Por Germán Ayala Osorio
Las más recientes alocuciones del
presidente Petro tienen la particularidad de que no están dirigidas al pleno de
los colombianos y están soportadas en discursos dados en escenarios disímiles
en los que ha participado el presidente. Si bien se escucha el himno nacional y
se interrumpe la programación habitual, estas “novedosas” alocuciones pueden resultar
ineficaces por cuanto el presidente de la República no se está dirigiendo a sus
compatriotas.
La de esta noche del 25 de junio
constituye un ejemplo claro de una alocución cuyo directo público receptor no
fueron los colombianos residentes en Colombia, sino los que viven en Francia,
que lo escucharon gracias a la visita oficial del mandatario colombiano a ese
país europeo. Aunque se trató de un discurso fuerte y directo en contra el Congreso,
los banqueros colombianos y en general contra la oligarquía, sus efectos en las
audiencias pueden ser relativos en la medida en que el presidente Petro no les
habló a los colombianos residentes en el país, sino a los connacionales que
pueden estar viviendo circunstancias bien distintas a las que viven el grueso
de los colombianos.
En su alocución de hoy 25 de
junio, Petro hizo énfasis en la codicia de los grandes ricos y es claro que le
estaba hablando a Sarmiento Angulo, del Grupo Aval, su principal contradictor y
opositor político. La entrega de millones de pesos que hizo Sarmiento Angulo a
partidos políticos que unieron esfuerzos para tumbar la reforma laboral hace
pensar y decir al presidente que hay congresistas serviles a los intereses del
magnate colombiano. Petro aludió a congresistas que se hicieron elegir no para
defender los derechos de sus votantes y de los colombianos en general, sino
para cuidar los intereses de sus poderosos patrocinadores. Hablamos, entonces,
no de senadores y representantes a la Cámara, sino de lobistas con investidura
y sueldo de congresistas.
No hablarles directamente a las
audiencias aleja la posibilidad de que el mensaje llegue y se comprenda como es
lo esperado. Es un error hacer pasar como una alocución lo que es un discurso que
tiene una situación comunicativa muy diferente a la que se puede generar cuando
el objetivo de la intervención presidencial es hablarle al país. Ejemplo de
ello fue la pasada alocución soportada en el discurso de Petro en La Habana con
el que anunció el cese bilateral al fuego con el ELN.
Debería de revisar la estrategia
el presidente y su discreto equipo de comunicaciones porque este tipo de
alocuciones devienen impersonales, frías y sin un propósito claro, pues las audiencias
no están viendo a un presidente que les está hablando de manera directa, sino
que están escuchando un discurso con intencionalidades distintas.
Los colombianos pueden estar
acostumbrados a que las alocuciones presidenciales siempre están pensadas para
que el presidente explique y justifique decisiones trascendentales; también se
asumen para llamar a la calma ante versiones o hechos catastróficos; igualmente,
para generar confianza y mandar un mensaje de tranquilidad. Y lo más
importante, están pensadas para que el mandatario le hable a su pueblo, a sus
dirigidos, mirándolos a los ojos. Es claro que con las últimas alocuciones esto
no sucede.
Imagen tomada de El Colombiano.
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