas la punta del iceberg de lo que ocurrió durante
ese cuatrienio en el que el ethos mafioso se consolidó y se volvió paisaje. Se
suma a la millonaria corruptela dentro de la estatal petrolera, la captura de
la Dirección Nacional de Protección (DNP) por parte de redes de
narcotraficantes y por supuesto, los manejos irregulares de los bienes
incautados a las mafias que se destaparon dentro de la SAE (Sociedad de Activos
Especiales), entregados a políticos a los que les pagaron favores electorales,
con la administraron y aprovechamiento económico de tierras, hoteles y
fincas.
Entre tanto, la
narrativa uribista apela al tema de la inseguridad ciudadana y a los problemas
de orden público para deslegitimar al actual gobierno. Los atracos cotidianos
en Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali que se transmiten en las redes
sociales y los medios masivos anti-Petro, aportan a la generación de miedo e
incertidumbre en amplias capas de la sociedad, sentimientos estos que pretenden
contrarrestar insistiendo en el regreso de la seguridad democrática.
La idea de los
uribistas es meter miedo para vender seguridad y para ello cuentan con los
medios masivos afectos al “viejo” régimen para señalar que el actual gobierno
nacional le entregó el país al terrorismo y a la delincuencia común y
organizada.
Se trata de dos
estrategias distintas que están ancladas al mismo número de visiones de país
que se enfrentan: mientras que el gobierno insiste en luchar contra la
corrupción y evitar el desangre de las finanzas públicas, al uribismo, sector
de poder altamente comprometido con ethos mafioso que alimenta las prácticas
corruptas, solo le interesa generar desazón y miedo en el electorado, afectado
tempranamente por la idea de que el “país va mal”, cuando, de acuerdo con
expertos economistas, el presidente Petro viene respetando la regla fiscal y
actuando de acuerdo con la doctrina económica del FMI y el BM.
Veremos,
entonces, a candidatos a gobernaciones y alcaldías enfocados en el tema de la
inseguridad ciudadana. Muy seguramente, estos harán parte del uribismo, así
nieguen su cercanía con el expresidente Uribe Vélez. Como también veremos a
otros aspirantes interesados en dar cuenta de los logros del actual gobierno,
empañados por la propaganda negra y gris de los medios masivos.
Imagen tomada de Caracol radio
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