jueves, 7 de septiembre de 2023

ESTABA CHAR-LADO

 Ahora que la Corte Suprema de Justicia emite orden de captura internacional en contra de Arturo Char, recuperé de mi anterior Blog, una par de columnas en las que hice referencia a hechos políticos que tocan al hoy imputado excongresista y su poderosa familia. 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social- periodista y politólogo

Esta columna se publica dos días antes de que se dé la elección del presidente del Senado, Arturo Char y se dé, además, el inicio de la nueva legislatura. Su publicación se produce porque dicha elección estaba decidida de tiempo atrás y no se vislumbra qué eventualidad puede impedir que se concrete.

La ya advertida y anunciada elección de Arturo Char como presidente del Senado, se entiende en el marco de lo que significa la Política en Colombia: negocio, negociados, clientelismo, corrupción y botín; relaciones sociales-familiares, componendas y compadrazgos.  Desde los inicios de este turbulento y enrarecido 2020, la Gran Prensa bogotana anunciaba lo que obedece, simplemente, a una transacción política, anclada en el ethos mafioso que guía la vida pública de casi todos los operadores políticos colombianos. Esto es: transar, tolerar, consentir, abrazar, apoyar y hacer todo lo que sea posible a nivel político y legislativo, así no sea ético, para hacerse con el Estado, asumido este como un botín; y para extender en el tiempo el dominio y el poder casi incontrastable de los agentes económicos que hacen parte y sostienen al  Régimen y que son los que financian las campañas de candidatos presidenciales y otros tantos que desean convertirse en congresistas, alcaldes y gobernadores, no para servirle al país, sino para legislar en favor de sus patrocinadores. 

El Clan Char, como otros, es un agente económico que financia campañas políticas de candidatos presidenciales y al Congreso. La elección de Iván Duque Márquez contó con el apoyo económico del conglomerado económico que respalda las actividades políticas de la familia Char. Con su financiera Serfinanza, los miembros del Clan barranquillero, al parecer  financiaron a varios de los congresistas que están comprometidos y obligados a respaldar a Arturo Char Chaljub para que llegue a ocupar el anhelado cargo. Según el Portal Cuestión Pública, “…los que llegaron al Congreso con financiación de Serfinanza, empresa del grupo Char, tendrán serios conflictos de interés para votar este 20 de julio”.

El solo hecho de militar en la empresa electoral Cambio Radical (CR) convierte al senador Arturo Char en un negociante político, en una ficha más del Régimen. Por ello quizás, Germán Vargas Lleras, propietario y accionista de la micro empresa electoral a la que muchos llaman Partido Político y a quien ya se le puede decir “eterno candidato presidencial”, lo necesita allí para que, a partir de la legislatura que inicia este 20 de julio, tenga el poder de negociar con el Centro Democrático y con el gobierno de Duque, la agenda legislativa y el manejo político-clientelar del escenario preelectoral que se avecina en 2021.

Huelga recordar la cercanía política y la amistad que subsiste entre el patriarca o capataz de Salgar, Álvaro Uribe Vélez y el Clan Char. Ello es garantía de que la presidencia de Char Chaljub funcionará como toda una aplanadora legislativa y como fuente político-electoral para poner en la Casa de Nariño sino a Vargas Lleras, a un miembro del clan barranquillero o al que logren definir en un escritorio Uribe y los miembros de la Familia Char, entre otros muy cercanos agentes políticos que trabajan en contubernio con otros empresarios y conglomerados que hacen parte del Régimen de poder. Ahora, es posible pensar que ante el sostenido desprestigio de Uribe y su condición sub júdice, este quiera negociar con los Char la “transición del uribismo al charismo”; es decir, que el país pase del Clan Uribista al Clan Char, así, de manera Olímpica, como suele suceder políticamente en Colombia.

Con el apoyo de los insepultos partidos Liberal y Conservador y el resto de empresas electorales que hacen parte de la coalición gobiernista, Arturo Char, señalado por la excongresista y prófuga de la justicia, Aída Merlano, por hacer parte de una red de corrupción electoral en la costa Atlántica, fungirá como presidente del Senado a pesar de la investigación preliminar que le abrió la Corte Suprema de Justicia, por las declaraciones dadas por Merlano. Diligencia que deberá afrontar con el ropaje y la dignidad del cargo de Presidente del Senado, lo que sin duda lo pone en ventaja ante su juez natural.  

Así entonces, la elección programada y previamente anunciada de Arturo Char no es el resultado de un debate político argumentado, en el que, por ejemplo, se analicen sus aportes legislativos, el nivel de los debates y la presencia probada en las sesiones. No. De eso muy poco hay y se da al interior de la corporación legislativa porque de tiempo atrás (tiempos históricos), el Congreso de Colombia funge como el lugar en el que la política, con minúscula, opera y se puso al servicio de los intereses corporativos-privados de una élite económica que, además de exhibir una frágil formación ética,  y una incontrastable pobreza cultural, ha logrado hacerse con el Estado hasta lograr que su operación esté concentrada en un gran porcentaje, para satisfacer sus negocios y deseos, así como sus propios apetitos burocráticos y los de todos aquellos que se unen cada cuatro años, buscando un lugar en el selecto grupo de propietarios o beneficiados del Estado colombiano, a través de millonarios contratos.

Realmente la elección de Arturo Char no debe de sorprendernos. Por el contrario, sirve para comprender en manos de quién está el Estado y el manejo de la política, en minúscula, porque aquella con P mayúscula es apenas un raro espectro al que pocos hemos visto. Esa designación-elección ya estaba Char-lada.

La llegada del hijo del Clan barranquillero constituye una prueba más de lo que es Colombia, institucional, ética, política, cultural y socialmente hablando: un sumidero de mezquindades; un escurridero de inmoralidades; una alcantarilla por la que corre sin control el empobrecido liderazgo de una élite que jamás tuvo y podrá desarrollar una idea de Nación en la que quepamos todos.

La reflexión que queda por hacer en adelante, a partir de semejante suceso político, es el lugar que cada colombiano le otorga a la Política y el tipo de relaciones que han venido construyendo con esa otra política. Quizás de esa disquisición broten respuestas y reacciones que conduzcan a poner mayor atención a la hora de dar un voto por un candidato que desea ocupar un cargo de elección popular. Y es posible que más colombianos concluyan que votar un hijo de un Clan político o por un miembro o amigo cercano a un conglomerado económico es aportar un grano más a la privatización del Estado y a la pérdida del sentido de lo público que acompaña a la Política.



Imagen tomada de Pulzo.com


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