miércoles, 22 de noviembre de 2023

PACTO NACIONAL Y EL MEDROSO CENTRO

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

 

Ser de Centro en Colombia puede ser el resultado de una confusión política e ideológica, debido en gran parte a que la cultura política y el ejercicio del poder político garantizó la supremacía de la derecha y la proscripción de la izquierda como una opción de poder legítimo y viable. Sucedió así, justamente, porque la derecha ejerció el poder sin contraste alguno de parte de la izquierda, pero sí contó con la anacrónica oposición armada de unas guerrillas que se quedaron atornilladas en los años 60. Me pregunto: ¿Cuál es el ideario de aquellos políticos y ciudadanos del común que expresan públicamente que son de Centro o que militan en ese espectral lugar desde donde creen posible pensar lo público y enfrentar los graves problemas que arrastra el país?

La aparición del espectral Centro político se da cada cuatro años, gracias en gran medida a la narrativa mediática que expone, como problema político y social, la ya manida “polarización política” con la que se evita discutir a fondo de los problemas del país, para quedarnos gravitando en los miedos al cambio que se ventilan desde la derecha, macartizando a los de izquierda.

En el Centro confluyen varias figuras públicas que, en lugar de plantear soluciones de fondo a los graves problemas sociales, institucionales, económicos, culturales y ambientales que arrastra Colombia, los minimizan o aplazan su discusión y por esa vía, logran esconder las responsabilidades políticas y económicas que deben asumir quienes han aportado, por acción u omisión, a que Colombia sea hoy el tercer país más desigual de América Latina. De esa manera, buscan la aprobación de los agentes de poder que manejan los hilos del régimen político: el banquero Sarmiento Angulo y grupos de empresarios regionales siempre dispuestos a invertir en los partidos políticos y en patrocinar a obsecuentes candidatos al Congreso y a la presidencia que defiendan a dentelladas el capitalismo salvaje y la captura mafiosa del Estado.  

Los medios masivos de información, voceros y estafetas del banquero y del empresariado nacional, registran con alborozo el surgimiento de esas figuras que, al instalarse en el Centro, quieren evitarse el desgaste de discutir con los dueños del país, salidas y soluciones reales dentro del marco constitucional, a los problemas de una sociedad que ya exhibe síntomas de cansancio, expresadas en un creciente malestar social.

Y vuelven los periodistas-estafetas del Régimen político a señalar que los que se ubican en el Centro, lo hacen para superar la polarización política, cuando a lo que asistimos en Colombia es a la radicalización del discurso y de las acciones violentas, simbólicas y físicas, de los sectores de Derecha y ultraderecha que vienen haciendo todo lo posible para “hacer invivible la República”.

En un país con los niveles de pobreza, concentración de la tierra y de la riqueza en pocas manos, de desigualdad y altos grados de corrupción público-privada, presentarse como una opción de Centro resulta cómoda y facilista, y se corre el riesgo de hacerle el juego al Régimen de poder, en parte responsable de las oprobiosas condiciones en las que transcurre la vida societal en Colombia.

En el juego propagandístico con el que se viene insistiendo de cara a consolidar ese Centro político, aparecen figuras carismáticas con las que se evita hacer la tarea de presentar un proyecto político conducente a superar la desigualdad y los demás problemas que agobian al grueso de la población colombiana. De esa manera, aparecen estampas como Carlos Fernando Galán, Claudia López Hernández y Juan Daniel Oviedo, quienes simulan ser de Centro y se presentan como políticos capaces de cambiar todo, sin tocar nada. Es decir, cambiar para que todo siga igual.

Antes de los señalados líneas atrás, estuvieron Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria como agentes del asustadizo Centro para terminar de distraer y engañar al electorado que en el 2026 verá cómo se afianzará la narrativa de ese medroso Centro. Los arriba nombrados, desde los lugares de poder que ocupen, le apuestan a evitar la construcción de un proyecto de país que confronte a quienes convirtieron a Colombia en un platanal con bandera. Al final, les suena mal que el actual presidente logre con los “cacaos” un Pacto Político Nacional con el que sea posible abordar y superar los graves problemas del país. Si Petro logra modificar en algo lo que ha estado mal por más de 50 años en Colombia, los del Centro lo ven desde ya como un peligro, pues la izquierda se consolidaría como espectro ideológico capaz y legítimo no solo por los avances sociales y económicos que se logren de aquí al 2026, sino porque habrían muerto para siempre los miedos a “convertirnos en Venezuela”, al “castrochavismo” y al “comunismo”.

Ese Pacto Político Nacional debe partir de un diálogo entre operadores políticos, políticos y todos los agentes de la sociedad civil, incluyendo por supuesto a los gremios económicos, que permita a los dueños del capital en Colombia entender y comprender que están parados y viviendo encima de una olla a presión, que en cualquier momento puede volver a explotar como sucedió en el 2021.

De ese diálogo político deben participar aquellos posibles precandidatos presidenciales, aspirantes a otros cargos de elección popular, intelectuales y la Academia que, ubicados en la izquierda y el progresismo, expliquen a los dueños del país sus ideas y proyectos.

Todo lo anterior exige, de parte y parte, bajarse del pedestal en los que cada uno está montado, para que el diálogo fluya. Colombia es un país de ególatras que creen que todo gira en torno a su microcosmos. Cuán equivocados están. Del lado de la Derecha y la ultraderecha, para que ese diálogo prospere, se requiere que Uribe Vélez, ficha clave del Banquero, ganaderos y agroindustriales, dé un paso al costado y reconozca que su tiempo ya pasó. Su cuestionada ética pública y ciudadana es suficiente argumento para exigirle que se retire y abandone la vida pública. Su tóxico liderazgo impide la posibilidad de dialogar para alcanzar un Pacto Político Nacional con el que sea posible salvar a Colombia de caer en el abismo.

De no lograrse ese Pacto Político Nacional – propuesto en el Acuerdo de Paz de La Habana-, y de regresar la derecha en manos de falsos centristas o de graduados derechosos, Colombia aplazaría por otros 4 años más las reformas de fondo que necesita para edificar, de una vez por todas, un país decente, digno y viable; esto es, una sólida democracia, un eficiente Estado social de derecho y una verdadera República.



Imagen tomada de Portafolio

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