Por Germán Ayala Osorio
El periódico EL TIEMPO, otrora
defensor de ideas liberales, es hoy el medio informativo que mejor viene
legitimando la doble moral, el ethos mafioso, la corrupción y las burlas a la
justicia, provenientes de sectores y agentes con poder económico y político.
La orden de captura en contra de
unos de los vástagos del Clan Char, Arturo Char, sirve para medir la
temperatura moral del periódico, hoy en manos del Grupo económico de Sarmiento
Angulo, vinculado con actos de corrupción (pago de coimas) en la construcción
del carreteable Ruta del Sol II. La defensa de la imagen de su único dueño la
viene haciendo a través de titulares engañosos y de tratamientos periodísticos
que falsean la realidad de los hechos de corrupción que Corficolombiana y el propio
banquero reconocieron ante las autoridades americanas.
En el caso del excongresista y
expresidente del Senado, EL TIEMPO dio el paso que le faltaba dar para caer en lo
más profundo del lodazal de la inmoralidad que es Colombia. El diario se
atrevió a titular de esta manera una nota firmada por Geraldine Bajonero: ‘Con
la cabeza en alto’: Arturo Char se pronuncia después de llegar a Colombia.
Aunque se trata de un titular de
cita, con este se ocultan los hechos jurídicos que comprometen al señor Char y
lo más importante: su llegada al país se
da por motivo de la orden de captura internacional que libró la Corte Suprema
de Justicia, tribunal que lo investiga por compra de votos. Esa es una manera muy sutil de defender las conductas inmorales que, a juzgar por la orden de captura, la Corte Suprema encontró en el actuar del excongresista.
Quien firma la nota, con la
anuencia del editor general de EL TIEMPO y la bendición del gran magnate, le
miente al lector puesto que el regreso de Char a Colombia no se da porque así
él lo haya decidido, como si se tratara de una colaboración con la justicia.
No. Lo hizo para evitarse la vergüenza de ser capturado por la Interpol y
expuesto mediáticamente al mundo, con las esposas puestas y montado en un
avión. La frase “Con la cabeza en alto” no es más que un lugar común en el que
suelen caer todos aquellos que son requeridos por la justicia. Es el último
aire que les queda cuando sienten que una condena está cerca.
Vengo insistiendo en que la
sociedad colombiana deviene en una profunda e histórica confusión moral, circunstancia
que permitió la naturalización de un ethos mafioso en las maneras en las que
operan el Estado y el sector privado. En esa confusión entraron los medios
masivos de información y los periodistas que siguen a pie juntillas la línea
editorial que permite ocultar, validar e incluso exaltar ese desconcierto colectivo,
resultado de unas éticas acomodaticias de la “gente de bien”, que se diseminaron
por el grueso de la sociedad.
Aunque las empresas mediáticas en Colombia siempre se portaron como actores políticos, hoy lo hacen como apéndices de conglomerados económicos (banqueros) que, curiosamente, subvaloran el ejercicio periodístico como factor que contribuye a la consolidación de la democracia. Así, tanto Sarmiento Angulo, dueño de EL TIEMPO y la familia Gilinski, propietaria del portal Semana, acabaron con el oficio y las buenas prácticas periodísticas que en otrora exhibieron el diario bogotano y la que antes fue la revista Semana. De la misma manera como la revista Semana murió con la llegada de los Gilinski y la dirección de Victoria Eugenia Dávila, EL TIEMPO también pasó a mejor vida. Paz en la tumba para estas dos empresas periodísticas.
La crisis ética y de credibilidad
de los medios está atada a decisiones editoriales fundadas estas en intereses
políticos y económicos de los dueños de las empresas mediáticas. Así, le hacen
un flaco favor al oficio y a la democracia.
Imagen de Migración Colombia, tomada de EL TIEMPO.
Una pluma bien empleada, en cualquier sentido, construyen o destruyen una democracia. En nuestro caso, esas casas periodísticas solo los mueve el norte de la hipocresía y su conveniencia personal.
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