Por Germán Ayala Osorio
Dos años es suficiente tiempo
para evaluar el trabajo realizado por los medios masivos colombianos. Los
tratamientos periodísticos dados a los hechos noticiosos relacionados con el
ejercicio gubernamental de parte de las empresas mediáticas que optaron por
hacerle oposición política al actual gobierno son negativos. Ese balance recae
sobre los medios escritos como El Tiempo, El Colombiano, El País de Cali y la
revista Semana; igualmente para los noticieros de televisión de RCN y Caracol y
sus órganos de difusión radial y para Blu radio.
Veamos algunas circunstancias y
hechos puntuales que permiten evaluar de manera negativa estos dos años de
ejercicio periodístico de las señaladas empresas informativas. Esos medios le
apostaron a generar un clima de incertidumbre y miedo en las audiencias a
partir de exageraciones o lecturas catastrofistas de hechos económicos y
políticos.
Veamos varios ejemplos: desde antes
de la posesión del presidente Petro el 7 de agosto de 2022 casi al unísono la
señalada prensa hegemónica le apostó a generar un ambiente económico desfavorable
que sobrevendría por la llegada por primera vez de un gobernante con ideas
progresistas u asociadas a las operaciones de los Estados de Bienestar
europeos. Varios periodistas afirmaron que el dólar llegaría a los 5 mil pesos
y podría llegar hasta los 7 mil; además, que habría una estampida de
colombianos, incluido el éxodo de empresarios por la llegada del “socialismo/comunismo”.
Algunas figuras de la “farsándula” criolla anunciaron públicamente que abandonarían
el país porque había llegado el maldito comunismo. La senadora Cabal y Marbel dijeron
que se irían del país si ganaba Petro. Dos años después y las maletas siguen
listas.
Con el caso de los pasaportes, armaron
una cruel novela. Al final, no se dejaron de entregar los documentos, esto es,
no se paralizó el sistema. Lo mismo hicieron con el suministro de gas.
Malinterpretaron un comunicado oficial para señalar que habría desabastecimiento cuando se trataba de actividades de mantenimiento.
Les alcanzó la “mala leche” para ocultar que el país importa gas desde hace
varios años, exaltando de manera negativa que sería con el gobierno de Petro
que se darían las primeras importaciones. También llegaron a informar- sinónimo
de asustar en este caso- con el racionamiento de energía. Recordaron el apagón
y la “hora Gaviria” en los tiempos en los que gobernó César Gaviria, el
neoliberal que inauguró el proceso de privatización del Estado, permitió el aumento de la concentración
de la riqueza en pocas manos y la naturalización de la pobreza y la consolidación de
la informalidad laboral.
Producir pánico económico fue el
objetivo que se plantearon los propietarios de esos medios. Esa parece ser que fue
la instrucción editorial dada a sus periodistas, en particular a sus más
reconocidas “vedettes”. Con el pasar del tiempo iniciaron actividades de
indagación y filtración de información que pudiera dañar la imagen del presidente
Petro, la de los miembros de la familia presidencial y las de sus más cercanos
colaboradores. Primera conclusión: nunca en la historia reciente del
periodismo se vio el interés de desestabilizar a un gobierno usando los medios masivos
como arma política.
Minimizar los logros del gobierno
en materia de entrega de tierras, control de la inflación, decomiso de cocaína
y captura de narcos invisibles y el manejo responsable de la economía, incluido
el respeto por la regla fiscal hizo parte de esa apuesta desestabilizadora y
deslegitimante. Por el contrario, exaltaron yerros en la forma como se concibió
la Paz Total y el diseño de los criterios para elegir Gestores de Paz. “El país
quedó en manos del hampa” se impuso como verdad, para asegurar el regreso de
los amigos de la miedosa Seguridad Democrática.
El festín noticioso corrió por
cuenta de dos escándalos: el caso en el que está involucrado Nicolás Petro y
que tocó la campaña Petro presidente y el escándalo de corrupción en la Unidad
de Riesgo al que intentan aún darle la dimensión jurídico-política del proceso
8.000 buscando como sea responderse la pregunta clave: el presidente
Petro sí sabía del entramado de corrupción en esa entidad.
Aunque el proceso político-periodístico
le apuntó a desestabilizar al gobierno a través de la generación de
incertidumbres sociales, ese propósito se fue desvaneciendo gracias a las
acciones de gobierno, pero en gran medida a que el presidente Petro desde su
cuenta de X los contraatacó de tal manera que las mentiras, exageraciones,
medias verdades y la “mala leche” de las empresas mediáticas quedaron en
evidencia. Haberles reducido la pauta oficial también ayudó. Expuestas de esa
manera por el propio jefe del Estado, ayudado en parte por los youtubers,
influenciadores y por el trabajo de RCTV, abandonaron esa tarea. La
interpretación exagerada o no del golpe blando por parte del presidente de la
República, lo cierto es que, desde el Congreso, el Consejo de Estado, la Corte
Constitucional y el Consejo Nacional Electoral le han apostado, cada uno desde
sus competencias y decisiones, afectar la ejecución del programa de gobierno,
así como la legitimidad del presidente.
Mientras institucionalmente específicos agentes del establecimiento colombiano aseguraban el enfrentamiento con el Ejecutivo, las mismas empresas mediáticas se dedicaron a cubrir los rifirrafes y las reacciones de Petro en contra de cada una de las entidades bajo criterios ideológicos. Al final, medios y periodistas apelaron al clasismo, al racismo, al pasado guerrillero de Petro, su origen popular e incluso a asuntos de su fuero personal(intimidad) para imponer esa narrativa con la que se insiste en la pugna y el odio entre ricos y pobres, entre dignos e indignos; entre gente fina (los de bien) y los ordinarios, esto es, el pueblo que representa Gustavo Petro. Segunda y última conclusión: los medios hegemónicos colombianos además de ser actores políticos son agentes ideologizadores e ideologizantes al servicio de una élite que a pesar de las evidencias que señala que actúan guiados por un ethos mafioso, sigue presentándose como infinito faro moral.
Faltan menos de dos años para que
Petro entregue la Casa de Nariño. Lo más probable es que las empresas
mediáticas aquí señaladas sigan haciendo los mismos tratamientos periodístico-noticioso
de los hechos acaecidos. Están cumpliendo un mandato de sus dueños. Si la
derecha vuelve al poder en el 2026, volveremos a ver a la misma prensa que se
hincó ante el poder intimidante de Uribe, la misma que fue dócil con Santos y
cómplice con el fatuo del Iván Duque, el eterno aprendiz y títere del 1087985.
Imagen tomada de nestor morales, vicky davila - Búsqueda Imágenes
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