Por Germán Ayala Osorio
El presidente Petro confirmó hace pocas horas que
en las próximas elecciones de 2026 a cada colombiano se le entregará una papeleta
con la que podrá votar si desea o no que el país vaya hacia un escenario constituyente
que le haga ajustes sustanciales a la carta política de 1991 o se derogue para
darle vida a otro texto constitucional.
Las reacciones en contra del anuncio
presidencial no se hicieron esperar de parte de la derecha uribizada. Varios de
sus agentes más visibles intentan desde ya revivir el fantasma del castrochavismo
que se presumía superado o proscrito dado que después de tres años de la administración
Petro no hubo expropiaciones, como tampoco se nacionalizaron multinacionales y
mucho menos se eliminaron los pesos y contrapesos de la democracia. Por
ejemplo, Paloma Valencia espetó que “los que reciban esa papeleta
tienen que romperla para decirle a Colombia que aquí defendemos nuestras
instituciones, que Colombia no va a ser Venezuela”.
Al hablar de lo que sería la “octava
papeleta” de inmediato la prensa y en general los colombianos recuerdan al
movimiento de la “séptima papeleta” que abrió el camino para derogar la carta
de 1886 en el contexto de una grave crisis institucional originada por la operación
criminal de los carteles de la droga de Medellín y Cali, cuyos jefes alcanzaron
a permear y controlar entidades públicas. Hubo consenso social y político en
varios sectores de poder en torno a que para superar la violencia política vivida
en aquella época era necesario convocar a una Asamblea
Nacional Constituyente (ANC).
Aunque Colombia no atraviesa hoy
por una coyuntura social y política de las magnitudes que llevaron a convocar a
la Asamblea Nacional Constituyente en marzo de 1990, si subsiste un proceso
reformista liderado por el presidente Petro que va más allá de las reformas
pensional y laboral aprobadas recientemente, en medio de un agrio
enfrentamiento político e ideológico entre el jefe del Estado y el presidente del
Senado, Efraín Cepeda. Petro le está apostando a profundizar la democracia con
una Asamblea Popular que de verdad recoja el sentir del constituyente primario.
El presidente de la República está en modo democracia
plebiscitaria.
Hábilmente, el presidente Petro
agita el ambiente político y la conciencia popular para terminar consolidando
la narrativa que devela el miedo que le produce a la derecha cualquier
ejercicio de democracia directa que se proponga desde la Casa de Nariño.
Petro busca convertir la entrega
de la “octava papeleta” y una posible respuesta masiva y positiva de parte de
los electores en un plebiscito que le entregue de manera anticipada la suficiente
legitimidad a quien finalmente el Pacto Histórico avale como el o la candidata
presidencial del progresismo.
Hay que esperar a que lleguemos al
escenario electoral de 2026. La colérica reacción de varios agentes de la
derecha y el exceso de confianza que puedan dejar ver los miembros del gobierno
servirán para extender en el tiempo los
enfrentamientos ideológicos y políticos entre la derecha y el progresismo, así
como la ya exacerbada violencia verbal; de igual manera, Petro le da motivos a la derecha
para que insista en meterle miedo a las audiencias y al pueblo con el regreso
del fantasma del comunismo o del castrochavismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario