viernes, 20 de junio de 2025

PETRO Y SU OCTAVA PAPELETA (I)

Por Germán Ayala Osorio

 

El presidente Petro confirmó hace pocas horas que en las próximas elecciones de 2026 a cada colombiano se le entregará una papeleta con la que podrá votar si desea o no que el país vaya hacia un escenario constituyente que le haga ajustes sustanciales a la carta política de 1991 o se derogue para darle vida a otro texto constitucional.

Las reacciones en contra del anuncio presidencial no se hicieron esperar de parte de la derecha uribizada. Varios de sus agentes más visibles intentan desde ya revivir el fantasma del castrochavismo que se presumía superado o proscrito dado que después de tres años de la administración Petro no hubo expropiaciones, como tampoco se nacionalizaron multinacionales y mucho menos se eliminaron los pesos y contrapesos de la democracia. Por ejemplo, Paloma Valencia espetó que “los que reciban esa papeleta tienen que romperla para decirle a Colombia que aquí defendemos nuestras instituciones, que Colombia no va a ser Venezuela”.

Al hablar de lo que sería la “octava papeleta” de inmediato la prensa y en general los colombianos recuerdan al movimiento de la “séptima papeleta” que abrió el camino para derogar la carta de 1886 en el contexto de una grave crisis institucional originada por la operación criminal de los carteles de la droga de Medellín y Cali, cuyos jefes alcanzaron a permear y controlar entidades públicas. Hubo consenso social y político en varios sectores de poder en torno a que para superar la violencia política vivida en aquella época era necesario convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).

Aunque Colombia no atraviesa hoy por una coyuntura social y política de las magnitudes que llevaron a convocar a la Asamblea Nacional Constituyente en marzo de 1990, si subsiste un proceso reformista liderado por el presidente Petro que va más allá de las reformas pensional y laboral aprobadas recientemente, en medio de un agrio enfrentamiento político e ideológico entre el jefe del Estado y el presidente del Senado, Efraín Cepeda. Petro le está apostando a profundizar la democracia con una Asamblea Popular que de verdad recoja el sentir del constituyente primario. El presidente de la República está en modo democracia plebiscitaria.

Hábilmente, el presidente Petro agita el ambiente político y la conciencia popular para terminar consolidando la narrativa que devela el miedo que le produce a la derecha cualquier ejercicio de democracia directa que se proponga desde la Casa de Nariño.

Petro busca convertir la entrega de la “octava papeleta” y una posible respuesta masiva y positiva de parte de los electores en un plebiscito que le entregue de manera anticipada la suficiente legitimidad a quien finalmente el Pacto Histórico avale como el o la candidata presidencial del progresismo.  

Hay que esperar a que lleguemos al escenario electoral de 2026. La colérica reacción de varios agentes de la derecha y el exceso de confianza que puedan dejar ver los miembros del gobierno servirán para extender en el tiempo los enfrentamientos ideológicos y políticos entre la derecha y el progresismo, así como la ya exacerbada violencia verbal; de igual manera, Petro le da motivos a la derecha para que insista en meterle miedo a las audiencias y al pueblo con el regreso del fantasma del comunismo o del castrochavismo.




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