Por Germán Ayala Osorio
Varios periodistas afectos al
viejo régimen que sufrió derrota electoral en 2022 salieron esta mañana, por la
radio, a banalizar lo dicho por el presidente Petro en su alocución de ayer 25
de junio. Y lo hicieron, preguntándose entre ellos: ¿usted es esclavista,
arribista? Y preguntando si en la Casa de Nariño sirven tintos. Ante la
respuesta positiva, entonces en la sede presidencial son esclavistas.
Incapaces de dar una discusión
conceptual, pero, sobre todo, impedidos moral y éticamente por la política
editorial que están obligados a seguir, estos amanuenses del viejo
establecimiento reducen lo dicho por el presidente a una confrontación
ideológica; que sin duda lo es, pero que está sustentado teórica, objetiva y
políticamente en un concepto de Estado que arrasa con el modelo que tienen en
sus cabezas los banqueros y la oligarquía a la que aludió el presidente en su
discurso.
Petro tiene una idea maximalista
del Estado y de la Paz Total. Cree profundamente en la idea de un Estado
benefactor, en la posibilidad de que haya pleno empleo y en una sociedad
solidaria; de la misma manera, el presidente de la República tiene una idea
igualmente maximalista alrededor de aquello de ser ciudadano. Es claro que sus
ideas no calzan con una realidad social, económica, política y cultural que,
aunque naturalizada, no deja de ser oprobiosa, violenta y criminal.
Al ver que el Estado deviene
privatizado por cuenta de las ideas neoliberales aplicadas por César Gaviria en
los 90 y afianzadas por Uribe en su aciago periodo de gobierno (2002-2010). Petro
intenta reversar esa condición, exponiendo públicamente a quienes son los
responsables de haber consolidado un Estado premoderno, violento e incapaz de
garantizar para las grandes mayorías una vida digna. El asunto de fondo que
plantea Petro es eso: vivir con dignidad, que no es otra cosa que tener un
empleo digno, salud, recreación y educación de calidad.
Molestos por las alusiones
presidenciales a la esclavitud, al arribismo, al clasismo y a la avaricia de
los magnates, estos periodistas-estafetas tratan de invalidar políticamente un
discurso que, aunque confrontador, nadie puede discutir su solidez fáctica.
Baste con recorrer los cinturones de miseria de ciudades insostenibles como
Cali, Medellín, Bogotá y Barranquilla para comprender la dimensión de las múltiples violencias que
desde el Estado, de la mano de sectores privilegiados, se implementaron para
hacer de Colombia una sociedad premoderna, víctima de un orden establecido
construido a imagen y semejanza de la codicia y el ethos mafioso de unas
cuantas familias y clanes que lo capturaron para extender en el tiempo sus
privilegios y el odio hacia los connacionales más pobres.
Una sociedad política que opera a
través de clanes como los que operan en la Costa Atlántica, Antioquia y el
Valle del Cauca, para nombrar los más sobresalientes, jamás permitirá
consolidar un Estado moderno o un Estado social y democrático de Derecho. Ser
premoderno, para el caso colombiano y de su clase dirigente y empresarial, es
una apuesta ideológica de los más privilegiados. El discurso de Petro es ideológico como lo
califican los colegas de la radio, porque responde a esa apuesta ideológica de
unos cuantos que, al acumular privilegios, sobre la base de explotar a sus
trabajadores, terminaron odiando a quienes les ayudaron a construir sus
fortunas.
Imagen tomada de la BBC
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