Por Germán Ayala Osorio
La aprobación de la reforma
laboral y los subsanables vicios de trámite que encontró la Corte Constitucional
(CC) en el texto de la pensional constituyen triunfos políticos amargos para el
gobierno Petro, logrados en gran medida por la presión que ejerció sobre las fuerzas
opositoras a dichas reformas el decretazo de la consulta
popular. El jefe del Estado, en un nuevo consejo de ministros señaló que “lo
que ha salvado la reforma laboral es que decidimos hacer una consulta,
sino estábamos enterrados hace tiempo”.
Más claro: las bancadas de
oposición en el Congreso y quizás los mismos magistrados de la CC entendieron
que era mejor negocio aprobar la reforma laboral casi tal cual como había sido
aprobada en la Cámara de Representantes y devolver la pensional para que en el
legislativo se subsanen los vicios de forma, que afrontar una consulta popular
que bien podría convertirse en un plebiscito que señaría la continuidad del
proyecto progresista en el 2026.
La pregunta es: ¿Insistirá Efraín
Cepeda en su tarea de torpedear la aprobación de dichas iniciativas? Lo cierto
es que los grandes derrotados en la jornada de hoy son los partidos Centro
Democrático, Mira y facciones del Conservador, Liberal y Alianza Verde. Quedarán
en la memoria del país político las celebraciones de Paloma Valencia y demás
congresistas en los momentos en que rompían el quorum y negarse a debatir las
propuestas. Al final, el Congreso, como institución, perdió legitimidad y ganó
en desprestigio.
Eso sí, en todo este tira y afloje
entre los congresistas en oposición y el gobierno Petro se generó el ambiente
de polarización política y crispación ideológica que terminó por ahondar sentimientos
de animadversión
entre las clases sociales, aprovechados muy bien por quienes planearon el
atentado sicarial contra Miguel
Uribe Turbay. Los autores intelectuales del ataque imaginaron muy bien lo
que sucedería después de la agresión:
se alborotó el clasismo, el racismo y la narrativa expresada en el estribillo
escuchado en la Marcha
del Silencio: “sin seguridad no hay paz”. Esa arenga empezó a darle un aire
de viabilidad electoral a los candidatos y precandidatos interesados en meter
miedo para vender seguridad… y ojalá democrática.
Será bajo ese ambiente de
animosidad, alimentado por prácticas y los discursos clasista y racista, que
los colombianos regresarán a las urnas para decidir si le dan continuidad al
proyecto progresista o permiten el regreso de la derecha uribizada que le
apostó todo el tiempo a mantener los estados de cosas inconstitucionales
en los que deviene el país de tiempo atrás en materia de salud, pensión y
trabajo.
De cualquier modo, el país perdió
porque las figuras políticas más visibles y los periodistas
vedettes “pelaron el cobre”: apelaron a los improperios y a las amenazas para
hacerlas pasar como posturas políticas y editoriales legítimas. De esa manera, se
negaron a dialogar, a deponer intereses. Y lo que es peor: sembraron odio entre
sus seguidores.
El detrás de cámaras de la aprobación de la reforma laboral en el Senado: ¿Qué viene para la conciliación?