Por Germán Ayala Osorio
Abelardo de la Espriella está
haciendo una campaña
electoral efectista, patriotera y con un lenguaje
violento que atrae a los uribistas que lo ven como el sucesor de Álvaro
Uribe Vélez. Aunque hay diferencias en la pinta, ambos creen a pie juntillas en
la universal doctrina de la violencia legítima del Estado que en Colombia el
uribismo aplicó bajo las condiciones ilegítimas de un gobierno como el de Uribe que fue elegido
con el apoyo de grupos paramilitares y reelegido gracias a que Yidis Medina y
Teodolindo Avendaño vendieron sus votos al proyecto reeleccionista para “salvar
a la Patria”.
Esa misma doctrina se aplicó entre
2002 y 2010 para señalar como enemigos de la patria a periodistas críticos y a ONG
defensoras de los derechos humanos y del ambiente catalogados por Uribe como “terroristas
vestidos de civil”, que les "sirven de fachada a las FARC" o
"actúan como sus voceros políticos". Y para terminar de consolidar
el Estado militarista que sueña operar De la Espriella a partir del 7 de agosto
de 2026, Uribe presionó a los militares a que “dieran más y mejores resultados
operacionales”. El país ya conoce las consecuencias de esa monstruosa
presión: 6402 jóvenes inocentes fueron asesinados y presentados como “guerrilleros
dados de baja en combates” y millones de desplazados y centenares de
desaparecidos. Al final, Uribe logró “privatizar” al Ejército, institución a la
que manejó como si se tratara de los peones de sus haciendas.
Abelardo de la Espriella prometió
que su “posesión no será en Casa de Nariño, en medio de banquetes y
oropeles. Será en una guarnición del sur del país. Yo le voy a rendir
ese día honor a los verdaderos héroes de la patria”. Esa promesa lo
acerca como a ningún otro candidato uribizado, como Juan Carlos Pinzón, al
mundo castrense a cuyos miembros Uribe les dio “carta blanca” para hacer y deshacer
con los actores armados ilegales, la población civil y el manejo de asuntos de la seguridad
nacional, incluido el presupuesto militar.
Como dije líneas atrás las
mayores diferencias entre estos dos militaristas
está en la pinta o en el outfit como dicen los gomelos: Uribe es un vulgar
hacendado, un “rufián de esquina” y un tipo ordinario que habla como curita de
vereda, de ahí su capacidad para engañar a incautos e ignorantes. Entre tanto, De la Espriella le
quiere hacer creer al país que además de ser un hombre perfumado, es de gustos
finos y de inmejorables modales, lo que lo hace proclive, de llegar a la Casa
de Nariño, a sufrir durante y después de la presidencia del efecto Macbeth.
Uribe y De la Espriella
son mesiánicos, de pulso armado y mano firme como diría Godofredo Cínico
Caspa. En uno de los mensajes publicitarios se ve a De la Espriella arrodillado
ante Dios como si la deidad lo estuviera ungiendo como el “tigre protector
de Colombia”. Un peligroso tigre que “ruge, muerde y cumple”. Es decir, la indomable
bestia que necesita el país, la misma que al sentir el látigo de su mentor,
Álvaro Uribe se convierte en un dulce, juguetón y manso gatito. Más claro: si Duque fue el títere de
Uribe, De la Espriella sería el tigre
domesticado por el expresidente antioqueño, curtido domador de bestias.
En su cuenta de X, el abogado que
asegura que la ética nada tiene que ver con el derecho lanza consignas como
esta: “En mi gobierno no habrá impunidad: los delincuentes irán
a la cárcel. Presentaré una ley contra el vandalismo y el terrorismo urbano.
Quien bloquee vías, destruya bienes o ataque a la Fuerza Pública será tratado
como terrorista, igual que sus financiadores: condenas sin beneficios ni
rebajas. Mano de hierro. ¡Firme por la Patria”!
Por estos días, el expresidente y
condenado en primera instancia sigue deshojando la margarita, aunque ya descartó
a sus tres “muñecas” (Cabal, Valencia y Holguín), tendrá que decidirse entre Pinzón
y De la Espriella. Años atrás el propio Uribe se refería al elegante
abogado como “bandidito”. ¿Será por eso que Uribe lo necesita para sentarlo en el Solio de Bolívar?
Lo cierto es que el abogado de la
Espriella sueña con llegar a la Casa de Nariño para “destripar a la izquierda”.
Y de invitar a María Fernanda Cabal
a ser una de sus ministras, intentará que se declare “ilegal ser de izquierda” como lo desea y lo propuso la precandidata presidencial.
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