domingo, 28 de abril de 2024

¿LEY MORDAZA PARA ENFRENTAR LAS MENTIRAS DE LOS MEDIOS MASIVOS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La historia del periodismo dirá dentro de muy poco tiempo que varias empresas periodísticas unieron esfuerzos para deslegitimar al gobierno de Gustavo Petro. Ese pacto editorial, político y periodístico implicaba cumplir a cabalidad actividades como desinformar, mentir, azuzar, alarmar, generar caos, pánico económico, miedo, rabia e incertidumbres en las audiencias. Sin pretender hacer un balance exhaustivo de ese macabro plan de la derecha, hay que reconocer que lo han hecho bastante bien. Baste con recordar las estupideces y mentiras que varios marchantes expresaron durante las movilizaciones del 21 de abril, para saber que se trata de frases y lecturas sesgadas salidas de noticieros radiales y televisivos.  

Al tétrico convite llegaron El Tiempo, El Colombiano, El País de Cali y Semana como medios impresos; se sumaron Noticias Caracol y Noticias RCN y los programas radiales La FM, Blu Radio, y la W. Es decir, toda una bandola de medios y periodistas enfocados en desestabilizar al primer gobierno de izquierda en 200 años de República.

Por estos días, en la red X vuelve a aparecer la propuesta de algunos petristas y de ciudadanos molestos con el sinuoso comportamiento informativo de dichas empresas mediáticas, de imponerles sanciones o de legislar en su contra a través de una ley mordaza que los ponga en cintura y les impida mentir. A esa idea, poco democrática, me opongo rotundamente por varias razones a saber: la primera y más obvia, es que le quedaría muy mal al primer gobierno progresista y de izquierda presentarle al Congreso un proyecto de ley cuyo objetivo sea limitar las libertades de prensa y expresión a los medios y periodistas que diariamente atacan con mentiras la imagen del gobierno de Gustavo Petro. La segunda razón está atada a las obligaciones que cada ciudadano y ciudadana deben asumir para actuar en los ámbitos público y privado. Dudar debe ser una actitud de vida, asumida así por cada colombiano que esté o se sienta afectado directa o indirectamente por la información entregada por las empresas mediáticas. En particular, dudar de su clase política, dirigente y por supuesto, de los medios masivos. Y para hacerlo, deben desconfiar de aquellas empresas mediáticas que hacen parte de conglomerados económicos que están detrás del plan de medios que la derecha está ejecutando como forma de hacerle oposición al presidente de la República.

Los ciudadanos están en la obligación ética de estudiar la historia de su país. De aprender a examinar y evaluar con criterio a los gobiernos nacionales, regionales y locales que durante años hicieron todo para convertir a Colombia en uno de los países más desiguales del hemisferio y en la más fétida cloaca de la corrupción público-privada. Aceptar como verdad incontrastable lo que dicen los medios masivos y sus periodistas vedettes, que suelen fungir como estafetas del régimen de poder, constituye un grave error ciudadano.

Frente a las mentiras que desde el 7 de agosto de 2022 vienen entregando los medios aquí señalados, hay que decir que le corresponde al gobierno de Petro salir a desmentirlos como lo viene haciendo el presidente de la República desde su cuenta de X. Por supuesto que es insuficiente ese esfuerzo, porque no todas las audiencias están metidas en esa red social dispuestas a sacar conclusiones de los enfrentamientos entre Petro y los periodistas que mienten o tergiversan los hechos. Además, ese ejercicio analítico exige unos mínimos criterios para entender de qué se tratan los asuntos allí abordados.

Hay que reconocer que en el manejo de las comunicaciones el gobierno y sus asesores se han equivocado. Tardíamente se impulsó a RTVC como medio oficial para la defensa de la imagen gubernamental. El apoyo a medios alternativos ha sido tibio, a pesar del retiro de millonaria pauta oficial de los medios tradicionales que hoy hacen oposición política. 

La independencia, autonomía y la credibilidad de la prensa siempre serán motivo de discusión, dado que todas las empresas mediáticas defienden intereses políticos y económicos. Es más, suelen fungir como actores políticos lo que hace posible que los límites entre el activismo político y el ejercicio diario de la libertad de prensa se tornen difusos para los periodistas y audiencias.

En sociedades complejas como la nuestra, la responsabilidad de entender la realidad no se la podemos endosar a unas empresas mediáticas con intereses económicos y políticos. Cada uno de nosotros tiene la obligación de leer, estudiar y de sacar tiempo para comprender lo que pasa dentro del país y alrededor del mundo.

Lo que tenemos que hacer como ciudadanos es confrontar las versiones y los discursos de los medios masivos, en particular cuando sabemos que se unieron para erosionar la legitimidad del primer gobierno de izquierda. Y no se trata de aplaudir como focas a esta administración. No. Hay que también estar dispuestos a criticar las malas decisiones, los errores y la corrupción en entidades públicas durante esta administración.

Tener a un exguerrillero como jefe de Estado ha sido una realidad muy difícil de asimilar para los periodistas vedettes y en general para la derecha a la que le sirven. El golpe político fue tan fuerte que hoy lideran las acciones desinformativas; de igual manera lo es para sus patrones, quienes, a partir de presiones editoriales, fueron llevando a los periodistas a actuar como meros estafetas, en simples mandaderos, lo que les viene restando credibilidad en sectores de la opinión pública mejor formados y educados. 

¿Para qué pensar en una ley mordaza al periodismo, cuando lo que menos están haciendo hoy esas empresas es periodismo?



Imagen tomada de la red X. 

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