Por Germán Ayala Osorio
En el inicio de la Marcha
del Silencio, en la capital del país, se escuchó el estribillo “Fuera
Petro”, arenga que contradice el sentido de la movilización e imposibilita que
el mutismo propuesto sirva para reflexionar sobre las disímiles formas de
violencia que naturalizamos en Colombia: la estructural, la simbólica y la
discursiva.
No estamos preparados como sociedad
para asumir el silencio como una oportunidad para conversar con nosotros
mismos; de reflexionar en torno a nuestras creencias y animadversiones alimentadas
en muchos casos por el veneno mediático y político, el clasismo, el arribismo y
el racismo, factores y circunstancias históricas que fueron llevando al país a
este punto de inflexión: la llegada, por primera vez, de un presidente
progresista, en una nación de godos retardatarios, de una dirigencia política y
económica premoderna, feudal y algunos de sus más visibles voceros, con ideas
fascistas. “Dar balín”, “bala es lo que viene”, “se calla o los callamos”,
“esos jóvenes no estarían cogiendo café”, “sicario, sicario, sicario” y “ustedes
sobran, Senador”, dan cuenta de los altos niveles de intolerancia y
odio frente al que piensa distinto.
En tantos años de República hemos
dejado de construir dos escenarios fundamentales: el primero, una Nación en
donde se practique el pluralismo, en lugar de maldecir nuestra riqueza étnica y
esa biodiversidad que no nos merece, vistas estas dos como obstáculos para quienes
creen que el desarrollo económico es
para el goce y beneficio de una clase en particular; y el segundo, una
verdadera República soportada en la participación, la transparencia, el respeto
al diferente y a lo público, que es todo lo que nos interesa a todos.
No es la vida del senador herido
lo que realmente los motivó a proponer la Marcha del Silencio. No. A muchos los
alentó el racismo, el clasismo y el miedo a ceder, perder o reconocer los privilegiados
lugares de enunciación en los que siempre han vivido. Quienes salieron hoy a
marchar y gritaron arengas como aquella de “Fuera Petro” perdieron la oportunidad
de revisar su interior.
¿De verdad creen que Colombia
está viviendo una dictadura? ¿Recuerdan a Stroessner, a Videla, a Pinochet,
entre otros crueles dictadores? O más cercano a nosotros: los violentos gobiernos de la Seguridad Democrática y el Estatuto de
Seguridad? Son ese tipo de confusiones conceptuales las que llevaron a muchos a
vivir en una burbuja de la que salen por momentos, llevados por los efectistas mensajes
de los medios masivos, interesados en que se mantengan los niveles de
polarización política y crispación ideológica porque los beneficia como empresas
mediáticas. No olviden que el lenguaje periodístico deviene con un carácter
moralizante desde el que es posible dividir la sociedad entre “buenos y malos”.
Y ya sabemos qué consignas se desprenden de esa peligrosa relación entre Buenos
y Malos: “los buenos somos más”, “vamos a recuperar el país y nuestra
democracia”.
Para marchar en silencio se
necesita una gran dosis de comprensión de los problemas del país, generados
muchos de estos por la mezquindad de una élite que desdice de los procesos de
mestizaje de la que son hijos. Ese es el origen de las disímiles formas de
odiar que hemos aprendido como sociedad premoderna. Y si usted, de casualidad,
hace o se considera parte de un grupo social, político y económico privilegiado
alineado con el señalado desprecio por afros, campesinas y campesinos, entonces
Usted jamás estuvo listo para vivir en sociedad y mucho menos para Marchar en
Silencio.
Imagen tomada de la red social X.
No hay comentarios:
Publicar un comentario