Por Germán Ayala Osorio
Las relaciones entre la prensa
bogotana y el presidente de la República han sido tirantes desde el 7 de
agosto de 2022, por dos razones fundamentales: la primera, porque el jefe del
Estado es un consumado polemista acostumbrado a debatir y confrontar versiones
y lecturas
sin importar el bando desde donde se promuevan o difundan; y la segunda, porque
por primera vez las más grandes empresas
mediáticas decidieron fungir o se vieron obligados a actuar como agentes
políticos en oposición.
Bajo esas circunstancias se entienden
varios de los rifirrafes, correcciones y confrontaciones hechas por Petro a los
periodistas de los medios corporativos. El más reciente de esos encontronazos ocurrió
el 20 de junio. En su cuenta de X, el presidente de la República confrontó a Noticias
Caracol por la información publicada en torno al caso Miguel
Uribe Turbay.
Esto dijo Gustavo Petro: “en
este momento estoy viendo la información de @NoticiasCaracol sobre el atentado
al senador Miguel Uribe. Casi no veo televisión, ya no me gusta, pero si millones
de colombianos. Y entiendo el mensaje subliminal, que enredan en información,
sugieren que la fiscalía dijo que había un fin político. Eso no se puede
decir, aún hoy, y aunque es una hipótesis de investigación, aún no se puede
decir con certeza que haya fines políticos en el atentado y peor aún cuál interés
políticos tendría el verdadero asesino… Caracol debe ser responsable con
la sociedad colombiana. No se conviertan en heraldos de la muerte, sean heraldos
de la vida y la verdad. Sean responsables”.
Más allá de si detrás del
atentado sicarial contra el político uribista hay móviles políticos, lo cierto
es que es inevitable pensar que la planeación y ejecución del ataque hace parte
del propósito político-electoral de generar desazón y miedo en la población para
finalmente recuperar la narrativa de la seguridad democrática a través de frases
que se vieron impresas en pancartas y camisetas durante la Marcha
del Silencio: “sin seguridad no hay paz”. De manera concomitante, varios políticos
señalaron como responsable de la tentativa de homicidio al presidente Petro
por su “discurso incendiario y provocador”.
Volvamos a los agrios enfrentamientos entre Petro y la gran prensa bogotana. La revista Semana, convertida en la plataforma ideológica y política del clan Gilinski, el 12 de mayo de 2023 tituló así una nota sobre el espinoso asunto: “El ataque de Gustavo Petro contra la prensa: una estrategia peligrosa que tiene encendidas todas las alarmas”. En el sumario del texto periodístico se lee que “el presidente convirtió a los medios de comunicación en el blanco de sus ataques. Su discurso atenta contra la libertad de expresión y la democracia”.
Según Semana y otros medios, al
presidente no se le pueden criticar sus decisiones y mucho menos evaluar su gestión.
La Fundación
para la Libertad de Prensa (FLIP) señaló que los mensajes del presidente
Petro “…terminan restándoles credibilidad (a los medios); buscando
presionar la agenda mediática para que aborde favorablemente su gestión;
alimentando un discurso en el que la prensa es antagonista, y así abre la
puerta a la criminalización de los medios”.
Después del 7 de agosto de 2022,
la prensa hegemónica, siguiendo las instrucciones de sus patrones, convirtieron
al presidente Petro, a su familia y a su gobierno en un solo “objetivo
periodístico”, lo que significó la implementación de un cubrimiento noticioso
cargado de "mala leche" y una inusitada y jamás vista animadversión,
resultado del clasismo, el racismo y la aporofobia que desde la prensa
tradicional se impulsa desde los orígenes de la República.
Nunca la prensa tradicional se
volcó para esculcar las decisiones de un gobierno. Por el contrario, los medios
tradicionales fueron cómplices de gobiernos como los de Álvaro Uribe, Juan
Manuel Santos e Iván Duque Márquez. Con Uribe naturalizaron lo que se conoció
como el unanimismo ideológico y político. Esas empresas mediáticas se hincaron
ante el poder intimidante del político antioqueño. Con Santos mantuvieron la
misma actitud complaciente. Y con Duque, periodistas de derecha como Néstor
Morales (Blu radio) y Luis Carlos Vélez (de La FM) actuaron de forma
complaciente y lo trataron como un amigo más, como un “parcero”, lo que
significó el abandono de la actividad periodística, en particular de aquel
principio de “molestar al poder”.
Los constantes encontronazos entre Petro y los periodistas de los medios hegemónicos se dan en medio de procesos de editorialización de las noticias y de la conversión de los reporteros, comentaristas y conductores de programas informativos en activistas políticos.
A pesar del llamado generalizado
a “desescalar el lenguaje violento” al que han apelado el presidente Petro y
los agentes más visibles de la Oposición mediática
y política, lo más probable es que hasta el 7 de agosto de 2026 el jefe del
Estado confrontará a los periodistas bien porque considere que están mintiendo,
exagerando o haciendo lecturas parciales e interesadas de los hechos noticiosos.
Eso sí, el rol hasta ahora
cumplido por los medios masivos expone con claridad que por razones políticas e
ideológicas muchos de los periodistas que le hacen oposición al gobierno Petro
corrieron la línea ética y por ese camino pusieron en cuestión la
deontología de un oficio como el periodismo que siempre estuvo asociado a los
sectores de poder económico y político que al igual que los directores, conductores
y periodistas no imaginaron jamás que por primera vez en Colombia llegara a la
Casa de Nariño un presidente progresista.
Es tan alto el nivel de pugnacidad
entre Petro y la gran prensa bogotana que las audiencias no saben si el jefe
del Estado es quien ataca a la prensa o es esta última la que puso en la mira lo
que haga y deja de hacer el presidente de la República.
petro y la prensa colombiana - Búsqueda Imágenes
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