Por Germán Ayala Osorio
Por Germán Ayala Osorio
Después de las marchas
anti-Petro del 6 de marzo del presente año, en una columna
advertí que de estas emergían fácilmente tres categorías: Marchantes
Mediatizados (MM), Marchantes Politizados (MP) y Marchantes Seducidos por un
Pago (MSP).
Ahora, pasadas las movilizaciones del 21 de abril insisto en
que esas tres categorías volvieron a aparecer en las nutridas manifestaciones.
La novedad es que en las señaladas marchas apareció una cuarta que he
denominado Marchantes Emocionales (en adelante ME). Bajo esa nomenclatura caben
todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que, llevados por una inocultable
Petrofobia, dieron rienda suelta a sus emociones para lanzar todo tipo de
improperios en contra del jefe de Estado, hasta el deseo de verlo muerto, fruto
de un crimen quizás, y metido en un frío ataúd.
Dentro de todas las entrevistas que hicieron algunos
petristas infiltrados en las marchas, apareció el testimonio de una señora que
dijo ser víctima del M-19, hecho con el que justificó su animadversión hacia el
presidente de la República por haber sido militante de esa agrupación armada
ilegal. Las razones para odiar de la ciudadana están perfectamente justificadas
por cuanto perdonar es un acto individual y porque desconocemos el nivel de
afectación de la que fue víctima de acuerdo con su propio relato. Aunque no se
pudieron conocer las circunstancias en las que esa guerrilla pudo haber
afectado la vida de la marchante, sí quedó en evidencia es que la señora sigue
ahogándose en el remolino de la animadversión en el que ella mismo decidió quedarse
por cuenta de su inconmensurable odio. Parece que se trata de un odio selectivo
si tenemos en cuenta que dentro del Centro Democrático (CD) hay por lo menos 4
excompañeros de Petro. Habría, entonces, unos exguerrilleros “buenos” por estar
militando hoy en la derecha y solo uno “malo”, Gustavo Petro, al que no se le
puede perdonar haberse levantado en armas contra el Estado y mucho menos,
continuar con sus ideas de izquierda, porque eso constituye una aberración.
Otros que no se identificaron como víctimas del M-19,
simplemente expresaron su inquina por el solo hecho de haber pertenecido a esa
guerrilla. Y en este punto vale la pena reflexionar en torno a que los procesos
de paz arrastran una grave falencia: no se diseñaron estrategias pedagógicas
orientadas a que, desde el Estado, una vez firmados los armisticios, se
promoviera el perdón colectivo e individual. Muy seguramente de haber existido
esas campañas de llamado al perdón, la fatal presencia de esas emociones
negativas que cientos de miles de ciudadanos llevan cultivando en sus
corazones, se habrían minimizado en estas movilizaciones del 21 de abril.
El triunfo del No en el plebiscito por la paz de 2016 es el
mejor ejemplo de los impactos negativos que dejó el no haber diseñado campañas
pedagógicas orientadas a seducir los corazones de aquellos que, ubicados en un
plano moral superior, se creen con el derecho de decidir quién vive y quién no,
de acuerdo con las ideas que defienden. Hay que señalar que la pírrica victoria
del No se dio por dos razones fundamentales: la primera, porque la prensa se
alió con la derecha y el uribismo a hacer una campaña llena de mentiras como el
rayo homosexualizador y la entrega del país a esa guerrilla. Como
lo reconocieron sus principales animadores y el gerente, el objetivo era sacar la
gente “berraca” a votar. Y la segunda, porque el gobierno de Santos fue incapaz
o jamás le interesó diseñar los instrumentos o dispositivos ideológicos y
culturales con los que se buscara seducir a los colombianos de la importancia
de haber firmado el acuerdo de paz entre el Estado y esa guerrilla y, sobre
todo, de la urgente necesidad de perdonarnos.
Así las cosas, los Marchantes Emocionales (ME) le dejaron
claro al gobierno y al resto de la sociedad que no están dispuestos a escuchar
argumentos y mucho menos a reconocer algo positivo que haga el gobierno de
Petro. Petro es, para estos ME, un “maldito, un hijo de puta guerrillero y
un bandido que solo merece ser asesinado”. La arenga “fuera Petro” va más
allá del deseo de sacarlo de la Casa de Nariño. Lo quieren “fuera de
circulación” porque representa la “maldad y lo peor del país”. Recordemos que
es peor ser de izquierda, que corrupto.
Lo más preocupante de todo lo anterior es que para las
elecciones de 2026, a esos Marchantes Emocionales se irán sumando los
Marchantes Mediatizados y los Marchantes Politizados. De continuar las marchas
de lado y lado, como se prevé que ocurrirá, los odios seguirán creciendo en
quienes no están dispuestos a perdonarle a Petro su pasado guerrillero. Las marchas
del 1 de Mayo volverán a meter a petristas y a los anti petristas en la espiral
de violencia física y simbólica que no sabemos hasta dónde nos llevará como
sociedad fracturada que naturalizó la violencia social y política a través del
lenguaje.
Ante la impotencia de no poder ver muerto al presidente,
entonces esos deseos reprimidos los llevará a violentar a los petristas o a los
periodistas de RTVC, salieron a cubrir las movilizaciones. O quizás, simplemente, terminen violentando a
quienes en el 2022 votaron por Petro porque creyeron en su proyecto político, a
pesar de devenir maximalista para una sociedad que se acostumbró a vivir en
medio de la mediocridad, la avaricia y la corrupción de todos los gobiernos de
derecha.
Imagen tomada de Infobae
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