Por Germán Ayala Osorio
Cuando un banquero compra un
medio de comunicación con un prestigioso pasado periodístico para convertirlo
en una plataforma ideologizada desde las que se crean narrativas mentirosas,
engañosas o catastróficas, expone con claridad el desprecio que siente por el
oficio y los periodistas; además, reduce la política y su ejercicio público a
sus mezquinos intereses económicos. De esa manera se convierte en un agente de
poder enemigo de la democracia, de la competencia empresarial y de todo lo que
conlleva vivir bajo los imperativos morales adscritos a un Estado Social de
Derecho y a una sociedad cuyos ciudadanos pretenden y le apuestan a ctúar bajo estándares propios de la
Modernidad.
Los casos de El Tiempo y revista
Semana resultan ejemplos claros de la anterior sentencia. Sarmiento Angulo
compró el diario bogotano para convertirlo en una fábrica de narrativas catastróficas,
mentirosas y engañosas con las que a diario buscan deslegitimar al gobierno de
Gustavo Petro. A través de titulares tendenciosos y noticias falsas, El Tiempo
se consolida como un actor político al servicio de una poderosa familia que
maneja asuntos estratégicos como la construcción de vías y la venta de gas, entre
otros negocios que convierten a Sarmiento Angulo en un gran mecenas electoral de
aquellos candidatos de la derecha que estén dispuestos a mantener los niveles
de privatización de la operación del Estado a través de concesiones.
Por estos días, varios medios de
comunicación privados, incluidos El Tiempo y Semana vienen insistiendo en la
narrativa que señala que, por culpa del actual gobierno, “el país deberá
importar gas”. La respuesta del presidente de la República no se hizo esperar: “Están
diciendo en la prensa que vamos a importar gas, es carreta, nosotros estamos
importando gas desde hace años, lo que pasa es que el importador del gas es el
dueño del medio que lo dice y los confunde”. Si no fuera por la activa
presencia de Petro en la red X, millones de colombianos que consumen a diario
lo que dicen cadenas radiales y de televisión, que replican lo que dicen El
Tiempo y Semana, la narrativa engañosa se impondría como verdad absoluta. Medios
alternativos
han recogido las controversias entre el jefe del Estado y el periódico
bogotano: “Petro desmiente a El Tiempo por nota sobre el carbón:
‘noticias desinformadoras’”
Lo mismo sucede con la revista Semana, comprada hace poco por la familia Gilinski. El pasado periodístico de la publicación hebdomadaria habla de una revista de investigación y opinión, ejemplo de periodismo. Hoy, por el contrario, Semana, dirigida por Victoria Eugenia Dávila es una plataforma ideologizada que usa la millonaria familia para deslegitimar y desprestigiar al gobierno Petro. Es más, los propietarios de la revista Semana están tratando de madurar a la fuerza la candidatura presidencial de la señora Dávila. Por ese camino, las instalaciones de Semana terminaron siendo un laboratorio del marketing político en donde se “lavan y se ensucian imágenes” de políticos, de acuerdo con los intereses políticos y electorales de los propietarios de la señalada publicación.
En el día de ayer, durante el
Congreso de Fenalco, la directora de Semana intervino para insistir en su
narrativa catastrofista. Ella misma, que funge como periodista y candidata presidencial,
usa la plataforma digital de Semana para alojar en esta su discurso lleno de
lugares comunes. El titular da cuenta del sentido de su diatriba contra el
presidente de la República: “Petro es una “amenaza” y “unidos” debemos
cuidar elecciones del 26”. Finalmente, el 7 de agosto de 2026 tengo fe que va a
terminar esta horrible noche, Colombia tiene que volver a progresar, Colombia
tiene que volver a cumplir sus sueños, no solamente soñar, hoy hasta de pronto
los sueños se los han matado a los colombianos. No solo hay que soñar, hay que
acostumbrarse a cumplir los sueños. Y lo vamos a lograr”.
En su cuenta de X, la estafeta de
los Gilinski agradeció a Fenalco la invitación. “Dios les pague a
Fenalco y a todos los comerciantes de Colombia…En tiempos turbulentos y
difíciles sus abrazos y sus aplausos me llenan el alma. Tenemos que resistir.
De esta salimos… Dios nos cuide”.
Entre Petro y Dávila hay un
enfrentamiento ideológico, personal y político. La confrontación entre la
candidata-periodista y el jefe del Estado la registró así un medio digital:
“A esta señora la financia un grupo económico. Su tarea permanente es
calumniarme. ¿Para qué? Para hacer política de extrema derecha. Sabe que la
ideología extremista que difunde se basa en dos pilares: la mentira y el miedo.
Sabe que la táctica comunicacional de la mentira la enseñó Goebbels. Sin
embargo, el presidente no puede defenderse porque si no es él el que ataca. La
víctima cambia de lugar”.
En ambos casos, el periodismo
murió para darle paso a la propaganda gris y a otras formas discursivas usadas
para engañar a las audiencias. Semana y El Tiempo dejaron de informar para
hacer ideología. Y lo hacen, haciéndole creer a sus audiencias que solo existe una
ideología, esto es, la de Petro, con la que, según ellos, toma decisiones de
carácter económico que están afectando a los empresarios.
En la historia del periodismo jamás había sido tan evidente el desprecio que por el oficio periodístico profesan los señalados banqueros. La compra de las empresas mediáticas, claramente, no se dio para potenciarlas y consolidarlas como ejemplos de un periodismo serio, riguroso, “objetivo” y defensor de la democracia. Las circunstancias bajo las cuales hoy operan esos dos medios terminaron por erosionar todo lo que concierne a la ética. Ello se refleja en los tendenciosos y peligrosos tratamientos periodísticos dados a los hechos convertidos en noticia por El Tiempo y Semana.
Adenda: sobre el asunto de
la construcción de vías por concesión y los elevados costos de los peajes, dejo
esta cita tomada de una presentación de Por Gonzalo Duque-Escobar*Manizales, 23
de marzo de 2020 (Aju. 2021)
“El Estado colombiano debiera
de considerar que, si bien las APP se requieren para impulsar nueva
infraestructura, el costo de privatizar los beneficios de la reducción en
costos de transporte a través de peajes es enorme: por cada reducción
porcentual del costo del transporte, la exportación e importación crecerían
porcentualmente en promedio cinco veces– esto de conformidad con lo que señala
el BID en su estudio “Destrabando las arterias… (2010)”.
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