Por Germán Ayala Osorio
El irresponsable, indebido,
irrespetuoso, infundioso y calumnioso señalamiento de Trump hacia el presidente
de la República, Gustavo Petro nuevamente ponen a prueba la unidad nacional, la
institucionalidad estatal y por supuesto a las ya tensas y narcotizadas
relaciones entre Washington y Bogotá.
Al señalar que “Petro es
el líder del narcotráfico”, el gobierno de los Estados Unidos
estaría allanando el camino para derrocarlo, con la decidida anuencia de candidatos,
periodistas y dirigentes gremiales que, en lugar de rechazar la amenaza y el artificioso
calificativo, atinaron a decir que “Trump mordió el anzuelo que Petro
le lanzó”. De esa manera, redujeron la gravedad de la
amenaza del republicano a un asunto electoral y al crispado ambiente político que
vive Colombia.
El exministro Cárdenas Santamaría,
ficha del Establecimiento, señaló en su cuenta de X que “se veía
venir. El país inundando de coca y un presidente que no quiere entender que la
financiación y ayuda de Estados Unidos es fundamental para Colombia. Es urgente
revertir el daño que Petro le ha hecho a la reputación del país.
A la indigna postura del cipayo
exministro de Hacienda se sumaron las de Abelardo de la Espriella y Vicky Dávila,
consumados lacayos del “imperio” del norte. El primero, validó el señalamiento
del carcamal gringo e insistió en que efectivamente Petro tiene relaciones con
la mafia, mientras que la periodista uribista se limitó al registro de la
ofensa. Juan Manuel Galán también asumió la misma actitud cipaya.
Entre tanto, el Procurador
General de la Nación señaló que “debería conocerse alguna evidencia
fáctica, que no la creo, para hacer tan radical afirmación contra un presidente
de un Estado que funciona en democracia”. Una declaración tibia
y medrosa de un ladino funcionario que muy seguramente valora más tener la visa
americana, que salir a rechazar la vulgar y peligrosa intromisión y amenaza de
Trump.
Es probable que el presidente de USA esté sufriendo del poco estudiado Síndrome de Epstein, una especie de trastorno en el que hombres con poder económico y político aceptan a regañadientes el ocaso de su vida sexual, pero buscan desesperadamente conflictos para poner a prueba sus ya bajos niveles de testosterona. También es posible que sueñen con intervenciones militares que, para el referido caso clínico, inconscientemente las asumen como formas de penetración o violaciones, aunque se trate de “simples” transgresiones a soberanías estatales y populares de países cuyas sociedades, enfermos como Trump se las representan como “menores de edad” sometidas a todo tipo de vejámenes como los que sufrieron cientos de niñas en la famosa Little Saint James, propiedad del multimillonario pedófilo y pederasta Jeffrey Epstein.
No hay comentarios:
Publicar un comentario