Por Germán Ayala
Osorio
Con la bendición de Álvaro Uribe Vélez, el más grande elector
de Colombia de los últimos años, el inefable Fico Gutiérrez, se lanza a la
reconquista de EPM y de Medellín. Es decir, Fico se puso los crocs, aunque técnicamente
jamás se los quitó. Será el títere, otra vez, del ladino expresidente y
expresidiario.
Hace ya varios meses, Gilberto Tobón fue y se abrazó con el Gran
Capataz, pero parece que al final el Patrón se decidió por el “caradura” de Fico.
Es decir, el hasta ayer crítico del establecimiento y del propio expresidente,
decidió ponerse los crocs. Tobón parece olvidar que caminar en crocs constituye
hoy el mayor riesgo de fracaso electoral en virtud de la raída imagen del
uribismo y del hijo de Salgar, imputado por la Corte Suprema de Justicia de los
delitos de fraude procesal y manipulación de testigos en calidad de
determinador.
Ponerse los crocs puede salirle muy mal a quienes osen
calzarse ese particular estilo de calzado que el expresidente manchó con su
mala fama. Por estos días, la derecha neoliberal que encarna el 1087985 anda
desesperada buscando títeres ( “Jorgitos” o Iván Duque”) para instalarlos en
gobernaciones y alcaldías.
Uribe y quienes aún siguen al combativo ex Mesías,
convertirán las próximas elecciones regionales en un campo de batalla
electoral, pues saben que de perder ese pulso con el Pacto Histórico y las
ideas progresistas que encarna el presidente de la República, Gustavo Petro, el
destino del llamado uribismo será la sepultura total. Reconocen que un triunfo
generalizado de las ideas de la izquierda democrática le servirán a Petro de
plataforma para acabar de cumplir con lo prometido en campaña y para que de
esos territorios electorales broten los candidatos que en el 2026 intentarán
dar continuidad a los programas sociales que hoy se impulsan desde la Casa de
Nariño, junto con apuestas ambientales como la transición energética, la
industrialización del país y la consolidación de la reforma agraria y de la paz
total.
Por todo lo anterior, las elecciones regionales de 2023 son
ya angustiantes para la derecha y en particular para el uribismo, en
representación del “viejo y recién derrotado régimen”. Es tal el desespero de
Uribe, convertido en una especie de “determinador electoral”, que anda
repartiendo “piropos” a diestra y siniestra. Lo hizo con Jorge Enrique Robledo,
a quien el gran capataz lo vio manejando los hilos de Bogotá, a sabiendas del
odio visceral que Robledo profesa hacia Gustavo Petro. La respuesta del
fundador de la microempresa electoral Dignidad fue clara: “no seré candidato a ningún cargo en 2023. Son conocidas mis profundas
diferencias con Álvaro Uribe”. Pero todos sabemos que Robledo, Oviedo y
Molano son fichas del uribismo para también recuperar la Alcaldía Mayo de Bogotá.
Insisto. Quienes opten ser candidatos a alcaldías y
gobernaciones bajo las banderas del uribismo y calzando crocs, sus nombres,
casi de inmediato, caen en un incuestionable proceso de degradación por todo lo
que hoy rodea a esa aviesa “doctrina” con la que el ejercicio de la política y
con este los políticos, quedaron sumidos en el fango de la corrupción y la
violencia política. Dicen que, en Cali, el Centro Democrático no entregó avales
o co-avales al candidato de la derecha, Alejandro Eder. Quizás no lo estén haciendo
de frente y en público, pero probablemente se acerquen como ya lo hicieron los
conservadores y Cambio Radical. Podrá repetirse con Eder la misma historia vivida
con Jorge Iván Ospina, apoyado por el Partido Verde, el pacto histórico, La U y
miembros locales y regionales del uribismo.
Imagen tomada de Telemedellín
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