Por Germán Ayala Osorio
Juan Manuel Santos llegó a sobrecalentar
la ya acalorada y fogosa campaña electoral en Colombia. Y lo hizo proponiendo huir de los extremos ideológicos
y políticos que hoy reducen la discusión pública de asuntos públicos, esto es, de
los eternos problemas del país, entre las huestes uribistas y petristas.
En el video que subió a la red X,
el exmandatario y premio Nobel
de Paz (2016) aludió y expuso a Petro como el “extremista de izquierda”,
pero al hablar de la posibilidad de que llegue a la Casa de Nariño un
extremista de derecha no quiso exponer la imagen de Uribe, o de Abelardo de la Espriella,
e incluso las de Santiago Botero
y Juan Carlos Pinzón
Bueno. Ese detalle, que parece menor, dice mucho del talante medroso del
taimado político bogotano que se hizo elegir presidente de la República con el
apoyo de Uribe Vélez, con quien libra de tiempo atrás un agrio enfrentamiento público,
fundado en una declarada animadversión del político antioqueño hacia quien
considera como un “traidor” por haberle apostado a ponerle fin al conflicto
armado con las Farc-Ep.
Mientras que las mesnadas de
Uribe Vélez representan el talante y las ideas de una derecha y ultraderecha guiadas
por un ethos
mafioso y que apuntan a consolidar la privatización del Estado al servicio
de unos pocos, así como a naturalizar el racismo, el clasismo, la aporofobia y
la estigmatización de aquellos que piensan diferente; desde las huestes del petrismo se busca la
consolidación de un proyecto político que a pesar de seguir atado a las condiciones
que impone el FMI, le apostó a reivindicar los derechos de comunidades urbanas
pobres y a los pueblos negros, campesinos e indígenas asumidos históricamente
por la derecha como obstáculos y enemigos del desarrollo económico extractivo
y del modelo de la gran plantación animado por agroindustriales e incluso por
quienes crearon el fenómeno de la extranjerización y bancarización
de la tierra en Colombia.
Frente a la aparición de Santos el
primero en reaccionar negativamente fue Álvaro Uribe Vélez, su enemigo político.
Santos Calderón se atreve a hablar de un centro
político que en Colombia
no existe. La verdad es que el Nobel de Paz es un consumado neoliberal que
sigue al pie de la letra la doctrina que señala que “el mercado hasta
donde sea posible, y el Estado hasta donde sea necesario”.
En el video, Santos dijo que “la
moderación y el centro son el camino”. “Hoy tenemos a un extremista de
izquierda. Si llega uno de derecha, lo único que obtendremos será un país
ingobernable”. “Si llega uno de derecha lo único que obtenemos es un país
ingobernable y las probabilidades de estallidos sociales y bloqueos aumentarán”.
Santos coincide con Petro quien
en su condición de presidente de la República ha convocado al pueblo, al
constituyente primario a que se movilice en defensa de la reformas sociales, exhortaciones
asumidas por la derecha como amenazas a nuevos estallidos sociales si las reformas
no son aprobadas por el Congreso o declaradas inexequibles por la Corte Constitucional,
alto tribunal que ya estudia la ponencia negativa de su presidente, Jorge
Enrique Ibáñez.
¿Quién es el candidato que apoyaría
Santos como representante del fantasmal centro o el agente capaz de dar cuenta
en la Colombia goda, mafiosa y uribizada de la llamada Tercera Vía? Cualquiera
que aparezca en el radar de Santos será un político que, aunque “moderado y
de buenas maneras al hablar”, en el fondo siempre defenderá los mezquinos
intereses de la derecha neoliberal, racista, clasista y aporofóbica. ¿Será Luis Gilberto Murillo
o Juan Manuel Galán
los candidatos con los que Santos cree posible vencer a los extremistas?
No se sabe si la apuesta de
Tercera Vía de Santos está más cerca de la propuesta por Giddens o a la de su amigo Tony Blair. A juzgar por los ocho años de Santos, en términos ecológicos y ambientales,
el expresidente bogotano está más cerca de la concepción del entonces primer
ministro del Reino Unido (1997-2007).
Imagen tomada de El Espectador.com
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