Por Germán Ayala Osorio
Las violentas reacciones en las
redes sociales por la derrota de la Selección Colombia sub20 frente a los
argentinos en la semifinal del Mundial que se realiza en Chile, vuelve a poner
en evidencia los problemas que arrastramos como sociedad y que en esta
columna conecto con el clima
electoral que ya vive el país de cara a las elecciones de 2026.
Expongo en esta columna que el crispado
escenario electoral y el desempeño de esta Selección juvenil y el de la Mayores
comparten tres elementos claves que dicen mucho de lo que somos como sociedad:
el primero, los sesgos y tratamientos informativos de una prensa
que hace periodismo bajo una ética acomodaticia que está en consonancia con dos
circunstancias insoslayables: la concentración privada de los medios masivos y su
conversión en actores políticos encargados de generar una opinión pública
estandarizada.
El segundo elemento es el discurso
patriotero de periodistas y candidatos presidenciales con el que los primeros logran
mover las pasiones de los aficionados al fútbol,
llevándolos a soñar con finales y títulos mundiales para los que los jugadores
de las selecciones de mayores y juveniles no están mentalmente preparados para conseguir
porque sus intereses no apuntan a conseguir la gloria, sino amasar fortunas y
exhibir el poder económico;
entre tanto, los segundos apelan al clasismo, al racismo y a la animadversión
ideológica que les genera todo aquel que piensa distinto. Al final esos
políticos logran naturalizar la idea de que quien no está conmigo, está contra
mí, mis seguidores y en contra del particular país que cada uno tiene en mente
y defiende.
Y el tercer elemento tiene que
ver con la búsqueda de la paz y la felicidad
desprovistas ambas de cualquier anclaje cultural con el que sea posible aclarar
y aceptar que el mayor problema de los colombianos es que no hemos sido capaces de construir un
sentido de lo colectivo que nos permita ser solidarios y empáticos, pero sobre
todo, el ser conscientes y sentirnos orgullosos de nuestro proceso de mestizaje
y la florida multiculturalidad, asumidas por el poder político y mediático hegemónicos
como un problema solo posible de superar estigmatizando y negando derechos a negros, indígenas y
campesinos.
Varios tuiteros propusieron que
hay que sacar a los negros de la Selección juvenil. Esto dijo uno de los
millones de racistas
que viven en Colombia: “Los negros son los que nos tienen hecho mierda en
las categorías, los negros históricamente no fueron nunca inteligentes siempre
fueron más físicos, por eso los esclavos eran ellos y los blancos tomaron poder
sobre ellos. Hay que acabar con los negros en la selección Colombia”.
Expresiones como estas están conectadas con otras igualmente racistas como “Si
uno pone a trabajar a los negros, se agarran de las greñas”, frase de María
Fernanda Cabal. O la propuesta de Paloma
Valencia de dividir el Cauca entre indígenas y mestizos. Cómo olvidar lo que en
su momento espetó el diputado Rodrigo Mesa Cadavid: “invertir en Chocó es
como perfumar un bollo".
Mientras los aficionados iban expresando
sus frustraciones en las redes sociales, la prensa
insistía en la idea de un imaginado anhelo colectivo: Fin del sueño
mundialista: Colombia perdió 1-0 ante Argentina en las semifinales del Mundial
Sub-20. Otros tuiteros más moderados atinaron a decirles a
los jugadores “gracias guerreros” en un país en el que candidatos presidenciales
como Santiago Botero y Abelardo De la Espriella dicen que darán bala de la
mano de la fuerza pública, cuyos miembros son reconocidos como “guerreros, combatientes y
verdaderos patriotas”. Al final, las pasiones que despiertan el fútbol y la
política en tiempos electorales confirman que como colectivo arrastramos una
serie de taras civilizatorias que jamás superaremos así Colombia consiga ser campeón
en el Mundial de 2026.
Quizás un cuarto elemento que nos
permite conectar el polarizado y violento clima electoral y el más reciente
resultado negativo de la Selección Sub20 devenga atado a que millones de
aficionados al fútbol
y otros tantos que cada cuatro años venden el voto, depositaron su obligación de ser felices en lo
que puedan hacer 11 jugadores y el político que les ofreció un contrato millonario, un puesto de corbata, una
beca, un empleo o una recomendación.
Imagen tomada de El Espectador
No hay comentarios:
Publicar un comentario