sábado, 25 de octubre de 2025

PREMIO NOBEL DE PAZ A MARÍA CORINA MACHADO: CUESTIONADO Y SIN ANTORCHAS

  

Por Germán Ayala Osorio

 

El premio Nobel de Paz a María Corina Machado será recordado por las polémicas y duras críticas que generó ese reconocimiento. Para terminar de ensuciar, manchar y de hacerle perder el brillo al Premio Nobel de Paz el “Consejo de la Paz noruego anunció que no organizará la tradicional procesión con antorchas por el centro de Oslo, para la entrega del premio a Machado por su desacuerdo con dicha elección”. Sin duda alguna, una bofetada a quienes creyeron merecido otorgarle semejante reconocimiento internacional a la venezolana María Corina Machado, ícono y líder de la oposición venezolana que a toda costa viene buscando la caída del presidente Nicolás Maduro Moros.

Varios medios de información colombianos y latinoamericanos registraron apartes del comunicado de prensa publicado por Eline H. Lorentzen, presidenta del Consejo de la Paz noruego: Es una decisión difícil pero necesaria. Tenemos un gran respeto por el Comité Nobel y por el premio de la paz como institución, pero como organización debemos ser fieles a nuestros principios y el amplio movimiento por la paz que representamos. Esperamos celebrar el premio de nuevo en los próximos años. En declaraciones al diario VG, Lorentzen añadió que «algunos de sus métodos no están en consonancia con nuestros principios y valores o los de nuestras organizaciones miembros, como son el impulso del diálogo y de los métodos no violentos”.

La cancelación de la tradicional y simbólica procesión de las antorchas le da la razón a quienes desde varias instancias de la opinión pública internacional cuestionaron o se vieron sorprendidos por la decisión adoptada por los miembros de Comité Noruego del Nobel.




Qué sentido tiene recibir el Premio Nobel de Paz en medio de polémicas ideológicas y políticas y la cancelación del precioso evento. La Cancillería colombiana registró la marcha de las antorchas cuando el presidente Juan Manuel Santos recibió el Nobel de Paz en el 2016: “Cientos de personas, entre los que se encontraban ciudadanos colombianos, se unieron este 10 de diciembre a la marcha de las antorchas en Oslo para felicitar y rendir homenaje al Presidente Juan Manuel Santos, ganador del Premio Nobel de Paz 2016. La marcha inició en la estación central de Oslo y terminó en el Grand Hotel, donde se hospeda el mandatario colombiano”.

El premio Nobel de Paz (2025) a María Corina Machado produjo reacciones encontradas entre quienes reconocen a la líder opositora como una luchadora por la democracia venezolana y aquellos que la asumen como una cipaya que sin importarle las consecuencias sociales y políticas viene apostándole a que los Estados Unidos intervenga militarmente en Venezuela para sacar de Miraflores al ilegítimo presidente Nicolás Maduro Moros,

El también premio Nobel de Paz (1980), Adolfo Pérez Esquivel dirigió una misiva a la recién galardonada en la que cuestiona su actitud cipaya frente a los Estados Unidos. Pérez Esquivel le recordó en la carta que ese país no tiene amigos, sino intereses.

María Corina Machado debería de negarse a recibir el premio Nobel de Paz. Sin duda alguna, la cancelación de la procesión de las antorchas le acabó de restar legitimidad a un galardón que, aunque tiene un carácter político, en esta ocasión los miembros del Comité Noruego del Nobel terminaron alineándose con la política exterior de los Estados Unidos, usando a la cipaya líder de la oposición venezolana para legitimar las presiones económicas, militares y políticas en contra del nefasto régimen de Maduro.



SER CIPAYO PAGA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La historia política colombiana registra ya que Petro es el primer presidente en ejercicio- y a lo mejor será el único- en ser incluido en la Lista Clinton y el expresidente Álvaro Uribe Vélez en haber sido condenado, en primera instancia[1], por delitos no políticos. En el primer caso hay enormes dudas de la legalidad y legitimidad de la decisión tomada por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, muy seguramente por presiones directas  del convicto presidente Trump, del secretario de Estado, Marco Rubio, un reconocido cubano vendepatria y de la bancada republicana en el Congreso; entre tanto, en el segundo, hay dudas razonables en torno a la consistencia legal de la absolución en segunda instancia al expresidente Uribe, reconocido agente político al servicio de los intereses norteamericanos.

El columnista Antonio Caballero escribió en el 2007 una columna intitulada Cipayos, en la entonces prestigiosa revista Semana- revista que dejó de existir- que “cuando sonó el himno de los Estados Unidos durante la visita del presidente George W. Bush a Bogotá, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe se puso la mano en el pecho… Álvaro Uribe se comporta como si fuera un funcionario del gobierno de los Estados Unidos, y no el Presidente de un país soberano”.

Si se miran esos dos hechos políticos a la luz de las relaciones diplomáticas y comerciales con los Estados Unidos se encuentran dos denominadores claves: la lucha contra el narcotráfico y la presencia activa de políticos colombianos que frente al país del norte siempre asumieron una actitud cipaya, atada por supuesto al mantenimiento de la más grande mentira que en política se haya naturalizado en la historia reciente: la lucha o guerra contra el narcotráfico.

La llamada guerra contra las drogas es quizás la única “guerra” que se diseñó y declaró para “perderse”. Se trata, por supuesto, de un resultado relativamente negativo en materia política y enormemente positivo para los actores económicos que lavan las millonarias ganancias en los sistemas financieros de Colombia, Estados Unidos y del resto de los países involucrados en el sostenimiento de esa farsa con la que los gringos someten a los cipayos mandatarios colombianos que aceptan sin chistar las condiciones impuestas por sus homólogos norteamericanos. El Plan Colombia discutido y aprobado en el Congreso americano durante la presidencia de Pastrana Arango y su nacionalización en Plan Patriota o Seguridad Democrática (2002-2010) durante las administraciones del ya consagrado cipayo antioqueño constituyen la incontrastable evidencia de que la lucha o guerra contra el narcotráfico es una apuesta y forma de dominación de los Estados Unidos sobre Colombia.

El presidente Petro aceptó jugar esa mentirosa e hipócrita guerra contra el narcotráfico, tratando de modificar en algo las reglas de juego con las que venían imponiendo sus condiciones en Colombia los norteamericanos. Por ejemplo, no perseguir al campesinado que se ve obligado a sembrar la “mata que mata” y orientar las actividades de las autoridades a incautar la cocaína antes de salir por los porosos puertos colombianos. Aunque se han destruido laboratorios de producción del alcaloide, las ordenadas acciones de erradicación de los cultivos de coca quedaron suspendidas porque se priorizó la sustitución por cultivos de pan coger. Los gringos necesitan ver que  en los campos colombianos se derrama la sangre de campesinos, policías y militares.

A pesar del decomiso de grandes cantidades de cocaína, el gobierno Trump siempre vio con ojeriza a Gustavo Petro no tanto porque el convicto y pederasta mandatario estadounidense tuviera presente la vida del primer presidente de “izquierda” en Colombia, sino por los recados que la derecha cipaya colombiana le hacía llegar a Trump al salón oval de la Casa Blanca. En los mensajes allegados se leían solicitudes- verdaderas súplicas- de intervención en los asuntos internos del país y presiones militares, económicas y políticas con el claro objetivo de deslegitimar al gobierno Petro, generar miedo en los agentes económicos del Establecimiento local y evitar la consolidación del proyecto progresista de cara a las elecciones de 2026.

La inclusión de Petro, su exesposa Verónica Alcocer y sus hijos en la inmoral e ilegítima Lista Clinton constituye un fuerte castigo a quien cree firmemente en que Colombia puede y debería operar como un Estado soberano de la mano de su pueblo. Petro se equivocó al hablarle de dignidad a esa parte de la sociedad-incluidos poderosos agentes políticos y económicos de la sociedad civil- que ve a Uribe Vélez como un “patriota, una deidad, un ser superior y un colombiano ejemplar”, cuando realmente es un cipayo que muy seguramente supo “negociar” con el establecimiento gringo aquella aparición en un documento de una agencia gringa como el “narcotraficante número 82[2]”.

Más allá de los errores cometidos por Petro en el manejo de las relaciones diplomáticas con el gobierno Trump, su mayor yerro estuvo en hablar de dignidad y soberanías en estos tiempos en los que predomina el pragmatismo, la codicia, la estupidez, pero sobre todo, el desprecio de la vida de aquel que se atreve a pensar diferente y se enfrenta casi que en solitario a la hegemonía cultural, política y mediática aupada por periodistas, políticos, empresarios, rectores de universidades privadas, docentes, trabajadores y estudiantes que se benefician actuando como orgullosos cipayos. Por lo anterior, ser cipayo paga.

Vuelvo a la columna de Caballero: “Claro está que no es Uribe el primer Presidente colombiano que se comporta ante los Estados Unidos como si fuera una alfombra: como un cipayo, para el usar el nombre de los oficiales indios del Imperio Británico que servían de correa de transmisión entre la potencia colonial y sus propios compatriotas”. Caballero enlistó en ese momento a Mariano Ospina Rodríguez, Andrés Pastrana, Ernesto Samper y César Gaviria. Al viejo listado hay que agregar a Juan Manuel Santos y al homúnculo de Iván Duque Márquez.






[1] En segunda instancia, el Tribunal Superior de Bogotá, en un fallo dividido y controvertido, absolvió al expresidente antioqueño. Lo más probable es que las víctimas de Uribe soliciten a la Corte Suprema de Justicia la revisión de esa decisión. [2] Según Grok, "se trata de un informe de inteligencia desclasificado de la Defense Intelligence Agency (DIA) de Estados Unidos, fechado en septiembre de 1991 y publicado públicamente en 2004 por el National Security Archive (una organización sin fines de lucro de la Universidad George Washington). El documento, titulado "Defense Intelligence Report 91-91", es un listado confidencial de 104 personas consideradas "narcotraficantes colombianos más importantes" vinculados principalmente al Cartel de Medellín, incluyendo figuras como Pablo Escobar (número 79) y Fidel Castaño (fundador de las AUC, número 80)". 

 

viernes, 24 de octubre de 2025

PETRO EN LA LISTA CLINTON: UN GOLPE BAJO CON TRES PROPÓSITOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La inclusión de Gustavo Petro y miembros de su familia en la famosa “Lista Clinton” obedece a una decisión política con propósitos electorales, y con visos de venganza personal de específicos congresistas norteamericanos. Además, se trata de un despropósito judicial y una arbitrariedad del fatuo presidente de los Estados Unidos, condenado por 34 cargos y señalado de pederastia, junto a Jeffrey Epstein.

El inmoral presidente de los Estados Unidos está siguiendo el guion político-moral-electoral que la uribizada derecha colombiana diseñó de la mano de Marco Rubio y Bernie Moreno, entre otros congresistas republicanos para construir el peor ambiente electoral en Colombia de cara a las elecciones presidenciales de 2026. Vicky Dávila, Abelardo de la Espriella, Álvaro Uribe Vélez y Juan Carlos Pinzón Bueno, entre otros, le están apostando a deslegitimar al gobierno Petro con fines desestabilizadores, pero sobre todo para generar terror en el empresariado y en millones de colombianos que asumen que votar por la continuidad del proyecto progresista concita enormes riesgos económicos.  

En los visos de venganza que se observan en la decisión está el congresista republicano Bernie Moreno y su hermano de Luis Alberto Moreno, presidente del BID entre el 2005 y el 2020. En trinos y en reciente alocución presidencial, Petro atacó de manera directa a los hermanos Moreno. “En este libro que hice, que espera ser editado y ojalá traducido al inglés, se cuenta prueba fehaciente el robo del Banco del Pacífico por el hermano del actual senador por Ohio, Bernie Moreno. Aquí podrá ver porque están tan interesado en que Trump rompa con el gobierno de Colombia”. En otro mensaje, borrado por Petro, hizo referencia a “…una operación de lavado de activos hecho en el gobierno de Pastrana. Y hay un segundo hecho que vincula al señor Bernie y es que su hermano participa en esa operación de lavado de tierras”.

La reacción del presidente de la República le da sentido de realidad a la participación de Bernie Moreno en la decisión del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, siguiendo instrucciones del huésped de la Casa Blanca. Esto espetó: “Efectivamente la amenaza de Bernie Moreno se cumplió, yo y mis hijos y mi esposa entramos a la lista OFAC. Mi abogado en mi defensa será Dany Kovalik de los EE. UU. Luchar contra el narcotráfico durante décadas y con eficacia me trae está medida del gobierno de la sociedad que tanto ayudamos para detener sus consumos de cocaína. Toda una paradoja, pero ni un paso atrás y jamás de rodillas”.

Veamos entonces cuáles son los objetivos planteados en esa tarea conjunta diseñada entre los republicanos y la derecha local: acorralar al presidente Petro para que de manera impulsiva termine de ahondar la crisis diplomática entre Washington y Bogotá, por ejemplo, expulsando del país a los militares gringos que hacen presencia en bases militares colombianas gracias a la cooperación bilateral firmada en el 2009. Una medida de esa naturaleza terminaría por consolidar la narrativa que indica que Petro y Maduro son enemigos de los Estados Unidos, razón suficiente para impulsar una intervención militar en ambos países, extender el bloqueo económico a Colombia y de esa manera construir un nuevo “eje del mal” que anime a Trump a tomar otras medidas excepcionales.  

El segundo propósito es deslegitimarlo como figura política haciéndolo aparecer como una defensor de Hamas, grupo extremista y terrorista que masacró a más de mil personas, hecho que generó la ira santa de Israel y el consabido genocidio contra el pueblo Palestino que Estados Unidos y Europa apoyaron de manera decidida.

El tercer objetivo es naturalizar de tal manera la injerencia de los Estados Unidos en los asuntos internos del país, que la continuidad del proyecto progresista o el triunfo de un candidato de “centro” obligaría a esos mandatarios a aceptar sin chistar las nuevas formas de intrusión de los gringos en las dinámicas institucionales de Colombia, en particular en asuntos como la lucha contra el narcotráfico en las que el próximo gobierno estaría obligado a perseguir al campesinado y  olvidarse de hostigar a los agentes mafiosos que el sistema financiero internacional y la DEA previamente han aceptado para mantener la pantomima de una lucha que aunque fracasada debe continuar por el bien de la economía norteamericana, la colombiana y la del mundo entero.

La pregunta que surge es: ¿Se pudo evitar este desenlace político-moral-electoral? La respuesta es no, por varias razones a saber: la crisis diplomática entre Bogotá y Washington, el desobligante trato de Trump al presidente Petro y la inclusión de este último en la Lista Clinton jamás fueron manejados internamente como asuntos de Estado. El silencio de los presidentes de las altas cortes, el apoyo de varios expresidentes de la República y del propio empresariado frente al calificativo que lanzó Trump contra Petro, llamándolo “líder de los narcotraficantes” dio cuenta de una inexistente visión de Estado y una fractura institucional que al final incentivó al presidente de los Estados Unidos a continuar atropellando al país, a la dignidad presidencial y a los colombianos. Por supuesto que estos tres últimos elementos los asumen los miembros de la derecha uribizada como parte de la retórica mamerta con la que Petro insiste en inhumar el concepto de dignidad que Uribe y otros agentes del Establecimiento colombiano  enterraron en una de las tantas fosas comunes que aún existen en el “País de la Belleza”.

Por supuesto que al presidente Petro le cabe responsabilidad política al preferir la confrontación personal con Trump, en lugar de entregarle a los diplomáticos la tarea de manejar este desenlace que de todas maneras afecta negativamente la continuidad del proyecto progresista en el 2026. Y no se trata aquí de gritar “ni un paso atrás y jamás de rodillas”, estribillo sostenido en una visión de Estado, con todo y soberanías, que no tienen los presidentes de las altas cortes y el uribismo. A lo mejor Petro no creyó que el Establecimiento colombiano fuera capaz de dejarlo solo frente al poder intimidatorio del gobierno norteamericano. O no midió de hasta dónde son capaces de llegar sus más visibles agentes de poder con tal de hacerse nuevamente con la Casa de Nari.

Adenda: si la izquierda gritaba con emoción y algarabía que Uribe es el primer expresidente condenado (en primera instancia) por delitos no políticos; la derecha hará lo mismo gritando que Petro es el primer presidente colombiano en hacer parte de la deshonrosa e inmoral Lista Clinton. 

Imagen tomada de Infobae. Este fue el libro que Gustavo Petro escribió sobre escándalo que involucraría al hermano del senador Bernie Moreno: espera que lo traduzcan al inglés - Infobae

jueves, 23 de octubre de 2025

TRES CONCEPTOS DETRÁS DEL ENFRENTAMIENTO ENTRE PETRO Y TRUMP

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En el agrio enfrentamiento verbal entre Trump y Petro aparecen varios conceptos que complejizan el conflicto entre estos machos alfa: dignidad y soberanías popular y estatal. Se trata de tres conceptos políticos que la mayoría de los colombianos no entiende y que poco les importa su aplicación o exigencia en la vida práctica porque están resolviendo el día a día bajo condiciones de precariedad salarial y las incertidumbres, rabia y desazón que generan múltiples formas de violencia urbana y rural.

Al defender el presidente Petro esas tres categorías y al hacer un uso ideologizado de las mismas, de inmediato los periodistas afectos al Establecimiento colombiano reducen esa mamertizada defensa a las “rabietas” propias de un exguerrillero, comunista, nacionalista y antiimperialista con las que busca ser recordado como el político que se le plantó al hostil, bravucón y pederasta presidente de los Estados Unidos. Por supuesto que ese reduccionismo mediático termina consolidando la narrativa que señala que al enemistarnos con los Estados Unidos el miedo ya no es convertirnos en Venezuela, sino en ser una segunda Cuba por las sanciones económicas con las que amenazó el presidente estadounidense.

Con ese relato, la derecha aspira a recuperar la Casa de Nari (no la de Nariño) con dos objetivos claros: el primero,  revertir las decisiones adoptadas por Petro en varios ámbitos, como sus acercamientos a la “China comunista” que tanto molestó al anaranjado huésped de la Casa Blanca y el segundo, regresar a la indigna relación de sometimiento al país norteamericano, fruto de la connivencia de varias autoridades estadounidense con la naturalizada corrupción en Colombia en su lucha contra el narcotráfico y en el manejo discrecional de las ONG de la “ayuda” gringa. La complicidad de los gringos, republicanos y demócratas con la Colombia mafiosa es una forma efectiva de sometimiento político y económico con la que se configura la imagen de que el país es el “patio trasero” de USA.

A Trump solo le sirve que a la Casa de Nariño llegue un presidente que lleve incorporadas las “rodilleras”, símbolo de sometimiento al capricho norteamericano de mantener la fracasada e hipócrita lucha contra el narcotráfico de la que se benefician agencias como la DEA, el sistema financiero internacional y los bancos gringos que le lavan el sucio dinero a los narcos que según Petro viven plácidamente en Miami.

Con la crisis diplomática entre Washington y Bogotá la prensa colombiana revivirá el sempiterno miedo al comunismo y al castrochavismo con el que el uribismo logró por largos 20 años ocultar toda clase de crímenes, privatizar el Estado para el beneficio de unas pocas familias e inhumar esos tres conceptos que sus más visibles voceros los atan a la histórica relación de sometimiento a los intereses de los norteamericanos. Y ahora que varios congresistas republicanos expresaron su felicidad por la absolución del expresidente Uribe Vélez, estos mismos “virreyes” se encargarán de meter más miedo a los colombianos. Carlos A. Jiménez, congresista gringo, dijo recién en su cuenta de X que “nosotros apostamos por un hemisferio libre de dictaduras narcoterroristas, libre de comunismo y libre de miseria”.

El hambre, la pobreza, las múltiples formas de violencia, la ignorancia, la desinformación y los 20 años de uribismo impidieron que esos tres conceptos hagan parte de la vida cotidiana de los colombianos. No se necesita ser petrista para defender y exigir su respeto y aplicación efectiva. Bastaría con sentirse ciudadano del mundo, quitarse las rodilleras, abrir los ojos y retirarse la venda que el uribismo, con la ayuda de la prensa, les pusieron a millones de colombianos que siguen creyendo en lo que dice Uribe, el político más mañoso y dañino que ha parido esta tierra.



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miércoles, 22 de octubre de 2025

ENTREVISTA DE CORONELL A PETRO: SALIÓ MAL

 Por Germán Ayala Osorio

 

La entrevista que le concedió Gustavo Petro a Daniel Coronell fue un verdadero encontronazo entre un presidente atrincherado en su dignidad y en su incontrastable ego y un periodista empecinado en cuestionarlo y en sacarle un titular que sirviera para empeorar las relaciones con Trump, mandatario al que el columnista se cuida de criticar por razones ideológicas y migratorias. Desde su cuenta de X, Coronell iba dejando claro de qué lado estaba: Petro se muestra desafiante ante la grave crisis diplomática con Trump. ¿Se atrevería Coronell a usar el mismo vocablo para caracterizar y calificar la conducta altanera, irresponsable y soberbia del fatuo presidente de los Estados Unidos? Por supuesto que no. Cuando se trata de hablar de las tensas relaciones bilaterales entre los dos países, el reconocido columnista siempre se parará del lado de la tierra del Tío Sam. Es claro que a Coronell le da miedo cuestionar las andanadas de Trump en contra del presidente colombiano.

Petro concede la entrevista pensando quizás en llegarle al público hispano de Univisión y muy seguro de que el secretario de Estado, Marco Rubio, entre otros agentes políticos que le hablan al oído al convicto presidente norteamericano estarían atentos al desarrollo de esta. Entre tanto, Coronell buscó entrevistarlo para aprovecharse periodística y económicamente de lo que pudiera decir el jefe de Estado en medio de la crisis diplomática entre Estados Unidos y Colombia. El rating estaba asegurado.

En términos periodísticos se trató de una entrevista enrarecida, dispersa, incómoda, “jarta” y difícil por dos razones fundamentales: 1. Por la predisposición ideológica con la que ambos llegaron al encuentro. Petro reconoce a Coronell como un periodista de derecha, lo respeta, pero sabe muy bien que como ciudadano y periodista es un cipayo que sabe rendirle pleitesía a los gringos. Y Coronell llegó con la firme intención de desdibujar a la figura presidencial colombiana, tratando de pincharle el ego con preguntas, insinuaciones y señalamientos que Petro manejó relativamente bien a pesar de que en términos comunicacionales evitó contestar los interrogantes que le expuso su interlocutor, lo que claramente ensució el diálogo y lo hizo ver como un presidente grosero. 2. Por la compleja coyuntura política y diplomática, tanto Petro como Coronell buscaron sacarse provecho. El presidente colombiano le hablaba al periodista, pero estaba pensando más en sus detractores estadounidenses, que en explicarle a las audiencias de Colombia las razones por las que se llegó a este punto de no retorno en las relaciones entre Bogotá y Washington. Petro debió tranquilizar a los colombianos que la prensa hegemónica local está empecinada en asustar por cuenta de las posibles sanciones económicas que imponga el anaranjado presidente estadounidense.

Coronell es un periodista anti uribista que ha sido incapaz de llamar genocidio a lo hecho por Israel en Gaza, con la anuencia de los Estados Unidos, país en el que vive desde hace varios años. Es un columnista muy leído, pero es cercano al establecimiento colombiano.

Después de la entrevista-encontronazo, Coronell dijo lo siguiente: “Nunca he tenido una conversación tan difícil con él, como la de hace dos días, en la Casa de Nariño. A lo largo de estos 40 años de conocernos he tenido grandes diferencias con él y he criticado su gestión como alcalde y presidente, tanto como reconocí sus grandes debates de denuncia y control político como congresista. Nunca, en todos estos años y entrevistas he visto al presidente Gustavo Petro tan alterado como este lunes. No es el mejor estado de ánimo para manejar una crisis de las dimensiones que puede tomar en los próximos días”.

Después de ver completa la entrevista, señalo que tanto Coronell como Petro se equivocaron. El primero, por querer aprovecharse de la compleja coyuntura diplomática entre USA y Colombia y creer que Petro le contestaría todas sus preguntas, cuestionamientos e insinuaciones que por momentos incomodaron al mandatario. Coronell sabía que Petro llegaría “cargado de tigre” y quiso aprovecharse periodística y políticamente de ese momento; y el segundo, porque llegó al diálogo cargado emocionalmente y golpeado en su ego por el tratamiento de mafioso que le dio el convicto y pederasta presidente estadounidense. Conclusión: Petro no debió conceder la entrevista a Coronell. Como diría el entonces Defensor del Pueblo, Carlos Camargo: "salió mal". 

 


martes, 21 de octubre de 2025

EFECTOS CULTURALES E INSTITUCIONALES DEL FALLO A FAVOR DE URIBE

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El fallo de segunda instancia que absuelve al expresidente Álvaro Uribe Vélez  de la condena a  12 años de prisión domiciliaria proferida por la jueza 44, Sandra Heredia tendrá importantes y graves efectos institucionales en la rama judicial en donde reposan otros procesos a los que está vinculado el expresidiario y exgobernador de Antioquia y por supuesto, esa misma decisión judicial de dos de los tres magistrados del Tribunal Superior de Bogotá que estudiaron la apelación de la defensa del político antioqueño,  generará perjuicios en el ámbito sociocultural.

Miremos los efectos negativos que generará el laudo leído por el magistrado Merchán en las dinámicas internas del aparato de justicia.  Lo primero que hay que señalar es que la interpretación que hicieron los magistrados del Tribunal Superior de Bogotá del material probatorio y los cuestionamientos a la exégesis de la jueza Sandra Heredia ponen en entredicho la probidad, el criterio jurídico y la idoneidad de todos los operarios judiciales que por ejemplo avalaron la legalidad de la intervención de las líneas telefónicas en las que se escucha hablar a Uribe Vélez con su aboganster Diego Cadena.

Los togados de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) a la luz de lo leído por Merchán (magistrado ponente), actuaron de mala fe al usar los audios allanados para impulsar el proceso penal que después de 13 años mantiene a Uribe procesado, condenado en primera instancia, absuelto en segunda y vinculado hasta que sea la misma CSJ la que defina la situación jurídica del temido político. A pesar de la absolución que acaba de recibir Uribe, mantiene su condición sub judice hasta que la CSJ tome una decisión de fondo en la instancia de casación a la que la defensa de las víctimas de Uribe ya dijo que llevará al mediático y espinoso caso.

De regresar al poder el uribismo a la Casa de Nariño en el 2026 no se descarta que se inicien actividades de persecución judicial en contra de la jueza Sandra Heredia y sus antecesoras que validaron todo lo actuado por los magistrados de la Sala de Instrucción de la CSJ, corporación en donde se originó este enrevesado proceso. No podemos olvidar las amenazas, cuestionamientos políticos y mediáticos que recibió Heredia después de leer el fallo en el que condenó a Uribe a 12 años de prisión por tres graves delitos.

Con la absolución de Uribe, el Tribunal Superior de Bogotá envía un mensaje que bien puede leerse como intimidante por parte de los fiscales y los jueces que en diferentes momentos compulsaron copias a la Fiscalía para que Uribe fuera investigado por sus relaciones con grupos paramilitares y recientemente por el asesinato del defensor de derechos humanos, José María Valle, en los tiempos en los que el caballista y hacendado fungió como gobernador de Antioquia. Hablo del magistrado Rubén Darío Pinilla Cogollo, que siendo presidente de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín compulsó copias para que se investigara a Álvaro Uribe Vélez por vínculos con el paramilitarismo; y también de la jueza de Medellín, Claudia Marcela Castro, quien compulsó copias a la Fiscalía para que investigue si el expresidente Uribe y su hermano Santiago tienen alguna responsabilidad en el crimen de José María Valle.

En lo que respecta a los efectos socioculturales del polémico fallo de segunda instancia que beneficia al “rufián de esquina”, estos tienen que ver con la legitimación y naturalización del imaginario individual y colectivo que señala que entre más poder económico y político concentre un hombre en Colombia, la capacidad de la justicia de procesarlo y condenarlo desaparece, en particular cuando son jueces o fiscales hombres a los que les corresponde revisar los procesos a los que está vinculado el señor Uribe. Creo que aquello del “cacorraje nacional” del que habló la escritora Carolina Sanín tendría una inexorable conexión con los fallos proferidos por jueces. La magistrada María Leonor Oviedo se apartó de la decisión con la que sus dos colegas del Tribunal Superior de Bogotá absolvieron a Uribe Vélez, Alexandra Ossa Sánchez y Manuel Antonio Merchán. 

Ese imaginario deviene atado del ethos mafioso que rodea a la operación de jueces. Fiscales y magistrados que emiten fallos politizados e ideologizados en virtud de presiones o de simpatías hacia políticos poderosos, asumidos por una parte importante de la sociedad como deidades intocables e incuestionables.

Los dos magistrados del Tribunal Superior de Bogotá dejaron pasar la oportunidad de fallar para producir un cisma cultural en una sociedad como la colombiana que además de devenir confundida moralmente, necesita con urgencia proscribir el ethos mafioso y por supuesto el imaginario colectivo e individual que indica que la “justicia es para los de ruana” como consecuencia del incontrastable poder que acumulan hombres como Uribe Vélez. Eso sí, el fallo absolutorio no es sinónimo de inocencia porque por lo menos la mitad de los colombianos hace rato “condenó” al expresidente Uribe. A veces, la condena social y el consabido desprecio por las actuaciones del temido político resultan con mayor legitimidad que las que se producen en instancias judiciales permeadas por presiones de carácter político.




Imagen tomada de la red. 

lunes, 20 de octubre de 2025

EXPRESIDENTES COLOMBIANOS CIERRAN FILAS EN FAVOR DE TRUMP

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El calificativo de líder de narcotraficantes que lanzó Trump contra el presidente Petro sirvió para probar la cohesión y la coherencia de la institucionalidad estatal y la visión de Estado de los expresidentes Samper, Pastrana, Uribe, Santos y Duque.

La Defensora del Pueblo, Iris Marín y el Procurador General de la Nación, Gregorio Eljach rechazaron el pronunciamiento del presidente de los Estados Unidos en contra del presidente colombiano. Dichas posturas contrastan con el silencio de los presidentes de las altas cortes que a la fecha no rechazaron la irrespetuosa y temeraria arremetida verbal del convicto Donald Trump. Parece ser que los togados temen que el pederasta presidente norteamericano les quite la visa, documento que la clase política y empresarial asumen como un invaluable tesoro con el que suelen justificar las arrogantes, desafiantes y desobligantes posturas asumidas por las autoridades gringas en contra de Colombia. Lo que queda claro es que los líderes de esas altas corporaciones judiciales no tienen una clara visión de Estado.

La misma miope y empobrecida visión del Estado la exhibieron los exmandatarios Andrés Pastrana Arango y Álvaro Uribe Vélez. En la carta que enviaron a Petro dejaron ver que su condición de expresidentes está alejada y no se conecta con la dignidad del cargo de jefes del Estado que ostentaron en el pasado. Pastrana estuvo en la Casa de Nariño en calidad de cipayo de los Estados Unidos. La aprobación del Plan Colombia en el Congreso americano y su nula discusión en el Congreso colombiano y el diseño mismo de dicho plan de intervención militar de los gringos en el conflicto armado interno dan cuenta del nivel de estulticia y de la actitud lacaya del genuflexo presidente conservador, quien jamás actuó como un verdadero estadista.

En esa misma línea inmoral y pasmosa indignidad actuó Álvaro Uribe Vélez, de quien las autoridades gringas tienen información de sus andanzas en el pasado que lo enredan con paramilitares, masacres como las del Aro y la Granja, el asesinato de José María Valle y relaciones con narcotraficantes, de acuerdo con investigaciones periodísticas, procesos penales a los que está vinculado y su aparición en una lista de una autoridad americana en la que aparecen narcotraficantes. Uribe aparece en ella bajo el número 82. El país recuerda que el mismo Pastrana acusó de ser paramilitar a Uribe. Hoy, años después, cogidos de las manos le hacen oposición al gobierno Petro.

Esa actitud lacaya de Uribe y Pastrana, ambos eficientes y obedientes criados apoyados por la Casa Blanca en sus nefastos periodos presidenciales se confirmó con la reciente misiva que le enviaron a Petro. En lugar de exigir explicaciones y rechazar el señalamiento de Trump, estos dos consagrados mercaderes de las soberanías popular y estatal y ladinos políticos dicen en su carta que “con sentido patriótico y profunda preocupación, los expresidentes de Colombia abajo firmantes demandamos del señor presidente Petro la definición clara de su relación con el jefe del Cartel de Los Soles, Nicolás Maduro Moros, así como una explicación del llamado Pacto de La Picota y la consecuente coincidencia de las posteriores conversaciones llamadas Paz Total con grupos de las organizaciones criminales del narcotráfico disfrazadas con estatus político”.

Sin duda alguna, estamos ante una vergonzosa actitud de dos expresidentes que gobernaron al país sin saber qué es eso de ser jefe del Estado. En su abierta y clara actitud lacaya e incoherente, estos dos exmandatarios se atreven en la misma carta a “exigir serenidad, prudencia y sentido nacional, por encima del egoísmo, en el manejo de esta crisis que pone en riesgo la seguridad, el bienestar del pueblo y sectores claves de la economía colombiana”. ¿Sentido nacional? ¿Sabrán qué significa aquello del sentido nacional este par de politicastros? La verdad, no lo creo.

La respuesta de Petro, en su calidad de jefe del Estado, fue contundente: “Por respeto a la juez y a la justicia de Colombia esta carta no debe ser contestada, por dos expresidentes del que se tienen sospechas de vínculos con uno de los negocios más grandes de Colombia, y dos: porque uno ha sido condenado y paga condena por la justicia”.

Entre tanto, Iván Duque Márquez, el pasante que pernoctó por cuatro años en la Casa de Nariño, reaccionó con la misma indignidad de Pastrana y Uribe. Por su condición de títere de Uribe y eterno aprendiz de presidente no se le puede exigir que oficie como exjefe de Estado. Duque Márquez será recordado por su mediocridad, su infantil discurso en inglés, en particular aquella alusión que hizo en un evento internacional a los 7 enanitos y por supuesto su inolvidable auto entrevista en la misma lengua.

El expresidente Santos sin exhibir una visión integral de Estado, por lo menos reconoció que tanto Trump como Petro se han insultado. El único expresidente que asumió una postura cercana a la visión de Estado que en esta columna se reclama fue Ernesto Samper Pizano, político que frente a los gringos ha mantenido una actitud digna desde antes de que le retiraran la visa americana.



Imagen tomada de la red X. 

domingo, 19 de octubre de 2025

A TRUMP SOLO LE SIRVE UN CIPAYO EN LA CASA DE NARIÑO

 


Por Germán Ayala Osorio

 

Con la despachada de Trump contra el presidente Petro a quien llamó “líder del narcotráfico”, el anaranjado pederasta y convicto norteamericano le apunta a incidir en las próximas elecciones en Colombia para que la derecha regrese a la Casa de Nariño. El Departamento de Estado y la Casa Blanca dan por descontado que se tratará de un presidente cipayo, que en la primera reunión bilateral muy seguramente dejará claro hasta dónde estará dispuesto a entregar la soberanía y amplias zonas del país para el control gringo con tal de recomponer las relaciones diplomáticas (o de dominación) entre los dos países.

Bajo esas circunstancias, el candidato de la derecha no saldrá tanto de consultas interpartidistas o de negociaciones entre Uribe y Vargas Lleras, sino de las reuniones que específicos agentes del Establecimiento colombiano tendrán con Marco Rubio y Trump para que finalmente entre estos dos sheriff de la moral regional decidan cuál de todos los candidatos les conviene más para recuperar lo que Petro les quitó por asumir este último una postura digna frente a las siempre irrespetuosas relaciones con los Estados Unidos.

Ya el precandidato uribista, Juan Carlos Pinzón Bueno dijo que “la relación con Estados Unidos, la arreglo en una sentada. Mi experiencia y compromiso están a la altura de lo que el país necesita”. Este mensaje de Pinzón Bueno será determinante para definir los apoyos del empresariado y la clase política tradicional ante el terror que les generan las amenazas de Trump de subir aranceles y bloquear a Colombia. Así las cosas, los agentes económicos colombianos están obligados a financiar al candidato más cipayo que les devuelva la tranquilidad de seguir con sus negocios y mantener las visas para visitar los Parques en Orlando. Esto dijo el ladino político de la derecha uribizada: “Reputación, acceso e influencia, son indispensables para recomponer las relaciones con EE. UU.  El próximo presidente debe tener estas características, y eso solo se logra cuando uno ha trabajado y construido relaciones estrechas”.  

Ya varios precandidatos presidenciales optaron por ponerse las rodilleras de manera anticipada con el objetivo de asegurar la bendición de la CIA, el Departamento de Estado, la DEA y la Casa Blanca. Vicky Dávila, Abelardo de la Espriella y Juan Manuel Galán se mostraron dispuestos a hincarse frente al poder y el ímpetu del Águila Calva. Los tres apoyan a Israel y sus prácticas genocidas en Gaza, aceptan sin chistar volver al uso del glifosato y a perseguir al campesinado obligado a sembrar la “mata que mata”; y lo más importante creen que lo mejor es que los Marines invadan Venezuela y derroquen a Nicolás Maduro. De la Espriella fue más allá y dijo en su cuenta de X que “El presidente Trump, afirma, tal como lo denuncié ante el gobierno norteamericano, que Petro, en compañía del narco dictador Nicolás Maduro, es líder de narcotráfico. Así es, Petro es cómplice y líder del Cartel de los Soles porque ha facilitado, aupado, permitido, colaborado en la expansión del narcotráfico desde Colombia”. Justamente esa postura progringa confirma al precandidato De la Espriella como un cipayo dispuesto a todo con tal de ganarse la simpatía de Trump y de Marco Rubio.

Una postura contraria y sorpresiva asumió Claudia López, quien exigió al presidente de USA “respeto por las instituciones de Colombia", y lo exhortó a resolver las diferencias "con espíritu democrático y de cooperación, no con insultos ni amenazas". Aunque parece sincera, ya el país conoce que la exalcaldesa de Bogotá se acomoda fácilmente a las circunstancias que más le convengan. 

Lo cierto es que Petro desafió a los Estados Unidos al querer gobernar a Colombia y tener relaciones internacionales basados en la defensa de las soberanía estatal y popular, el respeto mutuo y bajo condiciones de dignidad. Se suman sus acercamientos a China con la Nueva Ruta de la Seda, el episodio de los dos aviones militares que Petro no permitió aterrizar en el país por traer esposados y humillados a colombianos deportados de USA; igualmente sus discursos en la ONU, en particular el último en el que llamó genocidio lo hecho por Israel en Gaza, con el apoyo de los Estados Unidos. Y la exhortación que Petro les hizo, megáfono en mano y en las calles de New York a los Marines para que desobedecieran a Trump fue colmando la paciencia del convicto presidente de los Estados Unidos. Finalmente, las críticas a la presión militar sobre Venezuela en el mar Caribe y a los bombardeos a los tripulantes de lanchas cargadas con droga terminaron por molestar al tirano supremacista por el que votaron republicanos, demócratas y cientos de miles de latinos ignorantes que hoy sufren la persecución y la estigmatización del poderoso pederasta y pedófilo inquilino de la Casa Blanca.

 




TRUMP CONTRA PETRO Y EL SÍNDROME DE EPSTEIN

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El irresponsable, indebido, irrespetuoso, infundioso y calumnioso señalamiento de Trump hacia el presidente de la República, Gustavo Petro nuevamente ponen a prueba la unidad nacional, la institucionalidad estatal y por supuesto a las ya tensas y narcotizadas relaciones entre Washington y Bogotá.

Al señalar que “Petro es el líder del narcotráfico”, el gobierno de los Estados Unidos estaría allanando el camino para derrocarlo, con la decidida anuencia de candidatos, periodistas y dirigentes gremiales que, en lugar de rechazar la amenaza y el artificioso calificativo, atinaron a decir que “Trump mordió el anzuelo que Petro le lanzó”. De esa manera, redujeron la gravedad de la amenaza del republicano a un asunto electoral y al crispado ambiente político que vive Colombia.

El exministro Cárdenas Santamaría, ficha del Establecimiento, señaló en su cuenta de X que “se veía venir. El país inundando de coca y un presidente que no quiere entender que la financiación y ayuda de Estados Unidos es fundamental para Colombia. Es urgente revertir el daño que Petro le ha hecho a la reputación del país.

A la indigna postura del cipayo exministro de Hacienda se sumaron las de Abelardo de la Espriella y Vicky Dávila, consumados lacayos del “imperio” del norte. El primero, validó el señalamiento del carcamal gringo e insistió en que efectivamente Petro tiene relaciones con la mafia, mientras que la periodista uribista se limitó al registro de la ofensa. Juan Manuel Galán también asumió la misma actitud cipaya. 

Entre tanto, el Procurador General de la Nación señaló que “debería conocerse alguna evidencia fáctica, que no la creo, para hacer tan radical afirmación contra un presidente de un Estado que funciona en democracia”. Una declaración tibia y medrosa de un ladino funcionario que muy seguramente valora más tener la visa americana, que salir a rechazar la vulgar y peligrosa intromisión y amenaza de Trump.

Es probable que el presidente de USA esté sufriendo del poco estudiado Síndrome de Epstein, una especie de trastorno en el que hombres con poder económico y político aceptan a regañadientes el ocaso de su vida sexual, pero buscan desesperadamente conflictos para poner a prueba sus ya bajos niveles de testosterona. También es posible que sueñen con intervenciones militares que, para el referido caso clínico, inconscientemente las asumen como formas de penetración o violaciones, aunque se trate de “simples” transgresiones a soberanías estatales y populares de países cuyas sociedades, enfermos como Trump se las representan como “menores de edad” sometidas a todo tipo de vejámenes como los que sufrieron cientos de niñas en la famosa Little Saint James, propiedad del multimillonario pedófilo y pederasta Jeffrey Epstein. 





sábado, 18 de octubre de 2025

DONALD TRUMP: ¿REY O DICTADOR?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Las multitudinarias marchas en contra del gobierno de Trump exponen ante el resto del mundo la profunda crisis de legitimidad y viabilidad de la democracia norteamericana, la misma que por siglos brilló con la luz propia que la convirtió en un ejemplo a seguir y en una suerte de dispositivo ideológico y político para “llevar” la democracia a aquellos lugares del mundo intervenidos política y militarmente por los “gloriosos” Marines.  Acostumbrados los soldados americanos a “instalar” la democracia, hoy esos mismos militares, de la mano de los violentos agentes de ICE, desconocen las garantías constitucionales y los derechos de nativos e inmigrantes, legales o ilegales.

En manos de Donald Trump esa idea de la democracia perfecta empieza a flaquear y a perder el sentido de realidad por las decisiones y las políticas de un presidente convicto y pederasta. Los millones de ciudadanos, latinos y gringos que salieron a las calles bajo el lema “No Kings” ven al republicano como un monarca caprichoso, violento, conservador y líder de las hordas supremacistas que validan la persecución contra los migrantes latinos como una necesaria limpieza étnica.

Vista en el pasado como una democracia ejemplar por las garantías constitucionales y legales de las que incluso gozaron inmigrantes de todas partes del mundo que llegaron a la tierra del Tío Sam en búsqueda del sueño americano, desde la Casa Blanca se apoyaron dictaduras militares, se desmontaron otras y se calificaron de dictadores a presidentes que intentaron zafarse de la injerencia gringa en los asuntos internos. La política exterior de los Estados Unidos siempre se pensó y ejecutó desde los sueños libertarios basados en el perfecto y protocolario funcionamiento de las instituciones democráticas de la Unión Americana.

Cuba desde 1959, y Venezuela recientemente hacen parte de los regímenes dictatoriales sujetos de sanciones y bloqueos por no ofrecer garantías democráticas a sus pueblos. Por supuesto que los Castro Ruz en la isla y Maduro Moros violaron los derechos humanos de los miembros de la Oposición, muchos de ellos convertidos en presos políticos; pero cuidado que Trump está haciendo lo mismo con la población migrante latina sometida a una cruel persecución con visos supremacistas. Así las cosas, si Maduro es visto hoy por el Departamento de Estado como un tirano, desde Miraflores y otras casas de gobierno de América Latina bien podrían empezar a calificar a Trump como un “reyezuelo, un autócrata y un presidente autoritario; una especie de Bukele anaranjado y finalmente, como un dictador”. Ya es tiempo que desde América del sur se empiece a cuestionar al emperadorcito de la Casa Blanca.

Las multitudinarias movilizaciones (2.700 concentraciones) de hoy 18 de octubre en varias ciudades y estados de los Estados Unidos se justificaron con sorprendentes mensajes que dan cuenta de que algo muy grave está sucediendo en la tierra de la Estatua de la Libertad. “Las protestas reúnen una amplia variedad de reivindicaciones, desde la oposición a las redadas migratorias y los recortes en sanidad, hasta el rechazo a la militarización de las ciudades o a las modificaciones de los distritos electorales que buscan asegurar una victoria republicana en las elecciones de medio mandato del próximo año”. “…Acusan al presidente de comportarse “como un monarca”, de enviar fuerzas federales a las ciudades, deportar familias migrantes y recortar servicios públicos mientras favorece con beneficios fiscales a los grandes millonarios.

Quizás lo dicho por John F. Kennedy sirva de parámetro para entender el camino por el que Trump está llevando al país del norte: “La democracia es un proceso difícil y exigente, pero es el único método por el cual podemos asegurar que el gobierno sea verdaderamente del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". 



Personas participaron durante la protesta "No Kings" ("No queremos reyes") este sábado, en West Palm Beach, Florida (Estados Unidos). Foto: EFE •


CASA MACONDO Y EL HIJO NEGADO DEL PRESIDENTE DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Colombia tiene mucho de Macondo, aquel pueblo y universo que García Márquez creó para darle vida a sus personajes, atrapados todos, incluido el propio Nobel de Literatura, en ese realismo mágico en el que acontecen hechos extraordinarios o quizás inverosímiles en los que los límites entre la ficción y la realidad se tornan borrosos por la siempre inquietante, controversial, ladina y contradictoria condición humana. Diría que el realismo mágico en el devenir de Colombia aguarda y guarda también los impactos de decisiones humanas atadas a la sinrazón y a la inmoralidad en la que de cuando en cuando incurren diversas autoridades locales que, como Aureliano Buendía, se mueven entre un merecido prestigio y una relativa probidad.

Los avezados y acuciosos periodistas de Casa Macondo investigaron al presidente de la Corte Constitucional (CC), Jorge Enrique Ibáñez Najar por su negativa de reconocer a un hijo que tuvo por fuera de su matrimonio. Con ese y otros trabajos periodísticos esa casa periodística confirma que en los más altos cargos públicos del Estado macondiano hay cientos de Aurelianos cuyas vidas y reconocimiento social y político oscila entre una probidad imaginada y actos inmorales que en una sociedad confundida moralmente como la colombiana devienen naturalizados.

En el informe de Casa Macondo se lee: «La madre del demandante siempre fue manipulada por el demandado para que no lo demandara, dada su condición de hombre público conocido y evitar igualmente que su hogar se destruyera por encontrarse casado», concluyó el juez José Fernando Osorio Cifuentes, el 18 de mayo de 2004, en la sentencia que declaró a Ibáñez Najar padre extramatrimonial del demandante. El hijo del hoy magistrado nació el 12 de mayo de 1982, el mismo año en que el padre se graduó de abogado en la Pontificia Universidad Javeriana y comenzó a trabajar en el Banco de la República, donde fue asesor jurídico, subdirector de derecho privado y económico y director jurídico, hasta 1994. Ibáñez Najar era militante de las Juventudes Conservadoras, movimiento por el que había sido elegido concejal de Tunja en 1978, con apenas dieciocho años”.

Si Colombia no fuera Macondo, el comportamiento del presidente de la CC sería suficiente para que desde sectores específicos de la sociedad civil se exigiera su renuncia porque Ibáñez negó por largos años los derechos a un niño que llevaba su sangre. Es más, sus mismos compañeros del alto tribunal estarían obligados a exigirle su dimisión por lo que claramente constituye un obstáculo ético y moral para estar al frente de la máxima autoridad judicial en Colombia y garante del cumplimiento de lo ordenado en la Carta Política de 1991.

El “pequeño desliz” de Ibáñez y la investigación de Casa Macondo sirven para cuestionar al presidente de la CC porque acaba de redactar una ponencia negativa con la que se tumbaría la ley de reforma pensional por vicios de forma que el Congreso no subsanó.  Algunos tuiteros espetaron que “un magistrado que negó a su hijo desapareció el expediente judicial y ahora quiere tumbar ayudas sociales a los abuelos…”.  Negar derechos a su vástago y evitar que por lo menos tres millones de abuelitos reciban una ayuda económica del Estado es un hecho incontrovertible del perfil "humanista" del togado Ibáñez. En cuanto a su perfil político, el presidente de la CC es un reconocido detractor del presidente Petro, quien impulsó la reforma pensional que podría ser declarada inexequible por los nueve magistrados que componen el alto tribunal constitucional.

El caso de Ibáñez, las ya condenadas conductas del entonces magistrado de la Corte Constitucional, Jorge Ignacio Pretelt Chaljub y los bochornosos hechos atados a los togados que hicieron parte del Cartel de la Toga me obligan a recordar los tiempos en los que a ese tribunal llegaron juristas del talante de Carlos Gaviria Díaz, Rodrigo Uprimny, Eduardo Cifuentes y José Gregorio Hernández, entre otros. Ellos fueron garantía de pulcritud, seriedad y probidad.

Mientras que al coronel Aureliano Buendía las guerras le endurecieron el corazón, al togado Ibáñez Najar sus férreas convicciones conservadoras, su desprecio por los viejos vulnerables y su moralidad diferenciada en lo privado y en la vida pública lo llevaron a no reconocer a su propio vástago, quien vivió 17 años sumido en la soledad propia de un hijo negado o "natural" como los llamaban hace años en la Colombia pacata, farandulera, morbosa, mojigata, gazmoña, puritana, morronga, clasista, racista, machista, atontada y misógina que se resiste a cambiar. 




Presidente de la Corte Constitucional negó a su hijo y el expediente desapareció en Ibagué | El Cronista | Periodismo de análisis y opinión de Ibagué y el Tolima

viernes, 17 de octubre de 2025

EXPRESIDENTE SANTOS Y LA “TERCERA VÍA” EN UNA COLOMBIA SIN CENTRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Juan Manuel Santos llegó a sobrecalentar la ya acalorada y fogosa campaña electoral en Colombia.  Y lo hizo proponiendo huir de los extremos ideológicos y políticos que hoy reducen la discusión pública de asuntos públicos, esto es, de los eternos problemas del país, entre las huestes uribistas y petristas.

En el video que subió a la red X, el exmandatario y premio Nobel de Paz (2016) aludió y expuso a Petro como el “extremista de izquierda”, pero al hablar de la posibilidad de que llegue a la Casa de Nariño un extremista de derecha no quiso exponer la imagen de Uribe, o de Abelardo de la Espriella, e incluso las de Santiago Botero y Juan Carlos Pinzón Bueno. Ese detalle, que parece menor, dice mucho del talante medroso del taimado político bogotano que se hizo elegir presidente de la República con el apoyo de Uribe Vélez, con quien libra de tiempo atrás un agrio enfrentamiento público, fundado en una declarada animadversión del político antioqueño hacia quien considera como un “traidor” por haberle apostado a ponerle fin al conflicto armado con las Farc-Ep.

Mientras que las mesnadas de Uribe Vélez representan el talante y las ideas de una derecha y ultraderecha guiadas por un ethos mafioso y que apuntan a consolidar la privatización del Estado al servicio de unos pocos, así como a naturalizar el racismo, el clasismo, la aporofobia y la estigmatización de aquellos que piensan diferente;  desde las huestes del petrismo se busca la consolidación de un proyecto político que a pesar de seguir atado a las condiciones que impone el FMI, le apostó a reivindicar los derechos de comunidades urbanas pobres y a los pueblos negros, campesinos e indígenas asumidos históricamente por la derecha como obstáculos y enemigos del desarrollo económico extractivo y del modelo de la gran plantación animado por agroindustriales e incluso por quienes crearon el fenómeno de la extranjerización y  bancarización de la tierra en Colombia.

Frente a la aparición de Santos el primero en reaccionar negativamente fue Álvaro Uribe Vélez, su enemigo político. Santos Calderón se atreve a hablar de un centro político que en Colombia no existe. La verdad es que el Nobel de Paz es un consumado neoliberal que sigue al pie de la letra la doctrina que señala que “el mercado hasta donde sea posible, y el Estado hasta donde sea necesario”.

En el video, Santos dijo que “la moderación y el centro son el camino”. “Hoy tenemos a un extremista de izquierda. Si llega uno de derecha, lo único que obtendremos será un país ingobernable”. “Si llega uno de derecha lo único que obtenemos es un país ingobernable y las probabilidades de estallidos sociales y bloqueos aumentarán”.

Santos coincide con Petro quien en su condición de presidente de la República ha convocado al pueblo, al constituyente primario a que se movilice en defensa de la reformas sociales, exhortaciones asumidas por la derecha como amenazas a nuevos estallidos sociales si las reformas no son aprobadas por el Congreso o declaradas inexequibles por la Corte Constitucional, alto tribunal que ya estudia la ponencia negativa de su presidente, Jorge Enrique Ibáñez.

¿Quién es el candidato que apoyaría Santos como representante del fantasmal centro o el agente capaz de dar cuenta en la Colombia goda, mafiosa y uribizada de la llamada Tercera Vía? Cualquiera que aparezca en el radar de Santos será un político que, aunque “moderado y de buenas maneras al hablar”, en el fondo siempre defenderá los mezquinos intereses de la derecha neoliberal, racista, clasista y aporofóbica.  ¿Será Luis Gilberto Murillo o Juan Manuel Galán los candidatos con los que Santos cree posible vencer a los extremistas?

No se sabe si la apuesta de Tercera Vía de Santos está más cerca de la propuesta por Giddens o a la de su amigo Tony Blair. A juzgar por los ocho años de Santos, en términos ecológicos y ambientales, el expresidente bogotano está más cerca de la concepción del entonces primer ministro del Reino Unido (1997-2007). 



Imagen tomada de El Espectador.com 

jueves, 16 de octubre de 2025

EL 21 DE OCTUBRE, EL DÍA D PARA EL CASO URIBE

 Por Germán Ayala Osorio

 

El Tribunal Superior de Bogotá informó a través de su cuenta de X que el 21 de octubre daría a conocer el sentido de la decisión de segunda instancia en el proceso penal que se adelanta en contra del expresidente Álvaro Uribe Vélez, condenado por la jueza Sandra Heredia a 12 años de prisión por tres graves delitos.

El anuncio público se hizo el 15 de octubre y varios sectores de la opinión pública creyeron que la decisión se conocería horas después. Como estamos en el país de las suspicacias, varios tuiteros se preguntaron por qué anunciar que ya había una decisión jurídica y tomarse tantos días para exponerla al país. El periodista Daniel Coronell, contradictor de Uribe, dijo en su cuenta de X que “la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá acaba de tomar la decisión de segunda instancia sobre el caso del expresidente @AlvaroUribeVel, condenado en primera instancia. La sentencia será anunciada pronto”. Al parecer, el columnista creyó que dicho laudo se conocería pasadas unas horas y no después de casi ocho días.

Más allá de las desconfianzas que rodean este sonado caso y de los deseos de las huestes interesadas en la decisión final, el país espera que la justicia salga fortalecida y no termine sacrificada su ya menguada legitimidad y respetabilidad asociada a los bochornosos hechos protagonizados por el cartel de la toga y al imaginario colectivo que señala que “Uribe es intocable, casi un Dios”.

Miremos los posibles escenarios jurídico-políticos y electorales que de todas formas generará el dictamen del Tribunal Superior sin que importe si ratifica o no la condena en primera instancia proferida en contra del caballista y domador de bestias.

Si la condena es ratificada, la derecha uribizada, incluida a la gran prensa afecta a los intereses del latifundista y defensor de las Convivir, activará nuevamente la narrativa con la que se declara a Uribe Vélez víctima de una “persecución política” de parte de la justicia y en particular de las operadoras judiciales que mantuvieron la legalidad del material probatorio aportado por los magistrados de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, instancia en donde se originó el proceso penal contra Uribe, que ya tiene más de 13 años.

En ese escenario, la defensa del vulgar caballista anunciaría que demandaría el fallo de segunda instancia ante la Corte Suprema de Justicia, corporación a la que de todas formas volverá el caso Uribe Vélez sin importar el sentido del laudo proferido por el Tribunal Superior de Bogotá. Una decisión en ese sentido podría tener efectos electorales negativos para los intereses de los precandidatos presidenciales que esperan recibir el guiño del latifundista antioqueño, a pesar de su condición sub judice. Eso sí, de confirmarse la sentencia proferida por la jueza Sandra Heredia, ello no representará el fin del uribismo por tratarse de un movimiento-sentimiento social y político ancorado a la confusión moral en la viven los millones de colombianos que aún defienden el “legado” de Uribe y sus “obras”: los 6402 víctimas de la seguridad democrática, la naturalización del ethos mafioso, el Todo Vale y la privatización del Estado.

Si por el contrario los togados del Tribunal Superior consideran que la jueza Sandra Heredia violó el debido proceso y los derechos del procesado y entre otras posibles razones anula el fallo de primera instancia, entonces los efectos jurídico-políticos y electorales se podrían dar en este sentido. Al derogar la sentencia inicial, tanto la jueza Heredia y los otros operadores judiciales que la precedieron recibirían un fuerte golpe que daría al traste con sus criterios jurídicos e incluso con la imagen como jueces y juezas probos, íntegros e imparciales. Sus formaciones como abogados y la experiencia como togados quedarían altamente cuestionados.

El país político y mediático está a la expectativa frente a una decisión judicial que dirá mucho de la justicia colombiana; eso sí, la legitimidad y el buen nombre del aparato de justicia dependerá del lugar moral y ético-político desde donde sea leído el fallo de segunda instancia. Ojalá los togados hayan tomado la decisión pensando más en el valor de esa idea que señala que “nadie, por poderoso que sea, está por encima de la ley”, que en el poder intimidatorio del condenado expresidente.  



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miércoles, 15 de octubre de 2025

EL FRUSTRADO SUEÑO MUNDIALISTA DE LA SUB20 Y EL CLIMA ELECTORAL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Las violentas reacciones en las redes sociales por la derrota de la Selección Colombia sub20 frente a los argentinos en la semifinal del Mundial que se realiza en Chile, vuelve a poner en evidencia los problemas que  arrastramos como sociedad y que en esta columna conecto con el clima electoral que ya vive el país de cara a las elecciones de 2026.  

Expongo en esta columna que el crispado escenario electoral y el desempeño de esta Selección juvenil y el de la Mayores comparten tres elementos claves que dicen mucho de lo que somos como sociedad: el primero, los sesgos y tratamientos informativos de una prensa que hace periodismo bajo una ética acomodaticia que está en consonancia con dos circunstancias insoslayables: la concentración privada de los medios masivos y su conversión en actores políticos encargados de generar una opinión pública estandarizada.

El segundo elemento es el discurso patriotero de periodistas y candidatos presidenciales con el que los primeros logran mover las pasiones de los aficionados al fútbol, llevándolos a soñar con finales y títulos mundiales para los que los jugadores de las selecciones de mayores y juveniles no están mentalmente preparados para conseguir porque sus intereses no apuntan a conseguir la gloria, sino amasar fortunas y exhibir el poder económico; entre tanto, los segundos apelan al clasismo, al racismo y a la animadversión ideológica que les genera todo aquel que piensa distinto. Al final esos políticos logran naturalizar la idea de que quien no está conmigo, está contra mí, mis seguidores y en contra del particular país que cada uno tiene en mente y defiende.

Y el tercer elemento tiene que ver con la búsqueda de la paz y la felicidad desprovistas ambas de cualquier anclaje cultural con el que sea posible aclarar y aceptar que el mayor problema de los colombianos  es que no hemos sido capaces de construir un sentido de lo colectivo que nos permita ser solidarios y empáticos, pero sobre todo, el ser conscientes y sentirnos orgullosos de nuestro proceso de mestizaje y la florida multiculturalidad, asumidas  por el poder político y mediático hegemónicos como un problema solo posible de superar estigmatizando  y negando derechos a negros, indígenas y campesinos.

Varios tuiteros propusieron que hay que sacar a los negros de la Selección juvenil. Esto dijo uno de los millones de racistas que viven en Colombia: “Los negros son los que nos tienen hecho mierda en las categorías, los negros históricamente no fueron nunca inteligentes siempre fueron más físicos, por eso los esclavos eran ellos y los blancos tomaron poder sobre ellos. Hay que acabar con los negros en la selección Colombia”. Expresiones como estas están conectadas con otras igualmente racistas como “Si uno pone a trabajar a los negros, se agarran de las greñas”, frase de María Fernanda Cabal.  O la propuesta de Paloma Valencia de dividir el Cauca entre indígenas y mestizos. Cómo olvidar lo que en su momento espetó el diputado Rodrigo Mesa Cadavid: “invertir en Chocó es como perfumar un bollo".

Mientras los aficionados iban expresando sus frustraciones en las redes sociales, la prensa insistía en la idea de un imaginado anhelo colectivo: Fin del sueño mundialista: Colombia perdió 1-0 ante Argentina en las semifinales del Mundial Sub-20. Otros tuiteros más moderados atinaron a decirles a los jugadores “gracias guerreros” en un país en el que candidatos presidenciales como Santiago Botero y Abelardo De la Espriella dicen que darán bala de la mano de la fuerza pública, cuyos miembros son reconocidos como “guerreros, combatientes y verdaderos patriotas”. Al final, las pasiones que despiertan el fútbol y la política en tiempos electorales confirman que como colectivo arrastramos una serie de taras civilizatorias que jamás superaremos así Colombia consiga ser campeón en el Mundial de 2026.

Quizás un cuarto elemento que nos permite conectar el polarizado y violento clima electoral y el más reciente resultado negativo de la Selección Sub20 devenga atado a que millones de aficionados al fútbol y otros tantos que cada cuatro años venden el voto,  depositaron su obligación de ser felices en lo que puedan hacer 11 jugadores y el político que les ofreció un contrato millonario, un puesto de corbata, una beca, un empleo o una recomendación.



Imagen tomada de El Espectador

MARTHA LUCÍA RAMÍREZ Y SU DESAFORTUNADO TRINO

  Por Germán Ayala Osorio   El ofrecimiento de bala para Petro y Quintero que volvió famosa a la entonces Señorita Antioquia hizo reacc...