Por Germán Ayala Osorio
Los resultados electorales del 29
de octubre darán vida a una coyuntura política que afectará, para bien o para
mal, los años que le quedan a Gustavo Petro en la presidencia de la República.
Si la derecha mantiene alcaldías y gobernaciones, y si extiende su dominio a
otras jurisdicciones, la gobernabilidad del jefe del Estado sufrirá bastante
por los embates propios de ese sector ideológico que le está apostando a que la
vaya mal al gobierno, para en el 2026 enfilar baterías para recuperar el control
del Estado, e impulsar las contrarreformas que hagan posible echar para atrás lo
decidido por el presidente Petro en materia de tierras, controles socio
ambientales y reforma agraria.
Cuando llegue ese momento, veremos
a la derecha haciendo lo que en su momento el liberal Ernesto Samper Pizano quiso
hacer cuando asumió la jefatura del Estado (1994-1998): reversar las medidas
adoptadas por su antecesor, el neoliberal César Gaviria Trujillo (1990-1994). Al
percatarse el establecimiento de las intenciones de Samper, de inmediato los
sectores más conservadores y neoliberales convirtieron el Proceso 8.000 en el
mejor proyecto político anti-reformas.
No se puede negar que el “viejo”
establecimiento está incómodo con Petro por los proyectos de reforma a la
salud, pensional y laboral y por supuesto, por la apuesta medio ambiental del
gobierno actual de proteger las selvas, en particular la amazonia y claro, por su
aún incipiente reforma agraria. Pero la molestia y los resquemores hacia el
presidente de la República pasan por la animadversión que les produce su pasado
revolucionario, pero sobre todo porque la estrategia de develar el ethos mafioso
que ha guiado a los sectores de poder económico y político le viene funcionando
al presidente Petro, quien funge como un faro moral y civilizatorio que irrita
a esas castas políticas y financieras que hasta el 7 de agosto de 2022 hicieron
con el Estado lo que se les vino en gana.
Quienes no comparten esta
lectura, dirán que no es posible que Petro se convierta en un faro moral por
los hechos jurídico-políticos en los que está involucrado su hijo Nicolás Petro
y su antigua jefa de gabinete, Laura Sarabia. Hasta el momento lo único claro
de estos dos escándalos es que la derecha los intentó convertir en un Proceso
8.000, pero no les alcanzó. Sobrevino luego el tema de la salud mental y física
del presidente, con el objetivo de convertir a Petro en un Abdalá Bucaram, para
intentar sacarlo de la Casa de Nariño. Tampoco les funcionó la estrategia, a
pesar de la ayuda del hermano de Petro, convertido en un bocón y pantallero con
aquel asunto del síndrome de asperger.
Hay claras muestras de que esa
apuesta moralizante le está funcionando a Petro muy bien: su enfrentamiento personal
e institucional con Francisco Barbosa le permitió develar, con la ayuda de
periodistas independientes y corajudos como Gonzalo Guillén y Julián Martínez,
entre otros más, que la Fiscalía está permeada por el Clan del Golfo. El
tiempo- no el periódico- le dio la razón al presidente Petro: en la corrupción público-privada
en la construcción de la Ruta del Sol II estaba involucrado el Grupo Aval de
Sarmiento Angulo. Luego vinieron los aberrantes casos de descomposición moral e
institucional en la SAE y en la UNP; y el robo de Petróleo al interior de
Ecopetrol; y recientemente, la caída de Arturo Char le vuelven a dar la razón
al presidente de la República y a quienes lo acompañan en su labor moralizante.
En términos políticos, la
derecha viene usando la inseguridad en ciudades capitales y los problemas de
orden público en los temas de campaña, para insistir en la idea de que el país
va mal, porque lo de la paz total está mal planteada. Por supuesto que a la
derecha le conviene que fracasen los procesos de diálogo y paz que caminan
tanto en Buenaventura, como en el resto del país con las anacrónicas organizaciones
guerrilleras que insisten en un conflicto armado que hace rato perdió el carácter
revolucionario, en lo social, político y económico, para convertirse en un
cuadro anómico de múltiples violencias.
Ahora bien, en un caso hipotético
en el que el Pacto Histórico y en particular la Colombia Humana arrasen con
alcaldías y gobernaciones el proyecto modernizante de Petro tendrá mayores posibilidades
de éxito. De suceder lo contrario, el primer gobierno nacional de izquierda
será duramente juzgado por sus propios errores, magnificados por las empresas
mediáticas que día a día hacen sus aportes para que el Golpe Blando sea una
realidad, o por lo menos, sirva para mantener distraído al presidente pensando en que
se hará realidad.
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