Ahora que la Corte Suprema de Justicia emite orden de captura internacional en contra de Arturo Char, recuperé de mi anterior Blog, una par de columnas en las que hice referencia a hechos políticos que tocan al hoy imputado excongresista y su poderosa familia.
Por Germán Ayala
Osorio, comunicador social- periodista y politólogo
Esta columna se publica
dos días antes de que se dé la elección del presidente del Senado, Arturo Char
y se dé, además, el inicio de la nueva legislatura. Su publicación se produce
porque dicha elección estaba decidida de tiempo atrás y no se vislumbra qué
eventualidad puede impedir que se concrete.
La ya advertida y anunciada elección de Arturo Char como
presidente del Senado, se entiende en el marco de lo que significa la Política
en Colombia: negocio, negociados, clientelismo, corrupción y botín; relaciones
sociales-familiares, componendas y compadrazgos. Desde los inicios de este turbulento y enrarecido
2020, la Gran Prensa bogotana anunciaba lo que obedece, simplemente, a una
transacción política, anclada en el ethos
mafioso que guía la vida pública de casi todos los operadores políticos
colombianos. Esto es: transar, tolerar, consentir, abrazar, apoyar y hacer todo
lo que sea posible a nivel político y legislativo, así no sea ético, para
hacerse con el Estado, asumido este como un botín; y para extender en el tiempo
el dominio y el poder casi incontrastable de los agentes económicos que hacen
parte y sostienen al Régimen y que son
los que financian las campañas de candidatos presidenciales y otros tantos que
desean convertirse en congresistas, alcaldes y gobernadores, no para servirle
al país, sino para legislar en favor de sus patrocinadores.
El Clan Char, como otros, es un agente económico que financia
campañas políticas de candidatos presidenciales y al Congreso. La elección de
Iván Duque Márquez contó con el apoyo económico del conglomerado económico que
respalda las actividades políticas de la familia Char. Con su financiera
Serfinanza, los miembros del Clan barranquillero, al parecer financiaron a varios de los congresistas que
están comprometidos y obligados a respaldar a Arturo Char Chaljub para que
llegue a ocupar el anhelado cargo. Según el Portal Cuestión Pública, “…los que llegaron al Congreso con financiación de Serfinanza, empresa
del grupo Char, tendrán serios conflictos de interés para votar este 20 de
julio”.
El solo hecho de militar en la empresa electoral Cambio
Radical (CR) convierte al senador Arturo Char en un negociante político, en una
ficha más del Régimen. Por ello quizás, Germán Vargas Lleras, propietario y
accionista de la micro empresa electoral a la que muchos llaman Partido
Político y a quien ya se le puede decir “eterno candidato presidencial”, lo
necesita allí para que, a partir de la legislatura que inicia este 20 de julio,
tenga el poder de negociar con el Centro Democrático y con el gobierno de
Duque, la agenda legislativa y el manejo político-clientelar del escenario
preelectoral que se avecina en 2021.
Huelga recordar la cercanía política y la amistad que
subsiste entre el patriarca o capataz de Salgar, Álvaro Uribe
Vélez y el Clan Char. Ello es garantía de que la presidencia de Char Chaljub
funcionará como toda una aplanadora legislativa y como fuente
político-electoral para poner en la Casa de Nariño sino a Vargas Lleras, a un
miembro del clan barranquillero o al que logren definir en un escritorio Uribe
y los miembros de la Familia Char, entre otros muy cercanos agentes políticos
que trabajan en contubernio con otros empresarios y conglomerados que hacen
parte del Régimen de poder. Ahora, es posible pensar que ante el sostenido
desprestigio de Uribe y su condición sub júdice, este quiera negociar con los
Char la “transición del uribismo al charismo”; es decir, que el país pase del
Clan Uribista al Clan Char, así, de manera Olímpica, como suele suceder
políticamente en Colombia.
Con el apoyo de los insepultos partidos Liberal y Conservador
y el resto de empresas electorales que hacen parte de la coalición gobiernista,
Arturo Char, señalado por la excongresista y prófuga de la justicia, Aída
Merlano, por hacer parte de una red de corrupción electoral en la costa
Atlántica, fungirá como presidente del Senado a pesar de la investigación
preliminar que le abrió la Corte Suprema de Justicia, por las declaraciones
dadas por Merlano. Diligencia que deberá afrontar con el ropaje y la dignidad
del cargo de Presidente del Senado, lo que sin duda lo pone en ventaja ante su
juez natural.
Así entonces, la elección programada y previamente anunciada
de Arturo Char no es el resultado de un debate político argumentado, en el que,
por ejemplo, se analicen sus aportes legislativos, el nivel de los debates y la
presencia probada en las sesiones. No. De eso muy poco hay y se da al interior
de la corporación legislativa porque de tiempo atrás (tiempos históricos), el
Congreso de Colombia funge como el lugar en el que la política, con minúscula,
opera y se puso al servicio de los intereses corporativos-privados de una élite
económica que, además de exhibir una frágil formación ética, y una incontrastable pobreza cultural, ha
logrado hacerse con el Estado hasta lograr que su operación esté concentrada en
un gran porcentaje, para satisfacer sus negocios y deseos, así como sus propios
apetitos burocráticos y los de todos aquellos que se unen cada cuatro años,
buscando un lugar en el selecto grupo de propietarios o beneficiados del Estado
colombiano, a través de millonarios contratos.
Realmente la elección de Arturo Char no debe de
sorprendernos. Por el contrario, sirve para comprender en manos de quién está
el Estado y el manejo de la política, en minúscula, porque aquella con P
mayúscula es apenas un raro espectro al que pocos hemos visto. Esa
designación-elección ya estaba Char-lada.
La llegada del hijo del Clan barranquillero constituye una
prueba más de lo que es Colombia, institucional, ética, política, cultural y
socialmente hablando: un sumidero de mezquindades; un escurridero de inmoralidades;
una alcantarilla por la que corre sin control el empobrecido liderazgo de una
élite que jamás tuvo y podrá desarrollar una idea de Nación en la que quepamos
todos.
La reflexión que queda por hacer
en adelante, a partir de semejante suceso político, es el lugar que cada
colombiano le otorga a la Política y el tipo de relaciones que han venido
construyendo con esa otra política. Quizás de esa disquisición broten
respuestas y reacciones que conduzcan a poner mayor atención a la hora de dar
un voto por un candidato que desea ocupar un cargo de elección popular. Y es
posible que más colombianos concluyan que votar un hijo de un Clan político o
por un miembro o amigo cercano a un conglomerado económico es aportar un grano
más a la privatización del Estado y a la pérdida del sentido de lo público que
acompaña a la Política.
Imagen tomada de Pulzo.com
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