jueves, 2 de mayo de 2024

LA BANDERA DEL M-19, OTRO MOTIVO MÁS PARA ODIAR A PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Como animales simbólicos que somos, las banderas, los himnos e incluso las arengas, siempre van a estar presentes en nuestros relatos, en la historia local y por supuesto, en las memorias individuales y colectiva. Y es así, porque dan cuenta de hechos reales o de realidades imaginadas que de todas maneras están cruzadas por el espíritu humano, la ética-estética y la tarea objetiva de conocer y comprender el mundo de las cosas.

Hay banderas que cuando se ondean, generan reacciones violentas en unos sectores sociales y de poder, mientras que en otros sirven para evocar momentos inolvidables de felicidad, luchas ideológicas e incluso de dolor, asociados a los principios y objetivos sobre los cuales esa bandera fue usada como estandarte político y militar.

La bandera del M-19 es hoy, después de más de 30 años del proceso de paz entre la guerrilla del mismo nombre y el Estado colombiano, un elemento más que acrecienta la división, el distanciamiento y la animadversión entre la derecha “premoderna, vetusta y anacrónica” y el presidente de la República, Gustavo Petro, como persona y figura política.

Claro que el presidente de la República es un provocador. Y lo es, porque no abandonó jamás su espíritu libertario, revolucionario y confrontador del poder hegemónico. Si hubiese querido abandonar sus ideales, entonces ya habría sido recibido en el Centro Democrático, partido-secta del que hacen parte varios de sus compañeros de lucha, que optaron por entregarse al establecimiento que una vez decidieron combatir.

Petro dedicó una parte importante de su juventud a consolidar las ideas con las que irrumpió el M-19, después de que Misael Pastrana Borrero le robara las elecciones a la ANAPO en 1970.  Petro se siente orgulloso de su pasado y eso es posible que no lo logren entender sus detractores, quienes creen que la guerrilla ha sido el único problema del país, porque de manera taimada y maliciosa ellos mismos optaron por evitar no reconocer que las más graves problemáticas del país surgen de la corrupción público-privada y de la captura corporativa del Estado, que devienen históricas y anteriores al levantamiento de las guerrillas en los años 60.

Quienes atacan y descalifican al presidente por agitar ese banderín de la lucha armada y revolucionaria que Petro dio junto a Navarro Wolf, Marcos Chalita, Rosemberg Pabón, Vera Grabe, Toledo Plata, Iván Marino Ospina y Bateman Cayón, entre otros, lo hacen porque quizás nunca en sus vidas se vieron tentados u “obligados” a buscar en la lucha armada los cambios que este país necesita desde sus inicios como República.

Los enemigos de Petro y quienes se molestan al ver que el presidente le recibió las banderas de Colombia y del M-19 de manos de uno de los cientos de miles de compatriotas que lo escucharon en la Plaza de Bolívar este primero de Mayo, reducen el papel político-militar de esa guerrilla a la toma del Palacio de Justicia, hecho execrable que jamás debió ocurrir.  Sin duda alguna, un hecho criminal y una errada acción político-militar que terminó con la muerte de magistrados, empleados de la cafetería y visitantes a ese edificio, recuperado horas más tarde, a sangre y fuego, por el Ejército, bajo la idea poco creíble de “defender la democracia”.  La frase exacta del entonces coronel Plazas Vega fue: “aquí, defendiendo la democracia”. Al reducir la democracia a un edificio, el coronel de Caballería olvidó que él también fue y sigue siendo un animal simbólico.

Esa cruel osadía condenó socialmente a toda la dirigencia de esa agrupación armada ilegal y manchó su historia en un país que ha preferido aplaudir, elegir y reelegir a los corruptos, antes de sentarse a estudiar con juicio las diferencias sustanciales que existieron y aún existen entre el proyecto político del M-19, ancorado a la necesidad de profundizar la democracia en el marco del sistema capitalista, y el que aún defienden el ELN y las disidencias farianas, orientado a revivir  al viejo modelo socialista de la antigua URSS o el “socialismo del siglo XXI” de la Venezuela de Chávez y Maduro.    

A juzgar por las molestias generadas por ondear la bandera del M-19, podemos decir que, para fortuna o infortunio de la humanidad, seguimos siendo animales simbólicos; pero para pesar de esa misma humanidad, hay que reconocer que, dentro de esa comunidad de animales hay unos que optaron por quedarse en el pasado, como fuente inagotable de su inquina, aversión, antipatía y ojeriza hacia quien, para bien o para mal, es el presidente de la República elegido democráticamente.

Le sugiero a todas y todos aquellos que se sienten morir de la rabia al ver ondear la bandera del M-19, que lean con juicio a Ernest Cassirer. Aquí les dejo una cita: “[el hombre] no encuentra un mundo de objetos físicos sino un universo simbólico, un mundo de símbolos. Debe aprender, antes que nada, a leerlos, pues todo hecho histórico, por muy simple que parezca, no se determina y comprende más que mediante un análisis previo de símbolos”.

Esa bandera, el M-19, Petro, las otras guerrillas; los paramilitares, las FFAA, las familias poderosas, la clase política y cada uno de nosotros está envuelto en el universo simbólico de una conflicto armado interno que nos ha permitido vernos en el espejo y ver en este la ignominia, la inmoralidad, la estética de lo atroz de la que habla Édgar Barrero y la estolidez de todos los guerreros; así como  la complicidad e ignorancia de quienes a pesar de saber de los horrores de esta guerra fratricida, prefirieron aplaudir al bando de sus simpatías para sentirse más tranquilos moralmente. Toda guerra es inmoral y la nuestra, sí que lo fue, lo es y seguirá siendo.

 


Imagen tomada de Infobae


EL 188 ORDENA AL PRESIDENTE UNIR A LOS COLOMBIANOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Al presidente Gustavo Petro, por ser de izquierda, la prensa y el establecimiento le exigen, como jamás lo hicieron con anteriores mandatarios, que debe “unir a los colombianos” dando cumplimiento al artículo 188 de la Constitución que señala que el “presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”.

Esos sectores de poder tradicional solo aluden a la primera parte del señalado artículo, pero no examinan que, justamente, en la segunda parte, la más importante quizás, está la apuesta del actual gobernante: garantizar los derechos y libertades a todos los colombianos, de ahí que las reformas a los sistemas de aseguramiento en salud y pensión van en esa dirección, al igual que la reforma laboral. Y en lo que respecta al asunto de garantizar libertades, la derecha ha podido salir a protestar sin que el Esmad les haya atropellado y mucho menos, disparado a los ojos a los cientos de miles de manifestantes, como sí ocurrió en el gobierno del presidente-títere, Iván Duque Márquez, a quien jamás le exigieron que cumpliera con el 188. 

Después de escuchar al presidente durante la conmemoración del Día del Trabajo, nuevamente la derecha y sus medios masivos volvieron a recordarle a Petro el artículo 188, pero solo en su primera parte. Y lo hicieron porque siguen pegados a las formas y no al fondo. Y es normal que así les parezca porque jamás tuvieron que lidiar con un outsider, con un congresista crítico y con un presidente impulsivo, y de repeso, exguerrillero, que sigue fiel a su ideario político y revolucionario. Hubieran preferido que hubiese llegado a la Casa de Nariño un ser obediente e incapaz de pensar por sí mismo, como el pelele y homúnculo del Iván Duque.

Pensarán que Duque si cumplió con el artículo 188, a pesar del manejo desastroso y criminal que le dio a la economía y al estallido social. Los más de 60 jóvenes afectados en sus ojos por el Esmad durante la administración del títere de Uribe Vélez debe ser una buena forma de unir a los colombianos. Y la reforma tributaria de Carrasquilla, la misma que generó las violentas protestas ciudadanas, también apuntaba, según la derecha, a dar cumplimiento a lo prescrito en el 188 de la carta política, en su segunda parte. Por favor, señores, bájenle un tantico al cinismo. 

Y si nos vamos un poco más atrás, entonces los 6402 jóvenes asesinados por el Estado durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez también fueron un bello gesto de unión; al igual que el discurso vulgar y violento del caballista con el que intimidó a todo aquel que criticara sus políticas neoliberales que acabaron con la agricultura, el campesinado, y desmejoraron las condiciones laborales de millones de trabajadores. Si algo hicieron Duque y Uribe durante 12 años fue desconocer la segunda parte del 188, porque nadie jamás se atrevió a exigirles que unieran a los colombianos porque los medios masivos y los líderes de opinión que hoy le exigen a Petro que lo haga, estuvieron alineados y cooptados por esa seudo doctrina que se llama uribismo. Convendría, para una sana discusión, que, al citar un artículo de la Constitución, se hiciera de manera completa para no hacer caer a la gente en engaños.

Claro que el país está dividido. Las marchas así lo constatan. El clasismo, el arribismo y el racismo alimentan el evidente enfrentamiento entre dos maneras disímiles de entender lo que el país realmente necesita. Petro cree que es posible vivir bajo condiciones de un Estado de Bienestar al mejor estilo europeo de los años 80; mientras que la derecha uribizada, considera que Colombia entre 2002 y 2010, garantizó la “confianza inversionista y la cohesión social”, en el marco de un artificioso Estado comunitario y un peligroso Estado de opinión.

Para la derecha uribizada, antes de la llegada de Petro al Solio de Bolívar, Colombia era una especie de Suiza, un paraíso con un único lunar: la presencia otoñal de una guerrilla tan infame y violenta, como las medidas neoliberales aplicadas a rajatabla desde César Gaviria, pasando por Pastrana, Uribe, Santos y Duque. Eso sí, mientras señalaban a ese gran lunar, con visos de malignidad, se dedicaron a ocultar el gran problema del país: la corrupción público-privada. Y para la izquierda y el progresismo, Colombia viene operando como un Estado corporativo, privatizado y criminal, al servicio de una oligarquía "anacrónica, vetusta y premoderna".

Si logramos superar el clasismo, el arribismo y el racismo (nos odiamos entre nosotros), quizás sea más fácil encontrar los puntos comunes que nos unan para que a un presidente le quede más fácil cumplir con el 188. Eso sí, también se va a necesitar que esos cientos de miles que salieron a marchar “emberracados” dejen de pensar y decir que, antes de la llegada de Petro, éramos la Suiza de América, cuando llevamos 200 años siendo un platanal con bandera. 


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 Imagen tomada de Radio Nacional de Colombia 

miércoles, 1 de mayo de 2024

LA DERECHA NO URIBIZADA DEBE ESCUCHAR A PETRO Y AL PUEBLO QUE MARCHÓ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Pasada la jornada de movilizaciones del 1 de Mayo y la fuerte respuesta que el presidente Petro le dio a la Oposición que encarna el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, emergen por lo menos dos caminos a seguir. Del lado del gobierno, ya es tiempo de que se acelere la aplicación de su Plan Nacional de Desarrollo y exponga los logros en infraestructura (ferrocarriles y vías terciarias y secundarias, entre otros indicadores) y en general en el mejoramiento de las condiciones de vida de los millones de pobres y vulnerables. Y esto incluye, en particular, disminuir sustancialmente las quejas contra las EPS, superar la crisis actual del sistema de aseguramiento en salud y llevar atención de calidad a las zonas más remotas que quedaron por fuera del radar de las EPS porque no les era rentable apostarle el aseguramiento de por lo menos 15 millones de colombianos que sobreviven en esa Colombia profunda. La mejor forma de contrarrestar las mentiras y las medias verdades de los medios masivos tradicionales es con hechos y transformaciones.

Por el lado de la Oposición, ojalá sus principales voceros y líderes se tomaran el tiempo de revisar con responsabilidad política los mensajes que no solo les está enviando el jefe del Estado, sino los millones de colombianos que siguen a Petro y que salieron masivamente a respaldar sus reformas sociales. Quienes de manera pasiva le hacen oposición al gobierno de Petro y solo están esperando a que termine su mandato para empujar la economía del país, están jugando con candela. Hay un pueblo que despertó de su original letargo, gracias al triunfo de Petro y sus constantes invitaciones a “levantarse contra el opresor”. Las motivaciones de la gente que se viene movilizando a favor del presidente no morirán una vez este hijo de Ciénaga de Oro (Córdoba) abandone la Casa de Nariño.

En su intervención en la tarima, Gustavo Petro llamó anacrónico y premoderno a Uribe y al empresariado que respaldó sus medidas neoliberales que terminaron de empobrecer a la clase trabajadora y de enriquecer a los empleadores. Esa disputa entre Petro y Uribe se radicalizó aún más con la manera como el presidente le respondió a los mensajes de odio que se escucharon en las marchas del 21 de abril y que él asocia al uribismo y a las críticas que el expresidente antioqueño le hizo al proyecto de reforma laboral.

Si la derecha no uribizada lee con cuidado el momento histórico por el que atraviesa el país, debe consolidar el distanciamiento que de tiempo atrás algunos empresarios medianos y líderes gremiales tomaron del expresidente Uribe Vélez. Esa derecha que tomó distancia política del dañino líder antioqueño debe renovar su ideario si de verdad quieren recuperar el poder en el 2026, para gobernar en condiciones de tranquilidad social. Y para gobernar bajo esas condiciones deben acoger las reformas planteadas por Petro y ajustar el modelo político y económico, lo que significa caminar hacia la profundización de la democracia, por la vía de la reindustrialización. No hacerlo, le daría la razón a Petro cuando calificó de anacrónicos y premodernos a los agentes económicos y políticos del uribismo.

Los empresarios que en el pasado se beneficiaron del Todo Vale que institucionalizó Uribe y que tardíamente comprendieron los nocivos efectos sociales, políticos, económicos, morales y éticos que dejó en la sociedad el sinuoso ethos que siempre guió la vida pública del expresidiario y expresidente, deben proponerle al país una alternativa electoral y política. Ese lugar lo debería estar ocupando el Centro, pero en Colombia no existe ese sector político. Por lo menos, quienes se asumen de Centro, en los últimos 30 años, por física cobardía y comodidad, optaron por hincarse ante el poder intimidante de lo que se conoce como el uribismo. Sergio Fajardo es el vocero más visible de ese Centro medroso y cobarde que jamás fue capaz de erigirse como alternativa de poder.

Eso sí, una cosa debe quedar clara para los dos sectores políticos en contienda: es tiempo de parar el conteo de personas movilizadas para acercarse a saber si las del primero de Mayo fueron más nutridas que las del 21 de abril, cuando la oposición al gobierno salió nuevamente a las calles a decirle No a las reformas sociales que tanto necesita el país. Ya el uribismo está invitando a otra marcha de respuesta para este 4 de mayo. No. Resulta inconveniente seguir insistiendo en movilizaciones cuando a lo que hay que apostarle es a reactivar la economía y en el mediano plazo, concretar las actividades de reindustrialización que va a necesitar el país para asegurar la viabilidad fiscal de las reformas a la salud y pensiones, una vez estas se concreten y se pongan en marcha. Las movilizaciones desgastan el sentido de la democracia, al tiempo que profundizan los odios de lado y lado.



Imagen tomada de El País. 

COLOMBIA: UN PAÍS DE OSOS, PERRAS, ABEJAS, CONEJOS, CEBRAS Y ELEFANTES BLANCOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El lenguaje suele dar cuenta de lo que somos como individuos y sociedad. Cuando hablamos o escribimos, dejamos ver nuestras partes pudendas. “Habitamos” en él, dijo un filósofo. Y en los usos particulares de una lengua como la que compartimos en Colombia, encontramos curiosas asociaciones entre palabras y unos hechos fácticos que responden a ejercicios metafóricos, muchos de estos con fines eufemísticos.

Desconozco de dónde viene la “costumbre lingüística” de conectar los nombres de animales con normas, actos de corrupción o para descalificar a específicas personas. No creo que esos usos muy particulares de nuestra lengua respondan a un alto nivel de conciencia por ser uno de los países más biodiversos del mundo. Si por algo se caracteriza el colombiano promedio es por no saber qué es eso de la biodiversidad, animales o plantas endémicas y mucho menos, ecosistemas frágiles y estratégicos protegidos.

Una de esas asociaciones con nombres de animales es el “Elefante blanco”. La usamos para referirnos a casos de corrupción y negligencia expresados en la no terminación de obras civiles como la construcción de hospitales, acueductos y colegios, entre otros. Aunque hay que advertir, que en el país los elefantes no hacen parte original de nuestra fauna. Por estos días, el gobierno anuncia que encontró por lo menos 100 de esos “elefantes blancos”. Algunos de esos los están intentando recuperar del deterioro físico al que han sido sometidos por el paso del tiempo. Lo interesante de esa asociación es que siempre habrá “elefantes blancos” en Colombia porque los políticos son quienes se aseguran de que jamás falten. Esos curiosos paquidérmicos son hijos del ethos mafioso que guía la vida de muchos miembros de la clase dirigente, política y empresarial de Colombia.

El “Lobo” es otro animal que sirve para descalificar la vestimenta y los gustos de personajes públicos. Por ahí anda un abogado colombiano muy mediático él, a quien suelen molestarlo por sus llamativas “pintas” (ropa que usa a diario), las mismas que le han permitido a sus detractores calificarlo como “lobo”.

El “Sapo” es quizás el animal más odiado en términos socio lingüísticos puesto que la gente asocia su presencia con una persona soplona, delatora o que se mete en donde la han llamado. También sirve para referirse a quien busca protagonismo, extendiendo su lengua para lamerle al jefe, quizás buscando un ascenso o para congraciarse con una decisión tomada.

La “Cebra” nos recuerda al hermoso animal rayado, pero también al paso peatonal pintado sobre las vías, con el propósito de que los transeúntes pasen con seguridad y orden. Hay que decir que hay animales humanos que prefieren no atravesar por la cebra por pereza o simplemente porque los desborda la incultura y la estupidez.

 La “Abeja” como imagen nos recuerda al útil animalito no humano, conocido por los expertos como un bioindicador de los ecosistemas en los que aún sobrevive. Pero sirve para que socialmente pensemos en personas hábiles para los negocios o quizás para intentar salirse con la suya, incluso, por fuera de la ley o las normas sociales. Caben en esa asociación ladrones, trabajadores mañosos y “avispados”. También políticos, porque hay unos que son unas verdaderas abejas. 

La imagen del dócil Conejo no solo se asocia a los numeritos circenses de magia, sino a la acción de no pagar una cuenta o de estafar a otra persona. Entonces, le “hicieron conejo” se asume como una acción negativa para quien sufre la estafa o el incumplimiento de algo previamente pactado.

Cuando se busca trabajo, entonces los colombianos azotados por el desempleo hablan de “buscar Camello”. También, para dar cuenta de dónde están o para dónde van: “voy para el camello o estoy en el camello”, para indicar que estamos en el lugar de trabajo.  

Los llamativos Lagartos los asociamos a políticos o a quienes suelen asistir a reuniones políticas, preferiblemente en campañas electorales, para “sobar chaquetas” o mendigar un contrato o un trabajo a un político clientelista y corrupto. “Lagartear” es la acción verbal reconocida a esos curiosos “Lagartos”. “Me estoy lagarteando un cargo en el gobierno” suele ser la expresión más común entre estos asqueantes especímenes.

La expresión “trabaja como una Hormiga” es positiva en la medida en que con esta se reconoce el trabajo laborioso e incansable de un empleado y por supuesto, de las Hormigas. Se trata de un trabajador eficiente y eficaz en el cumplimiento de sus obligaciones laborales. La pequeñez del animal no humano llamado Hormiga, sirve para engrandecer a quien se merece dicho reconocimiento.

El precioso Oso también es usado para hacer referencias a hechos culturales. Expresiones como “hizo el oso” sirve para dar cuenta de una situación vergonzosa y vergonzante que nadie más quiere volver a vivir o experimentar. En Colombia contamos aún con el Oso de anteojos (Tremarctos ornatus) en selvas y  páramos. Eso sí, asediado por colonos y ganaderos, que los asesinan porque los osos suelen atacar al ganado cuando tienen hambre. Olvidan que las selvas y los páramos son hábitat y que los intrusos son ellos y nos los osos. 

Y en un país machista, misógino y patriarcal como el nuestro, la “Zorra” sirve como epíteto para descalificar a las mujeres liberales o simplemente, aquellas que optaron por dejar a su pareja. Entonces, vieja “zorra” es un descalificativo muy usado por machitos violentos. Hay que recordar que esa expresión también estuvo asociada a los vehículos de tracción animal, halados por caballos. Entonces, se decía, en Bogotá especialmente, “contrate a un zorrero o ahí viene una “zorra”.

Para los propósitos de esa misma asociación se usa el vocablo Perra, referido como todos sabemos a esas hermosas caninas que alegran las vidas de millones de animales humanos en todo el mundo.  Por fortuna, el término “Perro” sirve para dar cuenta del hombre que se cree muy conquistador o es un picaflor consumido. De allí que anda enamorando mujeres. Hay por supuesto, un desbalance entre los efectos psicosociales que se generan cuando se usan las expresiones "perra" y "perro". Cosas del lenguaje machista. 

Y la Paloma, asociada a la idea de paz y cordialidad, sirve para señalar a aquellas personas que en su actuar cotidiano no le hacen mal a nadie o que trabajan en búsqueda de la anhelada paz en Colombia. Por eso, los primeros se llaman mansas Palomas y los segundos, soñadores. Claro que hay en la política una Paloma que suele entregar mensajes de odio. Es la Paloma mensajera de la violenta derecha colombiana, manejada por un vulgar caballista. 

Un extranjero podría pensar, después de comprender el sentido de esos particulares usos de nuestra lengua, que efectivamente somos una sociedad formada para respetar a los animales salvajes y domésticos. Pero no. Hay cientos de miles de compatriotas que asesinan a Osos de anteojos y envenenan perros callejeros y domésticos. Bueno, no podríamos esperar nada distinto en una sociedad violenta, cuyos miembros son capaces de matarse por una camiseta de un equipo de fútbol, o por ser de izquierda o de derecha o, porque simplemente se nos dio la gana.


 

Imagen tomada de https://www.google.com/search?sca_esv=a69b8a5a4d8be7ee&rlz=1C1UUXU_esCO975CO975&sxsrf=ACQVn0_mRyJI-9zWP-C_j5UQIxEMQUjJFQ:1714575382521&q=colombia+biodiversidad&uds=AMwkrPuKiz3kd7jHuta4ar-HNLVt_xcP2PTL9EvxPOPgbi_l3PbjbHW0mY03-5dkUZCfFZc3AC_DIwxEFQONB1oQbx9gI0ZSwqWpGCTZBDr6LEeskFf7jLQ6ub5WPjRZ5El6cJrgfuX87rVxFfRV-lsSnYebvyUIiI76vgvpFnKMauHMUYehuSOM2pdsvQ5LHf0ZiHX3zlfJj6EhIa0R0jXlAsjLkC2vdZbEZw3F-H6_kde2c5q2_KPgHvZvYqyXTEGGlM8KLj1itGQAfW6H5TqE7iP21bv6FaOxGMYlv5VWeZB6K1Dku6U&udm=2&prmd=ivnsmbtz&sa=X&sqi=2&ved=2ahUKEwi54_WE2-yFAxVHfjABHaBiDBYQtKgLegQIDRAB&biw=1024&bih=641&dpr=1


martes, 30 de abril de 2024

PETRO: EL ÚNICO EXGUERRILLERO “MALO” DEL M-19

 

Por Germán Ayala Osorio

 

A Petro lo odian millones de colombianos por haber militado en la guerrilla del M-19. Y esa inquina creció más, cuando hace poco expuso en la red X una foto de la bandera alusiva a esa agrupación armada ilegal. Sin duda, un acto de provocación para aquellos que aún no entienden y mucho menos aceptan que un exguerrillero (de hecho, le dicen guerrillero) esté hoy como jefe del Estado.

A esos enemigos del presidente de la República poco les importa el hecho de que el Estado lo hubiese indultado a él y a otros tantos de sus compañeros de armas y los acogiera por haber firmado la paz durante el gobierno de Virgilio Barco Vargas. En lo que sí creen a pie juntillas es en que Petro estuvo en la toma del Palacio de Justicia, y, por lo tanto, es responsable de las muertes de los magistrados y empleados, provocadas por la retoma del edificio que hizo el Ejército nacional.  Por eso, quizás, le gritan “asesino, guerrillero y terrorista”. Cuando quedó claro que Petro no participó de ese criminal operativo.

Lo curioso de esa evidente animadversión es que para esos cientos de miles de compatriotas parece haber guerrilleros del M-19 “buenos” y Petro, el único “malo”. Los “buenos” subversivos son aquellos que en lugar de insistir en realizar o aplicar las ideas con las que se levantaron en armas, pero dentro del marco democrático como lo viene haciendo Petro, tomaron la decisión de aliarse o someterse a la voluntad de líderes de la derecha como Álvaro Uribe Vélez. Optaron por el camino más cómodo: legitimar al régimen de poder contra el que se levantaron en armas en los años 70.

Al parecer, para estos “buenos” guerrilleros del M-19 no era suficiente recibir el perdón del Estado: necesitaban el perdón social de la derecha, por ello corrieron a buscarlo, dejando atrás la dignidad, el proyecto político y la coherencia ideológica en torno a un ideario que en su momento cautivó a otros tantos millones de colombianos que, por ejemplo, votaron por quienes llegaron finalmente a la Asamblea Nacional Constituyente para redactar la carta política de 1991, junto a indígenas, negros, campesinos, liberales y conservadores.

Son varios los exguerrilleros “buenos” del M-19 y todos, curiosamente, militantes del Centro Democrático (CD), uno de los partidos, junto a Cambio Radical, con el mayor número de políticos investigados, procesados y condenados por delitos de corrupción. Para entender qué es eso de ser incoherente, baste con revisar los casos de estos exguerrilleros para comprender el sentido de aquel concepto. Me pregunto: ¿para los detractores o enemigos de Petro, Bustamante, Pabón, Chávez y Osorno, también son asesinos y terroristas? ¿O Petro era el único que disparaba?

Quienes aterrizaron en el CD fueron los revisionistas Everth Bustamante, quien hizo parte de una lista cerrada del partido de Álvaro Uribe Vélez con la que finalmente se convirtió en congresista; lo mismo Eduardo Chávez; entre tanto, Rosemberg Pabón Pabón, exalcalde de Yumbo por el Polo Democrático, apodado el “comandante uno”, terminó en un cargo público en el gobierno de Uribe Vélez, impulsor del perdón a los entonces guerrilleros del M-19. Y Augusto Osorno, quien también fue compañero de Petro, terminó trabajando en el gobierno del político antioqueño.

Muy seguramente mañana 1 de Mayo en las marchas pro gobierno veremos ondear la bandera del M-19 (y quizás, alguien se atreva a quemarla). A la incoherencia política de Bustamante, Pabón, Chávez y Osorno, se suma la de millones de colombianos que dicen apoyar los procesos de paz, siempre y cuando ello no les implique dejar de odiar al. único “guerrillero malo” del M-19: Gustavo Francisco Petro Urrego.

El perdón moralmente selectivo de estos compatriotas es quizás hoy el mayor obstáculo para que como nación encontremos la paz, sobre la base de pasar la página y reconciliarnos. Ellos prefieren que sigan robando los mismos políticos de siempre y sometiendo el Estado a los caprichos de dos o tres familias poderosas, porque jamás se levantaron en armas. Y porque ser de izquierda es peor que ser corrupto. 

Esos millones de colombianos seguirán sobreviviendo de manera angustiante en ese remolino de odio al que siguen atados y en el que, finalmente, terminarán ahogados en su propio reflujo biliar. ¡Ajúa! se les escucha gritar, mientras tragan cucharadas de té de manzanilla y gritan, ¡Petro, asesino!; ¡Petro, guerrillero!


Imagen tomada de Infobae

domingo, 28 de abril de 2024

¿LEY MORDAZA PARA ENFRENTAR LAS MENTIRAS DE LOS MEDIOS MASIVOS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La historia del periodismo dirá dentro de muy poco tiempo que varias empresas periodísticas unieron esfuerzos para deslegitimar al gobierno de Gustavo Petro. Ese pacto editorial, político y periodístico implicaba cumplir a cabalidad actividades como desinformar, mentir, azuzar, alarmar, generar caos, pánico económico, miedo, rabia e incertidumbres en las audiencias. Sin pretender hacer un balance exhaustivo de ese macabro plan de la derecha, hay que reconocer que lo han hecho bastante bien. Baste con recordar las estupideces y mentiras que varios marchantes expresaron durante las movilizaciones del 21 de abril, para saber que se trata de frases y lecturas sesgadas salidas de noticieros radiales y televisivos.  

Al tétrico convite llegaron El Tiempo, El Colombiano, El País de Cali y Semana como medios impresos; se sumaron Noticias Caracol y Noticias RCN y los programas radiales La FM, Blu Radio, y la W. Es decir, toda una bandola de medios y periodistas enfocados en desestabilizar al primer gobierno de izquierda en 200 años de República.

Por estos días, en la red X vuelve a aparecer la propuesta de algunos petristas y de ciudadanos molestos con el sinuoso comportamiento informativo de dichas empresas mediáticas, de imponerles sanciones o de legislar en su contra a través de una ley mordaza que los ponga en cintura y les impida mentir. A esa idea, poco democrática, me opongo rotundamente por varias razones a saber: la primera y más obvia, es que le quedaría muy mal al primer gobierno progresista y de izquierda presentarle al Congreso un proyecto de ley cuyo objetivo sea limitar las libertades de prensa y expresión a los medios y periodistas que diariamente atacan con mentiras la imagen del gobierno de Gustavo Petro. La segunda razón está atada a las obligaciones que cada ciudadano y ciudadana deben asumir para actuar en los ámbitos público y privado. Dudar debe ser una actitud de vida, asumida así por cada colombiano que esté o se sienta afectado directa o indirectamente por la información entregada por las empresas mediáticas. En particular, dudar de su clase política, dirigente y por supuesto, de los medios masivos. Y para hacerlo, deben desconfiar de aquellas empresas mediáticas que hacen parte de conglomerados económicos que están detrás del plan de medios que la derecha está ejecutando como forma de hacerle oposición al presidente de la República.

Los ciudadanos están en la obligación ética de estudiar la historia de su país. De aprender a examinar y evaluar con criterio a los gobiernos nacionales, regionales y locales que durante años hicieron todo para convertir a Colombia en uno de los países más desiguales del hemisferio y en la más fétida cloaca de la corrupción público-privada. Aceptar como verdad incontrastable lo que dicen los medios masivos y sus periodistas vedettes, que suelen fungir como estafetas del régimen de poder, constituye un grave error ciudadano.

Frente a las mentiras que desde el 7 de agosto de 2022 vienen entregando los medios aquí señalados, hay que decir que le corresponde al gobierno de Petro salir a desmentirlos como lo viene haciendo el presidente de la República desde su cuenta de X. Por supuesto que es insuficiente ese esfuerzo, porque no todas las audiencias están metidas en esa red social dispuestas a sacar conclusiones de los enfrentamientos entre Petro y los periodistas que mienten o tergiversan los hechos. Además, ese ejercicio analítico exige unos mínimos criterios para entender de qué se tratan los asuntos allí abordados.

Hay que reconocer que en el manejo de las comunicaciones el gobierno y sus asesores se han equivocado. Tardíamente se impulsó a RTVC como medio oficial para la defensa de la imagen gubernamental. El apoyo a medios alternativos ha sido tibio, a pesar del retiro de millonaria pauta oficial de los medios tradicionales que hoy hacen oposición política. 

La independencia, autonomía y la credibilidad de la prensa siempre serán motivo de discusión, dado que todas las empresas mediáticas defienden intereses políticos y económicos. Es más, suelen fungir como actores políticos lo que hace posible que los límites entre el activismo político y el ejercicio diario de la libertad de prensa se tornen difusos para los periodistas y audiencias.

En sociedades complejas como la nuestra, la responsabilidad de entender la realidad no se la podemos endosar a unas empresas mediáticas con intereses económicos y políticos. Cada uno de nosotros tiene la obligación de leer, estudiar y de sacar tiempo para comprender lo que pasa dentro del país y alrededor del mundo.

Lo que tenemos que hacer como ciudadanos es confrontar las versiones y los discursos de los medios masivos, en particular cuando sabemos que se unieron para erosionar la legitimidad del primer gobierno de izquierda. Y no se trata de aplaudir como focas a esta administración. No. Hay que también estar dispuestos a criticar las malas decisiones, los errores y la corrupción en entidades públicas durante esta administración.

Tener a un exguerrillero como jefe de Estado ha sido una realidad muy difícil de asimilar para los periodistas vedettes y en general para la derecha a la que le sirven. El golpe político fue tan fuerte que hoy lideran las acciones desinformativas; de igual manera lo es para sus patrones, quienes, a partir de presiones editoriales, fueron llevando a los periodistas a actuar como meros estafetas, en simples mandaderos, lo que les viene restando credibilidad en sectores de la opinión pública mejor formados y educados. 

¿Para qué pensar en una ley mordaza al periodismo, cuando lo que menos están haciendo hoy esas empresas es periodismo?



Imagen tomada de la red X. 

In the labyrinth of a very one-of-a-kind Congress

 The Colombian Congress has historically operated as an institution hostile to the construction of a true Republic. Its political seats have been used as armchairs from which the constitutional rights of the vast majority have been limited, and relations with the primary constituency are difficult and wearing thin.  

Germán Ayala Osorio*

 

 It is the grandest entrance of public-private corruption. Those who usually participate in this network of corruption are political parties whose legislators are willing to “lead” projects investing in territories where the “fathers of the Nation” originated from. Then, the individual interests of the Parliamentarians appear, who actually operate as lobbyists for companies, including the EPS, which contributed multimillions to their campaigns.

The salaries of these ministers should be paid by those same companies. After all, they are their “servants.” The financing of their campaigns is where corruption begins and the naturalisation of the mafia ethos is confirmed.

Perhaps it is because of these political and cultural circumstances that they are opposed to the State financing these and the presidential campaigns.

There is no way to change this reality that accompanies the devious and mafia-style operation of the Congress of the Republic; as long as businessmen interested in sponsoring their “children or friends,” exist. These have become dangerous, privileged lobbyists.

Those in congress who promoted the collapse of the health insurance system reform project, are the best example of what it means to be a privileged lobbyist, at the service of those who became accustomed to using the billionaire health resources to give free rein to their whims and vanities.

The vast majority of those who come to Congress wish to make a living from politics, which is nothing more than taking advantage of their fifteen minutes of fame, spending four terms living on a paradise island. They are not spurred on by the idea of serving and changing what is working badly in the country. No. They settle in a dark enclosure to wait for the business class or multinationals to tell them what to do and what issue to legislate on, with the clear purpose of finishing privatising the State, affecting the lives of Colombians or the lives of the natural ecosystems.

In that corporation, what is least discussed and built is a vision of the State, that is, a modern one, with a republican spirit that is capable of consolidating a pristine ethos in a population that assumes congress are the true enemies of the people, even surpassing the illegal armed groups (the narco-paras and drug dissidents) in perversity and evil.

The Colombian Congress operates as the largest nursery where the children of a parasitic, violent and degenerate elite are raised. Those who are saved are very few. For the most part, they are there to enrich themselves and extend over time the perverse institutional and para-institutional mechanisms that allow them to achieve that goal. What is worse is that no government dares to outlaw these conditions and mechanisms, so that the only thing they accomplish is confirming that winning a political seat is the best business there is because illegality and cheating have been legitimised under congressional jurisdiction and the always-apparent neatness that is associated with that euphemism with which those in congress acknowledge each other: Honourable Parliamentarian.

This phrase from the former president of Uruguay, Pepe Mujica, should inspire you because he was a long way from the desire to get rich: “For me, politics is the art of extracting collective wisdom by listening.” The austere life of the former Uruguayan president and his ideological coherence never inspired the former congressmen of yesterday, much less those who today hold that “dignity.” They prefer to take as references colleagues like Congresswoman Catherine Juvinao who, in private, made it clear why she came to Congress, in addition to defending the EPS: “I need to make two Chambers, two Senates and then I’m going to an island to see the sea.”

*Germán Ayala Osorio: Social communicator, journalist and political scientist, author of the blog La otra tribuna.

(Translated by Donna Davison. Email: donna_davison@hotmail.com) – Photos: Pixabay

sábado, 27 de abril de 2024

EL RETO ES QUE COLOMBIA DEJE DE SER UN PLATANAL CON BANDERA

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Si el gobierno de Gustavo Petro logra concretar los cambios en los sistemas de pensión y salud, la viabilidad fiscal de ese renovado modelo de aseguramiento para ambos derechos dependerá en buena parte de la urgente necesidad de “industrializar el país y modernizar el campo sobre la base de democratizar la propiedad de la tierra”, tal y como lo viene pregonando Petro desde la campaña electoral.

Lo anterior implica otro reto: transformar el modelo productivo para que los ajustes a los sistemas de salud y pensiones se hagan sostenibles financieramente en el tiempo. Y ello implica apuntarle a generar empleos dignos, brindar verdaderas oportunidades a los jóvenes, bajar tarifas de energía e impuestos a pequeñas y medianas empresas. De igual manera, reducir la base gravable de las corporaciones, para que sean las personas naturales más ricas las que tributen más. Todo lo anterior confluye en un cambio cultural que toca a cada uno de los colombianos, pero en particular a la élite económica y política que se asume capitalista, pero que realmente operan en el mundo económico como rentistas y un inocultable carácter precapitalista; esas dos características brotan de la captura mafiosa que lograron del Estado, proceder que terminó llevando a Colombia a ocupar los primeros lugares en desigualdad, pobreza, miseria e inequidad.

Lejos está Petro de llevar el país al viejo modelo socialista de la antigua URSS. En ese paradigma se quedaron los viejitos anacrónicos del ELN y los de las disidencias farianas. Él está pensando el país en los términos en los que lo pensaron Alfonso López Pumarejo y Jorge Eliécer Gaitán. Hay, entonces, unas transformaciones económicas urgentes que dependen de la buena voluntad de las familias más ricas del país, en particular con aquellas con las que Petro no tiene una buena relación como lo es la de Sarmiento Angulo. La incontrastable avaricia y el espíritu feudal del banquero son quizás los dos más grandes obstáculos para modernizar a Colombia, al Estado y a su sociedad. Los negociazos de las concesiones viales, el cobro de peajes carísimos que afectan la economía y la importación de gas, cuatro veces más caro que el que puede traer de Venezuela, dejan claro que los intereses de Sarmiento Angulo no están puestos en modernizar al país. Por el contrario, sus objetivos están puestos en seguir siendo el rico y reconocido magnate de un platanal llamado Colombia.   

La élite de Colombia exhibe una azarosa relación con la tierra y los ecosistemas naturales históricos, asumidos estos últimos como “serios problemas” en la histórica relación de dominación ecológica y socio ambiental que establecieron los primeros y los actuales empresarios del campo. Azucareros, cafeteros, ganaderos y palmicultores, entre otros, han sido los señorones feudales que implementaron en amplias zonas del territorio nacional el modelo de la gran plantación, paradigma que es urgente desmontar si de verdad están pensando en dar el salto hacia la industrialización del campo.

El minifundio y el latifundio pueden convivir sobre la base de un aprovechamiento racional de los recursos naturales y las oportunidades que ofrece la tecnología y los mercados para convertir al país en una despensa agrícola para el mundo.   

Lo más probable es que Petro termine su periodo en el 2026, dejando trazados los caminos hacia esa anhelada modernización. La derecha uribizada que le viene haciendo oposición a sus reformas sociales tiene el chance de proponerle al país, en las próximas elecciones, profundizar las reformas con miras a darle un viraje al país; pero también podrán optar sus más visibles figuras, por desandar lo caminado, para continuar siendo el inviable platanal al que se acostumbraron a manejar, hasta que el progresismo y la izquierda les arrebataron el poder. Entonces, el reto está en si quieren que Colombia siga siendo un platanal con bandera, o un Estado y una sociedad modernas, civilizadas, pero, sobre todo, ecológica y socio ambientalmente sostenibles. ¿Les interesará hacerlo? No lo creo, pero guardo la esperanza de que logren entender que Petro les está mostrando el camino para que por fin logren legitimarse y de esa forma dejar de gobernar a las malas, a las patadas al país, como lo vienen haciendo desde hace más de 50 años.


Imagen tomada de Canal 1. 


viernes, 26 de abril de 2024

JUEZ ORDENA "DESMONTAR" EL EGO DE BARBOSA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Francisco Roberto Barbosa Delgado será recordado por tres hechos públicos: 1. Haberse prestado para que desde la Fiscalía se solicitara a dos juezas de la República, igual número de vergonzantes preclusiones del proceso penal del expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez. Y todo, por cumplirle la tarea que le dejó su amigo, el también fatuo Iván Duque Márquez, el presidente-títere que lo ternó y que, con la anuencia de la Corte Suprema de Justicia, lo puso en la Fiscalía para servirle al uribismo en todas sus manifestaciones. 2. Convertir el búnker en un partido político y plataforma ideológica para lanzar su precoz candidatura presidencial del 2026, con el respaldo de Fenalco y otros gremios económicos. Hay que recordar que Barbosa Delgado de manera temprana usó escenarios académicos y empresariales para atacar al presidente Petro y dejar sentada su postura de ultraderecha. 3. Por la instalación de placas con las que pretendió lavar la mala imagen de su desastrosa administración y dar rienda suelta a su incontrastable ego.

Dedicaré esta columna a la orden que dio un juez de la República de retirar por lo menos seis placas que Barbosa Delgado mandó a hacer y pegar en paredes y baños con las que pretendió “inmortalizarse”, auto exaltando su labor como fiscal general de la Nación. Fue tan pobre su gestión al frente del ente acusador, que le tocó a él mismo auto alabarse porque sabía que nadie más se atrevería a exaltar su paso por la dirección general del ente acusador, a todas luces infausto y de ingrata recordación. Lo que no queda claro es si la orden del juez de desmontar las placas se pueda extender al desmonte de su ego. Quizás el juez, sin decirlo, lo esté enviando al diván para que un profesional de la psicología le ayude a controlar su egocentrismo. 

Este hombrecillo ya había hecho alarde de su capacidad de auto alabarse cuando en una entrevista con el director de noticias Caracol y en horario prime time, se calificó como el hombre de su edad, más preparado del país. Esto dijo en aquel momento: “soy doctor, tengo dos maestrías, soy historiador, he escrito 10 libros, he sido profesor en más de 10 universidades en el mundo, columnista y escritor”. No, pues, tremendos logros para quien estuvo al frente de la Fiscalía sin tener la más mínima idea del ámbito de lo penal.

Lo cierto es que la megalomanía de este sujeto es inocultable y enfermiza. Vaya uno a saber qué le pasó en su infancia, para haber crecido con esa egolatría que lo lleva a auto concebirse como un ser virtuoso, casi único, cuando, como todos, es un simple mortal. Usted, señor Barbosa, se ha  sobredimensionado. Usted decidió ser un peón de un régimen político que convirtió a Colombia en un oscuro platanal, en una "República bananera". Usted no tiene nada de especial. 

La orden del operario judicial de desmontar esas placas que más bien parecen lápidas con burdos epitafios propios de un ególatra, constituyen un duro golpe al ego de este inefable funcionario que se opuso a la Paz Total, a la política antidrogas del gobierno; que atacó a la JEP; y que se convirtió en el más acérrimo enemigo político del presidente de la República y por ese camino, hizo que el búnker de la Fiscalía fuera la sede política y electoral de los sectores de la derecha inconformes con la llegada de Petro al poder.

Además de haber gastado dinero público en las señaladas placas, se gastó 180 millones de pesos en la publicación de libros en los que da cuenta de su inflada gestión. Otra prueba más de que su ego necesita algún tipo de tratamiento por lo costoso que le sale mantenerlo en lo más alto. Antes de irse del cargo, ya le había dejado claro a los colombianos que es consciente de su prepotencia y de su ego: “Mucha gente me ha criticado y me ha dicho: el fiscal general no baja la cabeza, el fiscal general tiene el ego muy alto, el fiscal general es una persona prepotente, si ser prepotente o tener ego muy alto es no agacharles la cabeza a ciertos sectores de este país, seguiré siendo prepotente y seguiré teniendo el ego muy alto en este país” (Tomado de Infobae).

Claramente, en el 2026 lo veremos en la arena electoral con todas las ganas de parecerse a su amigo Iván Duque Márquez, todo un referente y ejemplo a seguir para este servil exfuncionario. Si siendo Fiscal mandó a hacer placas y publicar 5 libros con un tiraje de 5000 ejemplares, imagino que como presidente de la República fundará un barrio con su nombre o quizás le pida al Banco de la República que imprima un billete de 50 mil pesos con su rostro y su poderosa alopecia. O quizás, mande a acuñar su propia moneda. Pobre tipejo.



Imagen tomada de EL TIEMPO.COM

PAZ TOTAL Y EL ORIGEN DE CLASE DEL PRESIDENTE PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Es poco probable que en lo que queda de este gobierno uno de los grupos armados ilegales con los que dialoga, decida firmar el armisticio y reinsertarse a la vida social, política y económica del país. Por ello, es hora de hacer un balance del proyecto de la Paz Total desde dos perspectivas o factores, en particular, desde uno muy poco tenido en cuenta al momento de evaluar iniciativas de paz.

El primer elemento tiene que ver con el carácter maximalista que el jefe del Estado le dio a esa iniciativa de paz. La verdad es que se trata de una verdadera espada de Damocles que amenaza todos los días el destino de los diálogos sostenidos con el ELN y las disidencias farianas de los “Ivanes” Mordisco y Márquez. No dedicaré más líneas a ese factor.

El segundo elemento, del que poco se habla y que podría tener más peso e importancia que ese maximalismo, tiene que ver con los orígenes políticos y de clase de los presidentes de la República. En varios casos, esa circunstancia sirvió, en doble vía, como fuente legitimadora de la lucha guerrillera y como una manera de reconocer, a nombre del establecimiento colombiano, que efectivamente había razones históricamente objetivas que justificaban el levantamiento armado de las guerrillas en los convulsionados años 60.

Desde Belisario Betancur, pasando por Andrés Pastrana y su fallido proceso de paz del Caguán, hasta llegar a Juan Manuel Santos, todos los procesos de diálogo adelantados estuvieron marcados por ese particular elemento. Sin duda alguna, ese factor coadyuvó a que aquellas búsquedas de la anhelada paz en Colombia estuvieran sobrecargadas de una legitimidad otorgada en función de ese factor de clase. Los que en nombre del establecimiento colombiano mostraron interés en pacificar al país a través del diálogo y la cesión de algo de poder, lo hicieron convencidos de que no les iban a permitir  afectar la viabilidad del proyecto político de la derecha. En este punto hay que señalar que Betancur y Santos mostraron un genuino interés de alcanzar la paz, mientras que Andrés Pastrana usó los diálogos del Caguán como una estratagema con la que buscó exponer internacionalmente a las Farc-Ep, al entregarle sin verificación y sin control alguno los 42 mil kilómetros cuadrados que esa agrupación usó para armarse y traficar con droga. Las Farc-Ep "cayeron" en la trampa que les montó Pastrana, en virtud a su torpeza para leer el contexto internacional y porque estaban convencidos aún de que podrían tomarse el poder a tiros.  

Así entonces, el pasado político y la clase social de los presidentes de la República ha sido un factor clave para los grupos armados ilegales que lo vieron siempre como una fuente inagotable de reconocimiento político de su lucha armada. Al llegar Petro a la Casa de Nariño y al no estar ese elemento sociopolítico, la ya naturalizada legitimidad de las estructuras armadas (ELN y disidencias farianas) empezó a erosionarse. Por venir Petro del M-19 y de hacer parte del único proceso de paz exitoso (el de La Habana sigue siendo un proceso, porque está en la etapa de implementación de lo acordado), esos grupos “guerrilleros” asumieron erróneamente que el presidente Petro había traicionado el proyecto revolucionario que alguna vez cobró vida con la Coordinadora Nacional Guerrillera. Vaya error.

Al ser Petro un outsider, no arrastra la obligación moral de los hijos de la élite, de conversar con los grupos armados ilegales. El actual presidente propuso una agenda de paz, pensando en minimizar el sufrimiento de la población civil, pero alelado de cualquier compromiso atado a un origen de clase que él, por supuesto, no puede exhibir. 

En varias ocasiones el presidente Petro ha deslegitimado las luchas del ELN y las disidencias de las Farc-Ep, reduciendo su operación militar al poder que les da las economías ilegales. Aquel epíteto que Petro lanzó contra alias Iván Mordisco, de “traqueto vestido de revolucionario” da cuenta de la manera como el jefe del Estado asume la lucha armada de unos grupos que, a su juicio, sobreviven por las economías ilícitas (explotación de oro, tráfico de drogas y secuestros extorsivos) que les da con qué comprar armas. Planteadas así las cosas, esas organizaciones criminales dejaron de preocuparse por justificar, hacia adentro y hacia afuera, su confrontación político-militar con el Estado. Lejos está Petro de reconocerles legitimidad alguna a quienes se quedaron viviendo en el pasado y anhelando el viejo socialismo de la Unión Soviética.

Para ponerlo en términos coloquiales hay que decir que Petro no les come cuento, no les cree, porque él mismo es ejemplo vivo de que es posible, desde la institucionalidad y bajo las reglas de la imperfecta democracia colombiana, lograr los objetivos que orientaron su lucha armada y revolucionaria en los años 70.

Lo más probable, entonces, es que, a dos años de culminar su administración, Petro no logre la Paz Total a la que le apostó alejado de cualquier intención ideológica y política de legitimar a unas organizaciones armadas que hace rato perdieron el rumbo y que dejaron de representar al “pueblo” por el que se levantaron en armas contra el Estado. Difícilmente representan a esa vieja izquierda que no creyó necesariamente en la revolución armada y en la combinación de todas las formas de lucha. El ELN y las disidencias farianas se representan a  ellas mismas y al espíritu decadente que poco a poco las redujo a unas simples organizaciones criminales.


Imagen tomada de Prensa Llanera



miércoles, 24 de abril de 2024

ALOCUCIÓN PRESIDENCIAL PARA DESMENTIR A LA OPOSICIÓN

 

Por Germán Ayala Osorio

 

No recuerdo una alocución presidencial en la que un presidente de la República se haya dirigido a las audiencias para desmentir a sus opositores, detractores y enemigos. La alocución presidencial de la noche del 24 de abril pasará a la historia porque no se pensó para que el jefe del Estado hiciera un balance de su administración o para dar un anuncio importante, sino para desmentir a medios de comunicación tradicionales que usan el espectro electromagnético, propiedad del Estado, para mentir; de igual manera, a políticos de la Oposición y periodistas-activistas que vienen tergiversando el sentido de las reformas, en particular la pensional que acaba el Senado de aprobar en un tenso debate.

Sentado y mirando a los colombianos, el presidente Petro dedicó gran parte de su corta intervención a refutar y contradecir a sus detractores que, apelando a todo tipo de perversas interpretaciones, estratagemas y fake news, vienen desinformando a través de los medios masivos tradicionales y las redes sociales, en particular en la red X, sobre el espíritu y el sentido del proyecto de ley con el que se reforma el inequitativo y perverso sistema pensional colombiano.

Petro refutó a quienes insisten en que con la reforma pensional los “jóvenes no se van a pensionar, o que aumentará la edad para pensionarse o que el gobierno va a expropiar los ahorros de los colombianos”. Con ayudas audiovisuales, la alocución de esta noche cambia radicalmente la manera como el presidente venía usando la herramienta de la alocución presidencial. En anteriores ocasiones, simplemente el equipo de comunicaciones de la Casa de Nariño tomaba apartes de intervenciones del presidente en foros y reuniones, con problemas de sonido, pero, sobre todo, sin saludar y hablarle a las audiencias.

Esta alocución se da tres días después de las movilizaciones del 21 A en las que medios alternativos registraron casos de colombianos que salieron a protestar, dejando ver que están mal informados o que ignoran el sentido de las reformas sociales que aún sobreviven en el Congreso. Otros, por supuesto, simplemente salieron a protestar porque odian a Petro por haber sido guerrillero y otros, porque se dejaron seducir para que “salieran berracos” a decir barbaridades.

Eso sí, debió el presidente señalar con nombres propios a cada uno de los actores políticos, sociales y mediáticos que vienen tergiversando y asustando a la opinión pública con sus mentiras. Incluso, bien pudo el presidente confrontar directamente a David Luna, Miguel Uribe Turbay, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, entre otros políticos de la ultraderecha, que vienen construyendo una narrativa sinuosa con la que intentan ocultar sus intereses corporativos, atados a sus privilegios de clase, atados a los de quienes patrocinaron sus campañas políticas o, simplemente, por la cercanía ideológica que los hace copartidarios y defensores del inequitativo sistema pensional colombiano. Exponerlos ante las audiencias hubiera servido para mandarles un mensaje claro: es con argumentos que se deben discutir los proyectos y no con mentiras o medias verdades.

Eso sí, si bien esta alocución fue importante, debe el gobierno seguir en la tarea pedagógica de confrontar a la Oposición mentirosa, con miras a que en las venideras movilizaciones disminuya el número de marchantes que le comen cuento a medios que todo el tiempo están falseando la realidad y tergiversando los hechos.



Imagen tomada de la cuenta del presidente Petro, en X.

¿A QUIÉNES REPRESENTAN REALMENTE LOS CONGRESISTAS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La democracia representativa en Colombia deviene en una profunda crisis de credibilidad y legitimidad, provocada, en gran medida, por la financiación de las campañas de los aspirantes a llegar al Congreso de la República; muchos de estos, patrocinados por grupos empresariales o sectores con poder económico y político de la sociedad civil, poco interesados en aportar a la consolidación de un Estado social de derecho y acercar el actual modelo de desarrollo económico, a los estándares propios de una sostenibilidad sistémica que supere los límites de la sostenibilidad económica. Por el contrario, quienes financian a los congresistas, parecen más interesados en extender en el tiempo las condiciones de desigualdad, pobreza estructural, inequidad y otras formas de violencia que de tiempo atrás les ha servido para naturalizar el clientelismo electoral y por esa vía, la compra de votos a cambio de la entrega de migajas a millones de colombianos que sobreviven en condiciones marginalidad y vulnerabilidad.

En las discusiones de las reformas a los sistemas de salud y pensional, quedó en evidencia esa relación perniciosa y pecaminosa recreada por la financiación que recibieron varios congresistas de la Comisión Séptima del Senado de las EPS y de otros de sus colegas que se habrían favorecido electoralmente al recibir dineros de los fondos privados de pensiones. Estos sectores de poder terminaron llevando al Congreso a unos políticos poco interesados en servirle al “pueblo”, constituyente primario o a una comunidad en particular. Por el contrario, sus curules están al servicio de los mezquinos intereses de estos actores de la sociedad civil a los que no les convienen las reformas porque solo piensan en extender en el tiempo sus privilegios, y por esa vía, quitarles a la salud y a la pensión el carácter de derechos, garantizados en condiciones de dignidad, para volverlos una mercancía o un privilegio inalcanzable. 

Esos sinuosos patrocinios son el resultado de la captura de los partidos y movimientos políticos, convertidos en nidos clientelares, en estructuras de poder que operan bajo un ethos corporativo mafioso, lo que los distancia de cualquier interés u obligación de representar al “pueblo” o a específicas comunidades que exigen que se legisle en función del bienestar colectivo.  Por todo lo anterior, cuando el presidente del Senado, el inefable Iván Name le exige al jefe de Estado que "respete la autonomía del Congreso" está ocultando la realidad de muchos congresistas que actúan como peones, mandaderos o sirvientes de poderosos empresarios.

Convertidos entonces en lobistas con fuero, estos congresistas no legislan para sacar adelante al país facilitando y mejorando las relaciones entre el Estado y la sociedad y aportar al mejoramiento de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Todo lo contrario. Llegaron a la “cuna de la democracia” para torpedear la consecución del objetivo estratégico y general que inspira a las reformas a la salud y al sistema pensional: lograr que la salud deje de ser lucrativo negocio para unos pocos corruptos y se convierta por fin en un derecho; y pensionarse deje de ser  un lujo a los que muy pocos pueden acceder, para convertirse en un premio al esfuerzo de años y años de trabajo.

Bajo esas circunstancias, las democracias representativa y participativa entran en una profunda crisis de legitimidad y credibilidad en la medida en que actores privados con músculo económico y una enorme avaricia, las convirtieron en un juego de burdos y sucios intereses electorales. Mientras EPS, Fondos privados de pensiones y grandes empresas compran la voluntad de los candidatos de los congresistas, los partidos políticos y los congresistas terminan aportando a la compra de votos a través del ya institucionalizado clientelismo electoral.




Imagen tomada de Colombia Informa. 

lunes, 22 de abril de 2024

LAS EMOCIONES EN UNAS MARCHAS “PACÍFICAS” CARGADAS DE ODIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

 Por Germán Ayala Osorio

 

 Después de las marchas anti-Petro del 6 de marzo del presente año, en una columna advertí que de estas emergían fácilmente tres categorías: Marchantes Mediatizados (MM), Marchantes Politizados (MP) y Marchantes Seducidos por un Pago (MSP). 

Ahora, pasadas las movilizaciones del 21 de abril insisto en que esas tres categorías volvieron a aparecer en las nutridas manifestaciones. La novedad es que en las señaladas marchas apareció una cuarta que he denominado Marchantes Emocionales (en adelante ME). Bajo esa nomenclatura caben todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que, llevados por una inocultable Petrofobia, dieron rienda suelta a sus emociones para lanzar todo tipo de improperios en contra del jefe de Estado, hasta el deseo de verlo muerto, fruto de un crimen quizás, y metido en un frío ataúd.

Dentro de todas las entrevistas que hicieron algunos petristas infiltrados en las marchas, apareció el testimonio de una señora que dijo ser víctima del M-19, hecho con el que justificó su animadversión hacia el presidente de la República por haber sido militante de esa agrupación armada ilegal. Las razones para odiar de la ciudadana están perfectamente justificadas por cuanto perdonar es un acto individual y porque desconocemos el nivel de afectación de la que fue víctima de acuerdo con su propio relato. Aunque no se pudieron conocer las circunstancias en las que esa guerrilla pudo haber afectado la vida de la marchante, sí quedó en evidencia es que la señora sigue ahogándose en el remolino de la animadversión en el que ella mismo decidió quedarse por cuenta de su inconmensurable odio. Parece que se trata de un odio selectivo si tenemos en cuenta que dentro del Centro Democrático (CD) hay por lo menos 4 excompañeros de Petro. Habría, entonces, unos exguerrilleros “buenos” por estar militando hoy en la derecha y solo uno “malo”, Gustavo Petro, al que no se le puede perdonar haberse levantado en armas contra el Estado y mucho menos, continuar con sus ideas de izquierda, porque eso constituye una aberración.

Otros que no se identificaron como víctimas del M-19, simplemente expresaron su inquina por el solo hecho de haber pertenecido a esa guerrilla. Y en este punto vale la pena reflexionar en torno a que los procesos de paz arrastran una grave falencia: no se diseñaron estrategias pedagógicas orientadas a que, desde el Estado, una vez firmados los armisticios, se promoviera el perdón colectivo e individual. Muy seguramente de haber existido esas campañas de llamado al perdón, la fatal presencia de esas emociones negativas que cientos de miles de ciudadanos llevan cultivando en sus corazones, se habrían minimizado en estas movilizaciones del 21 de abril.

El triunfo del No en el plebiscito por la paz de 2016 es el mejor ejemplo de los impactos negativos que dejó el no haber diseñado campañas pedagógicas orientadas a seducir los corazones de aquellos que, ubicados en un plano moral superior, se creen con el derecho de decidir quién vive y quién no, de acuerdo con las ideas que defienden. Hay que señalar que la pírrica victoria del No se dio por dos razones fundamentales: la primera, porque la prensa se alió con la derecha y el uribismo a hacer una campaña llena de mentiras como el rayo homosexualizador y la entrega del país a esa guerrilla. Como lo reconocieron sus principales animadores y el gerente, el objetivo era sacar la gente “berraca” a votar. Y la segunda, porque el gobierno de Santos fue incapaz o jamás le interesó diseñar los instrumentos o dispositivos ideológicos y culturales con los que se buscara seducir a los colombianos de la importancia de haber firmado el acuerdo de paz entre el Estado y esa guerrilla y, sobre todo, de la urgente necesidad de perdonarnos.

Así las cosas, los Marchantes Emocionales (ME) le dejaron claro al gobierno y al resto de la sociedad que no están dispuestos a escuchar argumentos y mucho menos a reconocer algo positivo que haga el gobierno de Petro. Petro es, para estos ME, un “maldito, un hijo de puta guerrillero y un bandido que solo merece ser asesinado”. La arenga “fuera Petro” va más allá del deseo de sacarlo de la Casa de Nariño. Lo quieren “fuera de circulación” porque representa la “maldad y lo peor del país”. Recordemos que es peor ser de izquierda, que corrupto.

Lo más preocupante de todo lo anterior es que para las elecciones de 2026, a esos Marchantes Emocionales se irán sumando los Marchantes Mediatizados y los Marchantes Politizados. De continuar las marchas de lado y lado, como se prevé que ocurrirá, los odios seguirán creciendo en quienes no están dispuestos a perdonarle a Petro su pasado guerrillero. Las marchas del 1 de Mayo volverán a meter a petristas y a los anti petristas en la espiral de violencia física y simbólica que no sabemos hasta dónde nos llevará como sociedad fracturada que naturalizó la violencia social y política a través del lenguaje.

Ante la impotencia de no poder ver muerto al presidente, entonces esos deseos reprimidos los llevará a violentar a los petristas o a los periodistas de RTVC, salieron a cubrir las movilizaciones.  O quizás, simplemente, terminen violentando a quienes en el 2022 votaron por Petro porque creyeron en su proyecto político, a pesar de devenir maximalista para una sociedad que se acostumbró a vivir en medio de la mediocridad, la avaricia y la corrupción de todos los gobiernos de derecha.  


Imagen tomada de Infobae


JUAN GUAIDÓ Y GONZÁLEZ URRUTIA: SIMILITUDES Y DIFERENCIAS

  Por Germán Ayala Osorio   Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez y Edmundo González Urrutia tienen asuntos en común y enormes diferencia...