Por Germán Ayala
Osorio
Con la política de seguridad democrática el país cayó en una espiral de violencia gracias en buena medida a dos circunstancias: la primera, soportada en la tesis negacionista que del conflicto armado interno propuso Álvaro Uribe Vélez como comandante supremo de las FFAA y presidente de la República. Y la segunda, atada a la aplicación del principio del enemigo interno a campesinos, afros, indígenas, sindicalistas, profesores y periodistas críticos del régimen de poder.
Con el triunfo político y electoral de Gustavo Petro se
reconoce la existencia del conflicto armado al retomar las negociaciones con el
ELN y al examinar el caso de la Segunda Marquetalia. Además, se pretende borrar de la lógica
policial y castrense esa perversa extensión del enemigo interno a comunidades
tradicionalmente violentadas por los actores armados, incluido, por supuesto, el Estado y la condición
militarista que naturalizó el uribismo durante los gobiernos de Juan Manuel
Santos e Iván Duque Márquez.
Lo sucedido en las instalaciones de la petrolera china,
Emerald Energy, ubicada en Los Pozos (Caquetá) es la expresión genuina del
cambio de doctrina que impulsa el actual gobierno. El propio presidente Gustavo
Petro confirmó que le dio la orden a las fuerzas militares de no intervenir en
la refriega dada entre la guardia campesina y los policías del Esmad. Estos
últimos fueron retenidos o secuestrados por los campesinos.
El ministro de la Defensa, Iván Velásquez invitó a sus
detractores a reflexionar: “A todos aquellos que dicen mano dura, represión,
tenía que haberse defendido el honor de la Policía cuando estos uniformados
salían insultados y no se reaccionó. A todos ellos yo les hago el llamado para
que piensen frente al valor de la vida, frente a las graves dificultades que se
vivían en ese momento”.
Las muertes del policía y de los dos campesinos son
lamentables, pero bien vale la pena examinar el sentido de los reclamos y en
particular, en los incumplimientos del anterior gobierno, por ejemplo, en la
pavimentación de una importante vía en el sector y el manejo mafioso de las
regalías del sector petrolero. El abandono estatal en estos territorios es
histórico, de ahí que los violentos reclamos de los campesinos sean producto de
las burlas consecutivas de las que han sido víctimas las comunidades asentadas
en esa zona.
Eso sí, los voceros del gobierno no pueden caer en prácticas
eufemísticas como las del ministro Alfonso Prada, quien calificó la acción de
los campesinos como un “cerco humanitario”. No. Una cosa es reorientar la
acción policial y militar hacia la defensa de la vida, por encima de la lógica
uribista de producir más y mejores resultados operacionales (contar muertos), y
otra muy distinta enmascarar las acciones populares bajo acciones humanitarias
que jamás ocurrieron.
El duro y violento enfrentamiento entre los miembros de la
guardia campesina y los policiales se explica por todos los años en los que la
fuerza pública miró a los civiles como sus enemigos, siguiendo las
orientaciones de presidentes, como Uribe y Duque, empeñados en consolidar un
Estado militarista, capaz de perseguir, someter y asesinar a quienes levanten
su voz para reivindicar derechos. Eso sí, no pueden caer los reclamantes en la
misma dinámica, asumiendo a los policías, en particular, como sus enemigos.
Todo trato inhumano al adversario, aumentan los odios y facilita las cosas a
quienes desde la derecha weberiana exigen litros de sangre, amparados en la
legitimidad del Estado para violentar a sus asociados.
No será fácil el cambio de doctrina en unas fuerzas armadas
envilecidas y degradadas por un conflicto armado interno que solo ha servido
para enriquecer a los Señores de la Guerra. En el fondo, el gran enemigo es el
neoliberalismo y con este, un Estado que viene operando, desde los años 90, al
servicio de una élite mafiosa, criminal y parásita. No podrá en cuatro años el
actual gobierno enterrar en los pozos de nuestra historia, eso de considerar
como enemigos de la sociedad, a los campesinos, a los indígenas, a los afros y
a todo el que se atreva a reclamar sus derechos.
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